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La incógnita emergente y España

La Razón
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La crisis nunca fue del todo global. Ha sido y es un hecho identificable a ambos lados del Atlántico. Lo que sí que ocurrió es que la dominancia informativa y la globalidad mal entendida siguen tratando de situar en occidente, de forma casi exclusiva, el centro del mundo. La realidad es mucho más amplia y la explosión del los llamados «emergentes» ha generado una nueva realidad mundial en la que las interrelaciones internacionales han ganado protagonismo y los países occidentales han perdido exclusividad. Incluso muchos se han empeñado en hablar de «emergidos» para referirse a estos países de fuerte crecimiento, muy por encima del registrado por el «viejo mundo».

La realidad es tozuda. El orden geopolítico mundial ha cambiado e ignorarlo es absurdo. Sin embargo, tampoco parece razonable negar que si las crisis demuestran algo es que más que crecer de forma abrupta, lo que una economía precisa es estabilidad y sostenibilidad.

En el caso de los emergentes, el crecimiento es indudable pero se ha convertido en una obsesión de valor relativo. Por un lado, porque crecer «más o menos» se ha convertido en algo mucho menos importante que crecer «lo esperado». Así, por ejemplo, si el PIB de China crece al 7% es una decepción, todo depende de las expectativas, todo es, en cierto modo, una apuesta.

En este entorno, en el que Europa y Estados Unidos intentan salir de la crisis y de reafirmar sus apuestas monetarias, parece surgir un problema desde el mundo emergente, la creciente estabilidad europea y norteamericana coincide con brotes de inestabilidad y zozobra preocupantes en muchos países asiáticos y latinoamericanos. Las divisas de países como Turquía, China, Perú y, más recientemente (aunque de forma esperada) Argentina, registran estas últimas semanas vaivenes que suelen finalizar en fuertes depreciaciones.

¿Están entrando los países emergentes en crisis? No parece tanto que ese sea el caso sino que hay otras cuestiones que merecen una explicación más detallada. Muchos de estos países de rápido crecimiento que esquivaron la primera gran crisis del siglo XXI habían sufrido no hace demasiado tiempo crisis financieras y cambiarias bastante graves. En muchos casos, la parte financiera la intentaron cubrir con políticas mucho más exigentes de supervisión prudencial y solvencia. No obstante, la parte cambiaria seguía abocada a una considerable inestabilidad.

La debilidad del dólar y la expansión cuantitativa en Estados Unidos fueron un caldo de cultivo importante para mantener la pujanza de muchas de las economías asiáticas y latinoamericanas pero conforme están cambiando las tornas monetarias en Estados Unidos y el dólar vuelve a su lugar, la inestabilidad cambiaria ha crecido en muchos emergentes, despistados a su vez por la menor pujanza de sus exportaciones conforme se ratifica el crecimiento en las viejas naciones dominantes. A ello hay que añadir dos factores.

Asia y Latinoamérica

En Asia, la apuesta monetaria de Japón ha acaparado gran parte de la atención, despertando recelos en China y en otros competidores históricos. Sin embargo, la inestabilidad creciente en estas economías no puede asociarse de forma exclusiva a la recuperación de la pujanza monetaria y comercial en otras áreas sino también a las propias debilidades de los afectados. Brasil lleva decepcionando en su comportamiento macroeconómico desde hace más de un año. China no encuentra el equilibrio adecuado entre intervención, apertura y exceso de inversión y ya pocos creen en su voluntad reformista.

Por otro lado, países como Argentina llevan instalados demasiado tiempo en una demagogia de pésimas consecuencias para sus ciudadanos, con un intervencionismo y una política monetaria desequilibrada que encamina al país a un nuevo colapso.

Lo que cabría esperar es que esos desequilibrios no vayan a mucho más. En todo caso, la mejor respuesta que podemos dar es que «dependerá del caso». En algunos, como Argentina, la desviación en el camino recorrido es ya demasiado amplia. En otros, puede haber músculo comercial y monetario para evitar males mayores.

En lo que respecta a España, esta situación señaliza distintos retos. El primero, que la apuesta latinoamericana –siendo una diversificación y expansión internacional que genera innumerables ventajas a las empresas españolas– puede convertirse, en casos como el argentino, en una nueva fuente de inestabilidad con la que lidiar. Afortunadamente, la situación dista de parecerse a desagradables eventos del pasado y hoy es más manejable pero el riesgo es importante y debe considerarse.

El segundo, como se ha señalado en tantas ocasiones, las fuentes de inestabilidad del futuro de la economía española parecen estar tanto en el mercado doméstico (con desafíos tan grandes como el del paro y la reducción de deuda pública y privada son descomunales) como en la esfera internacional.

Por eso, a la senda de recuperación económica española que ahora se está afrontando se le suele denominar de lenta pero sostenible pero hay muchos resfriados que aún nos pueden causar estornudos, como los de estos días desde Latinoamérica.

*Catedrático de Economía de la Bangor Business School (Reino Unido) y de la Universidad de Granada e investigador de Funcas