Macroeconomía
¿Hasta cuándo puede estar «dopada» Europa?
El Banco Central Europeo (BCE) lleva años inyectando estímulos en la economía continental. Ha emprendido programas de compra de deuda, ha financiado a los bancos con liquidez y ha mantenido los tipos de interés al 0%. Estas medidas se han aplicado para combatir los lastres que persiguen a Europa, como la abultada deuda, la falta de una unión bancaria o el excesivo tamaño del sector.
Europa está constipada, y el Banco Central Europeo la ha medicado para intentar que mejore. La semana pasada, el presidente de la máxima entidad financiera del continente, Mario Draghi, anunció la aplicación de medidas para estimular una economía que está de capa caída. El italiano dio a conocer que se retrasará la subida de los tipos de interés, que desde marzo de 2016 se encuentran en el 0%, y, además, iniciará un nuevo programa TLTRO (el tercero desde el nacimiento del BCE) para inyectar liquidez en el sector financiero con el objetivo de fomentar los préstamos a las empresas y a las familias.
En definitiva, que se trata de darle un empujón con bastante fuerza a la economía europea para que la ralentización del crecimiento no se agudice y que los ecos de una nueva recesión (en la que Italia ya ha caído de manera oficial) no se hagan realidad, al menos a corto plazo.
Sin embargo, algunos analistas, sostiene el director de Economía de la CEOE y profesor titular de Economía Aplicada de la UNED, Gregorio Izquierdo, «piensan que el BCE ha sobrereaccionado porque la revisión a la baja del crecimiento (del 1,7% al 1,1%) puede ser transitoria. Por eso, creen que se ha anticipado demasiado el anuncio de estas medidas».
Y es que hay indicios que apuntan a que la mala situación en la que se encuentra Europa puede que sea más bien coyuntural. Son varios los motivos. Para empezar, el Brexit está afectando más de lo esperado por las dificultades de las negociaciones pero, quizá, se llegue a buen puerto según los últimos acontecimientos y su incidencia sea menos negativa en los próximos meses.
Actualidad
El acercamiento de posturas en la guerra comercial entre EE UU y China hace pensar en una resolución del conflicto. Además, el descenso del crecimiento que ha experimentado Alemania se vislumbra transitorio. Éste se atribuye, sobre todo, a las dificultades que atraviesa la industria de la automoción, de las más relevantes del estado germano. Los fabricantes han sido golpeados por las nuevas normativas de emisiones y las ventas de vehículos han descendido con gravedad, pero las empresas ya están reconduciendo su estrategia. Han aumentado su apuesta por el coche eléctrico, y las previsiones establecen que las compras de este tipo de vehículos se incrementarán, abriendo una nueva etapa de expansión para Alemania.
Francia también está cayendo en picado y sólo crece al 0,3%, tal y como ha indicado el banco regulador del país galo. La revuelta de los chalecos amarillos no tiene visos de acabar, pero ha perdido contundencia desde que comenzó el pasado octubre, aunque todavía está siendo un duro golpe para la economía de nuestro país vecino. Tanto las empresas como los consumidores han paralizado su actividad, pero se espera que Macron (uno de los grandes defensores del europeísmo) sea capaz de corregir la situación para que sus efectos no se traduzcan demasiado en el conjunto de la economía europea. El único problema que parece no tener solución es el italiano. La economía del país transalpino está una situación crítica y el Gobierno de la nación sigue en sus trece y no quiere cambiar el rumbo marcado, alejado de la senda de déficit que plantea la Comisión Europea.
¿Precipitación?
De esta manera, los expertos consideran que el BCE podría haber esperado más tiempo para tomar decisiones con más información. Porque lo anunciado ya ha tenido un impacto en los mercados y las decisiones no se podrán corregir si en los próximos meses se demuestra que la agudización de la ralentización era coyuntural. Además, el actual es un buen momento para normalizar la política monetaria y ganar margen de actuación de cara a una futura e inevitable crisis.
Algo tiene que ver el BCE para actuar de esta manera. Sus decisiones pueden responder a una causa que aporta el profesor titular de Economía de la Universidad de Barcelona Gonzalo Bernardos. Según él, hay «escasez de demanda interna», que genera un peligro de poco «crecimiento del consumo de las familias, la inversión de las empresas y el gasto de las Administraciones Públicas».
Europa ha desdeñado la demanda interna y se ha centrado demasiado en el sector exterior. No obstante, como añade Bernardos «si el crecimiento del resto del mundo disminuye, también lo hacen las exportaciones de la zona euro y su crecimiento se resiente». Por ello, él opta por cambiar el modelo y darle mayor relevancia a la demanda interna.
También hay que corregir el rumbo de la productividad europea porque no somos nada competitivos respecto a nuestro gran rival, Estados Unidos. La UE sólo aumenta su productividad anual al 0,5%, un ritmo demasiado reducido si se compara con el 2% al que avanzaba en la segunda mitad de los años 90, según datos del BCE. Y el BCE no tiene herramientas para mejorar esta situación, dependerá de la CE.
