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Mi vida en Glovo: 6 horas de bici al día, 1.300 euros al mes

Acompañamos a Gustavo durante una jornada de trabajo para conocer cómo funciona el fenómeno «Glover». «No es cuestión de trabajar mucho, sino de hacerlo en las franjas horarias con más demanda. Hay quien consigue 4.000 euros al mes», confiesa.

Gustavo, repartidor de Glovo / Foto: Cipriano Pastrano
Gustavo, repartidor de Glovo / Foto: Cipriano Pastranolarazon

Acompañamos a Gustavo durante una jornada de trabajo para conocer cómo funciona el fenómeno «Glover». «No es cuestión de trabajar mucho, sino de hacerlo en las franjas horarias con más demanda. Hay quien consigue 4.000 euros al mes», confiesa.

Gustavo todavía está impresionado por la muerte de un compañero «glover» en Barcelona a finales de mayo. «Cuando recibí en mi móvil las fotos del accidente tuve que bajarme de la bici. Por un momento me vi a mí mismo tirado en el suelo, podría haber sido yo, fue muy duro la verdad», dice con tristeza. Una trágica noticia que por enésima vez ha puesto a esta empresa de mensajería nacida en 2015 en el punto de mira. ¿Están realmente desprotegidos los «riders» de Glovo? ¿Cómo es su día a día? ¿A qué peligros se enfrentan? ¿Qué se puede hacer para evitar una nueva desgracia?

Nos reunimos con uno de los 7.000 «glovers» que trabajan en España para analizar esta situación y relatarnos en primera persona los desafíos con los que lidia cada jornada. Gustavo lleva dos años trabajando con ellos, lo que comenzó siendo un «hobby» se ha convertido en su principal fuente de ingresos. «Soy pianista clásico y compositor. Esta es mi verdadera profesión. ''Glover'' es mi oficio. Al terminar la carrera lo vi como una oportunidad de generar ingresos extra con un empleo que me parece muy curioso. Cuando era estudiante, mis amigos siempre se reían de mí porque decía que me gustaba mucho el oficio de repartidor. Veía a los de correos y me daban envidia porque me parece un trabajo de campo apasionante. Además la bici es una de mis grandes aficiones así que cuando supe de la existencia de Glovo no tardé ni un segundo en apuntarme», asegura este joven de 28 años que aún recuerda que su primer pedido fue el 26 de noviembre de 2017. «Viernes, si no recuerdo mal», añade. Fue su novia la que también le empujó a hacerlo y ahora ha sido él quien la ha convencido para que también sea «glover».

Para Gustavo, que vino de Colombia hace ocho años para realizar sus estudios superiores de música, gran parte de las críticas que se vierten sobre la empresa para la que «colabora» («Está lleno de eufemismos, no decimos trabajar sino colaborar», apunta) están infundadas. «La cuestión de que seamos autónomos es para mí una ventaja. No me gusta tener jefe, trabajo cuando quiero, las horas que a mí me viene bien y libro cuando yo decido», relata. De hecho, Gustavo es ave nocturna. Cuando nos citamos con él, a primera hora de la mañana, acaba de terminar prácticamente su jornada laboral. Empieza a las nueve de la noche y termina a las seis de la mañana con tres horas de pausa entre medias que aprovecha para ir a casa, cargar el móvil, cambiar la batería de su bici y estudiar un rato antes de volver a la carga. «Me gusta la noche, es más relajado para todo y la carretera más segura. Por las mañanas duermo», aclara.

Su objetivo son los 1.000 euros mensuales, 500 quincenales, aunque normalmente supera los 1.300. «El 70% de mis ingresos vienen de Glovo, el otro 30% de la música. Tengo un quintento de cuerda y una banda de rock. Sobre todo trabajamos en bodas y eventos», dice Gustavo. Sus amigos «glovers» le dicen que por qué no trabaja más horas para ganar algo más, «pero no quiero forzar, prefiero disfrutar con lo que hago, no verlo como una obligación. Quiero quedarme con las ganas de más bici para el día siguiente, pero es cierto que soy de los que menos ganan, tengo amigos que tienen unos ingresos de unos 4.000 euros al mes», afirma. ¿Para conseguir esa cifra hay que trabajar a destajo? «Para nada, no es cuestión de trabajar más horas, sino de elegir la mejor franja del día y la semana. Lo más rentable es hacerlo el fin de semana en la noche, para las cenas. Y por supuesto, en moto», desvela.

