Impuestos

La guerra trajo los tributos

El auge de las ciudades-estado y los reyes soldado en la Mesopotamia sumeria ayudaron a la creación de un sistema de impuestos férreo para sostener las campañas militares

Lydian Lion es la primera moneda que se acuñó, en torno al siglo VII a. C. en la actual Turquía
Lydian Lion es la primera moneda que se acuñó, en torno al siglo VII a. C. en la actual Turquíalarazon

El auge de las ciudades-estado y los reyes soldado en la Mesopotamia sumeria ayudaron a la creación de un sistema de impuestos férreo para sostener las campañas militares.

Mesopotamia, comienzos del tercer milenio a. C.: las ciudades sumerias viven bajo la protección de su divinidad principal, administradas por un cuerpo sacerdotal que intermedia con esa deidad y gestiona en su nombre el uso de todos los bienes de la comunidad. No existe la propiedad privada ni cargas fiscales, solo la obligación de trabajar para complacer a los dioses.

Cultivo y pastos son distribuidos por los príncipes-sacerdotes en tres rangos: las tierras del templo, las tierras repartidas entre personajes notables, funcionarios y sirvientes, y las tierras arrendadas a cambio de una renta que debió pagarse en parte de la producción obtenida. Es fácil imaginar que las tierras del templo, o tierras de la divinidad, constituyen la parte más importante y productiva, con la cual sostienen la actividad del propio templo y atienden el sustento diario de la población que cultiva esas tierras y de los necesarios artesanos. Por sus obligaciones reciben una retribución en especie. Un sistema de redistribución de la producción que compensa el esfuerzo de los trabajadores mediante raciones en especie con las que alimentarse y vestirse. En los primeros grupos tribales y colectivos neolíticos este sistema implicó la recogida centralizada de los bienes de sus miembros productivos, seguido de un reparto de esos bienes entre todos los miembros de la comunidad, pero en época sumeria este procedimiento se vio modificado por los factores de innovación técnica y el rápido crecimiento de la producción. El control de las aguas, la ampliación del área de cultivo, el uso de los metales y la organización del trabajo repercutieron en un considerable incremento de los bienes obtenidos y en una notable diferencia entre el ingreso en los almacenes de los templos y su salida en forma de raciones para los productores.

El que podría haber sido modelo ideal de una sociedad justa y equitativa mutó en un desajuste perverso. Al ser superiores los ingresos a las salidas es fácil deducir que en los almacenes de los templos, y en el posterior palacio del rey, quedaba una parte de la producción que era, al menos teóricamente, innecesaria para alimentar a los productores directos más la burocracia y la corte. Esa parte de la producción se llama «excedente económico» y en su gestión y uso se encuentra el motor del desarrollo y el progreso, pero también de la codicia y la desigualdad.

Guerreros en el poder

Hacia el 2.650 a. C. se constata la presencia material de un nuevo edificio en el centro de poder de las ciudades sumerias. Es el «palacio», la casa del rey, residencia del primer mandatario de la ciudad (lugal). La aparición de los palacios fue una consecuencia de los conflictos armados. En la cúspide del gobierno, el sumo sacerdote (en) fue sustituido por un guerrero, un individuo capacitado para llevar a cabo las apetencias expansionistas o la defensa frente a terceros. Así, el poder, nacido de la habilidad exclusiva de algunos humanos para relacionarse con los dioses, pasaba de las manos de un príncipe-sacerdote, temido por su relación divina, a las de un líder guerrero que unía la competencia militar a las que habían sido propias de los dirigentes religiosos. La aparición del rey soldado corrió pareja con el aumento de los gastos militares: fortificaciones, equipamientos, soldadas y recompensas. Todo ello requirió del uso excepcional del excedente económico y el establecimiento de recaudaciones extraordinarias bajo promesa de grandes beneficios si se obtenía la victoria y los botines codiciados. Con el crecimiento y desarrollo de las ciudades-estado la ambición de sus gobernantes fue en aumento, y los principales objetivos fueron el dominio de unas sobre otras para controlar el uso de las aguas, las rutas de comercio y la imposición de tributos. El modelo redistributivo fue perdiendo importancia porque los reyes estaban más interesados en los impuestos y el saqueo que en el equilibrio social interno. Además, la insaciable política recaudatoria tuvo que perjudicar gravemente la parte recibida por el productor, que se hallaba cada vez más exigido en su trabajo para soportar la carga de un creciente dispositivo cortesano y burocrático. Los proverbios sumerios, anteriores en más de dos milenios al libro bíblico del mismo nombre, son copiosos en expresiones cotidianas y consejos, como el siguiente que expresa con gracia y rotundidad el verdadero temor de los hombres: «puedes tener un amo, puedes tener un rey, ¡pero es al recaudador a quien debes temer!».

Cuando la ambición expansionista alcanzaba la estabilidad de dominio sobre territorios y ciudades ajenas, estas soportaban la imposición tributaria del rey conquistador, y al tiempo que la sociedad de este monarca recibía los frutos de su imperialismo, las comunidades sometidas sufrían la amargura del vencido entregando su trabajo, viéndose desposeídas de su producción o, aún peor, sometidas a esclavitud. Mesopotamia también fue precursora de las guerras imperialistas y el vasallaje de los pueblos vencidos.