Aunque puede que ahora el Banco Central Europeo se precipite, lo cierto es que mirando al pasado es difícil echarle cosas en cara. Sus medidas inyectaron liquidez a unos mercados alicaídos, intentado, precisamente, fomentar el consumo de las familias y empresas, es decir, la demanda interna a la que la CE no le hace caso. Con ello, junto con su política monetaria de tipos bajos, contribuyó a superar la crisis.
Pero sus «milagros» le han dado tanta legitimidad como para que, tras la recuperación, la entidad continúe siendo quien lleve la batuta de la economía europea. Así, a día de hoy, el BCE tiene más responsabilidad que nunca desde su nacimiento en 1998, y sus tareas exceden a las que tiene de facto (como mantener la inflación en el 2%).
¿Por qué se ha dado esta situación? La respuesta más superficial, que salta a los ojos de todos, es que la CE no es capaz de ejecutar las reformas que, de verdad, consoliden un crecimiento económico y que corrijan los errores estructurales que son visibles en el continente. La Unión Bancaria no se logra sacar a adelante, no se consigue un acuerdo para unos Presupuestos de la UE tan profundos como se desearía... Para llevar a cabo todo esto se necesitan unos consensos que parecen imposibles en el seno de la Unión.
Por un lado, Italia desafía a la institución con una oposición constante a cualquier avance que signifique más unificación y control supranacional. Por otro, ha surgido una Nueva Liga Hanseática (formada por Finlandia, Irlanda y Países Bajos, entre otros) que no se muestra favorable a medidas como los Presupuestos comunes o el impuesto a las grandes empresas tecnológicas. Por último, hasta que no se resuelva el Brexit cualquier negociación de relevancia que no sea la salida de Reino Unido ha quedado en «standby».
El futuro es aún más borroso porque se asoman unas elecciones europeas (el próximo 26 de mayo) y el resultado se avecina más antieuropeo que nunca. Las encuestas dan una clara victoria a la Liga Norte de Salvini en Italia y, en Francia, el triunfo será para la Agrupación Nacional de Le Pen.
«Renacimiento europeo»
Para luchar contra este movimiento, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha intentado hacer una llamada al europeísmo en una carta titulada «Por un renacimiento europeo» en la que relataba el proyecto de la UE a corto y medio plazo. En materia laboral, ha hablado de establecer «un escudo social que le garantice la misma remuneración en el mismo lugar de trabajo, y un salario mínimo europeo adaptado a cada país y revisado anualmente de forma colectiva». En cuanto a las empresas, quiere «regular a los gigantes del sector digital, creando una supervisión europea de grandes plataformas». También pretende aumentar la financiación del Consejo Europeo de Innovación hasta ponerse al nivel de EE UU para «liderar las nuevas rupturas tecnológicas como la inteligencia artificial». Además, promete sancionar a las compañías que no cumplan con los intereses y valores de la Unión, y fomentar una preferencia europea en las industrias estrategias y los mercados de contratación pública en el continente.
Pero estas propuestas son insuficientes, se pueden comentar en un párrafo. Y no hacen referencia ni a la demanda interna ni a la productividad, que seguirán dependiendo del BCE. El problema, explica Izquierdo, es que «la política monetaria permite tener expansiones nominales (para momentos determinados) pero el crecimiento a largo plazo depende de las reformas estructurales».
Una deuda abultada
Los altos niveles de deuda ya no ocupan tantas portadas como durante la crisis, pero lo cierto es que aún continúan muy elevados. En Europa occidental se sitúa en el 79,7% del PIB, según el Fondo Monetario Internacional. Y si miramos a países concretos, como España, la deuda pública está en el 95,8%, mientras en 2007 sólo era del 35,5%. En Francia, en aquel año era del 64,5% y, a día de hoy, del 96,5%. Por su parte, en Italia, se ha incrementado desde el 99,8% hasta el 128,7% actual. Alemania sí ha hecho los deberes y la ha reducido hasta el 56%, cuando en 2007 era del 63,7%. En definitiva, la alta deuda pública sigue siendo un problema grave de Europa, arrastrado desde la crisis, que aún no se ha solucionado a pesar de la intervención
del BCE.
Las reformas estructurales
Las medidas que toma el BCE, como mucho, puede tener un efecto transitorio en el crecimiento. Pero si se quiere impactar al largo plazo, lo que en realidad se debe acometer son reformas estructurales. El Director de Economía de la CEOE y profesor titular de Economía Aplicada de la UNED, Gregorio Izquierdo, opina que se tiene que llevar a cabo «una integración de mercados hasta alcanzar un mercado único, una bajada de impuestos y estimular la oferta productiva». Los objetivos principales de realizar estas reformas están dirigidos a reducir los costes y aumentar la competencia de Europa a nivel global. Izquierdo señala otro gran reto a afrontar, el envejecimiento de la población europea, que influirá gravemente en aspectos tan cruciales de las economías como el sistema de pensiones públicas. Una posible solución, apunta Izquierdo, sería pensar en políticas migratorias adecuadas. Lo que está claro, es que Europa tiene mucho que hacer porque suma un buen número de problemas estructuras que persisten desde hace años y sólo se han parcheado con medidas como las del BCE.