Los críticos de «Glovo» apuntan a una esclavitud para alcanzar un sueldo digno, pero este «rider» lo desmiente. «Cada uno elige hasta donde quiere trabajar, nadie te obliga a echar más horas. Mira, por cada pedido tenemos una base de 2,50 euros y luego sumas por kilómetros que en Madrid son 0.35 euros, si no recuerdo mal. Como mínimo, a mí los pedidos me salen a 4,20 cada uno», analiza. Él, en estos dos años, ha hecho más de 10.000 kilómetros. Se planteó como objetivo «llegar a América, que son cerca de 9.000 km, así que ya lo he superado, solo me queda regresar», bromea. También se ha marcado como meta realizar entre 250 y 300 pedidos al mes. «Esto es autogestión. Cada uno decide hasta dónde quiere llegar», insiste.

Proposiciones indecentes

Gustavo se sabe todos los trucos. Por ejemplo, cuando le preguntamos por la cantidad neta que le queda de sus ingresos nos habla de las ventajas fiscales que tiene. «Nos podemos desgravar por un montón de cosas: por la bici, el móvil... En ocasiones, la cuota de autónomos me queda a cero, además este año la declaración de la renta me salió a devolver, ¡1.000 euros». Para este ciclista-repartidor todo son ventajas, pero en la sociedad sobrevuela todavía la posible desprotección de estos trabajadores. «En cuanto a la seguridad, claro que me preocupa, porque ir en bici en ciudades grandes como Madrid es un riesgo, pero creo que en este sentido son los ayuntamientos los que deberían reforzar la seguridad en la carretera para los ciclistas y así evitar tragedias como la de nuestro compañero de Barcelona», sentencia, al tiempo que insiste en que «hay mucha desinformación sobre el trabajo que realizan los ''glovers'', así como falta de regulación y legislación, lo que trae el caos». «Fíjate, ahora corre el bulo de que Glovo nos escucha a través del móvil», dice.

Para este colombiano, la responsabilidad del ciclista también recae sobre uno mismo. «Hay que recordar que somos autónomos y si tenemos un incidente en la carretera, no se considera accidente laboral, sino en tránsito, pero esto le ocurre a todos los autónomos, no solo a los ''glovers''. Yo de todas formas tengo un seguro con la empresa que nos cubre en caso de accidente la hospitalización, daños a terceros e indemnización en caso de muerte», matiza.

Aunque según nos confiesa Gustavo, no todos los peligros están en la carretera. Él trabaja de noche y eso conlleva dar con clientes y anécdotas dignas de un guión de Almodóvar. A él le han ofrecido sumarse a las fiestas cuando acude a repartir alcohol, incluso en varias ocasiones han querido ligar con él e invitarle a «pasar». «Dos chicas me pidieron el teléfono. Hay situaciones muy surrealistas. Personas que te reciben medio desnudas, que te piden que les entregues el pedido por la ventana... da para escribir un libro». Gustavo tiene vetado el transporte de pizzas «son muy delicadas» y entre su «top 5» de pedidos están el tabaco («no soy fumador y ya me he convertido en un absoluto experto en las diferentes marcas», dice), hamburguesas, bocadillos, preservativos y alcohol. «Estoy bastante cansado de tener que comerme yo las hamburguesas, porque muchos de los clientes debido a los horarios en los que trabajo cuando llego se han quedado dormidos», se ríe.

Su valoración como repartidor está en el 97% (eso lo confirman los 40 euros de propina que ha llegado a recibir) y tiene claro una cosas: «Sólo dejaría Glovo si me ofrecieran un contrato, yo quiero seguir rodando libre». Una declaración que quizá indigne a más de un compañero suyo que reivindica mayor protección y estabilidad laboral. Gustavo se despide, se sube a su bici, se carga la mochila amarilla y pone rumbo a casa a dormir.