El excesivo tamaño del sector bancario
El BCE ha avisado de que en Europa hay demasiadas entidades financieras. Una cuestión nada desdeñable pues, como afirma el portavoz de la Asociación Española de la Banca, José Luis Martínez, «el tamaño es importante en el sector bancario, especialmente en un entorno tan complicado como el actual, con tipos de interés nulos e incluso negativos, bajo una regulación extrema y con una creciente competencia desde nuevos operadores que no son bancos, pero ofrecen productos y servicios financieros con base digital». Para la buena salud del sector será relevante que en un futuro existan menos entidades pero con solvencia. Se avecinan meses de fusiones y ya se habla de la unión entre dos de los bancos más poderosos de Alemania, el Commerzbank y Deutsche Bank. No obstante, al Catedrático de Economía de CUNEF y Director de estudios Financieros de Funcas, Santiago Carbó, cree que la afirmación de que el tamaño del sector es excesivo no le convence: «Menos bancos más grandes pueden tener más facilidades para acudir al mercado y para aumentar su capital y solvencia. Pero hay que cuidar mucho estas cuestiones por dos motivos. El primero es que tendríamos más bancos sistémicos que es justo parte de lo que se quería evitar con la crisis. Lo segundo es que más tamaño no significa más rentabilidad ni eficiencia. Y ojo con la competencia que siempre es sana».
La necesaria unión bancaria
Una de las asignaturas pendientes es la Unión Bancaria, que «permite corregir errores del pasado que facilitaron la extensión de la crisis y contribuye a la estabilidad financiera», explica José Luis Martínez. Sin embargo, está unión aún no está acabada y hasta que no se concluya no se podrá conocer sus efectos. Para finalizarla, los pasos imprescindibles son perfeccionar la supervisión bancaria, elaborar un sistema de resolución único y, sobre todo, la creación de un sistema común de garantía de depósitos. Carbó sostiene que este elemento resulta «esencial de la arquitectura de un sistema financiero porque proporciona segurida a la base de ahorro y liquidez del sistema: las cuentas bancarias. Si cada país tiene un sistema diferente, hay distintos incentivos a la protección y sensación de fragmentación. No se consigue un sistema cohesionado y solidario. Y, nunca mejor que en el contexto bancario europeo, la unión hace la fuerza». Por lo tanto, el sistema común de garantía de depósitos acercaría a la UE a tener una Unión Bancaria necesaria para afrontar con mayor solvencia una futura crisis que ya algunos auguran. Además, Martínez concluye que «culminar la integración bancaria es clave para diversificar el riesgo en la zona euro y aprovechar las oportunidades de escala y especialización que ofrece la transformación tecnológica».
vulnerabilidad de los emergentes
Cuando Mario Draghi dio motivos para aplicar las nuevas medidas expansivas señaló a «las vulnerabilidades en mercados emergentes». Se refería a países como China, Brasil o India, que se han convertido en socios relevantes para la economía europea y, por lo tanto, si estos estados van por mal camino, la zona euro se ve bastante perjudicada. El mejor ejemplo es el de China, que tiene una relación directa con Alemania. El gigante asiático lidera la lista de importanciones con destino a la nación germana, por un valor de casi 97.000 millones de euros anuales. Al mismo tiempo, Alemania exporta productos y servicios por más de 84.000 millones al año a China. Así, en los últimos meses el sistema productivo del país presidido por Xi Jinping ha sufrido un duro varapalo por culpa de la guerra comercial con Estados Unidos. Los efectos se han trasladado a la economía de Alemania porque China ha bajado su productividad y, de esa manera, su oferta, por lo que vende más caro. Del mismo modo, esa reducción de la productividad provoca que el gigante asiático no necesite comprar a Alemania tanto como antes. Además, las perspectivas de crecimiento en 2019 de mercados emergentes como Brasil han bajado desde un 2,9% a un 1,9% (según la OCDE) y Europa
Ralentización del crecimiento
La ralentización del crecimiento económico en la zona euro ya es innegable. Las revisiones de las previsiones así lo demuestran. El BCE creía que este año el PIB del área se incrementaría un 1,7%, pero lo ha actualizado al 1,1%. Pero el batacazo más grande llega por parte de la OCDE, que ha reducido su estimación en ocho décimas, del 1,8% al 1%, con el Brexit y la guerra comercial como culpables señalados. Este enfriamento del crecimiento es uno de los principales motivos que han llevado a la máxima entidad financiera europea ha reactivar la economía con medidas expansivas y, además, retrasar la caída en una recesión que parece cada día más cerca. Buena culpa de la ralentización la tiene la parálisis del sextor exterior europeo. Según el Banco de España, en 2018 las exportaciones sólo aumentaron un 2%, frente al 4,3% que crecieron en 2017. El BCE, además, intenta que EE UU no se despegue demasiado, pues incrementará su riqueza un 2,6% en 2019.
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