Macroeconomía
Oriente Próximo reconfigura su mapa económico
Actos como el bombardeo americano a una base militar siria afectan a países de la región, en especial a Irán. Estados como Israel apuestan por la electrónica y los productos farmacéuticos, y Jordania, por las renovables
Los países exportadores de petróleo se han visto obligados a impulsar nuevas reformas económicas de austeridad y a diversificar sus negocios para afrontar la considerable disminución de sus ingresos.
Oriente Próximo está cambiando y la región ha optado por impulsar la economía a través de nuevos recursos minerales y naturales. Cierto es que el petróleo y sus derivados siguen siendo el pilar económico para países como Irak, Kuwait, el conjunto de Emiratos Árabes Unidos, Omán o Irán. Sin embargo, el hecho de que el oro líquido sea un recurso limitado ha provocado que nuevos estados, hasta ahora denostados al ostracismo económico, entren en el nuevo tablero de las negociaciones.
«Durante el año pasado, los bajos precios del petróleo y los conflictos bélicos mermaron la economía de la región. Los países exportadores de petróleo se han enfrentado a una disminución considerable de ingresos, lo que les ha llevado a imponer nuevas reformas económicas, políticas de austeridad y diversificar sus economías a sectores diferentes al del petróleo. A este ritmo, las perspectivas de crecimiento para los siguientes años no serían suficientes para crear los empleos necesarios que demandará una población cada vez más joven y preparada. Además, este deterioro de la economía en la región afectará también de forma directa a los países que son importadores del crudo», explica a Tu Economía Jose María Montiel, miembro de la Junta directiva de la Cámara de Comercio Hispano-Turca.
Algunos de los estados que han decidido abrirse a nuevas alternativas económicas son Israel, que apuesta por la electrónica y los productos farmacéuticos, y Jordania, que por su parte abraza las renovables. De hecho, el reino Hachemí, que lideró hace tan sólo un mes la XXVIII Cumbre de la Liga Árabe, «aspira a ser el nuevo Silicon Valley de la región», asegura Rima Alaaden, portavoz del Ministerio de Exteriores jordano, que insiste: «el 73% de las TIC de Oriente Próximo provienen de Jordania».
Tras la celebración de la Cumbre Árabe, el rey Abdullah II de Jordania cerró varios acuerdos comerciales, entre ellos uno de 4.000 millones de euros con el rey de Arabia Saudí, Salman bin Abdulaziz. El reino Hachemí aspira a hacerse con el control de las renovables en la región –ha cerrado recientemente otro acuerdo de 70 millones de dólares para la construcción de una planta de energía solar– y aprovechar su posición estratégica en medio del caos para iniciar la reconstrucción de los países vecinos, asediados por la guerra.
Pero, más allá del creciente fértil, ¿qué está cambiando en Oriente Próximo? Si la caída del petróleo ha afectado negativamente a las economías más poderosas hasta ahora, por el contrario, las potencias emergentes han impactado en los nuevos mercados mediante las infraestructuras, y la industria logística. «En general, los países no árabes como Irán, Turquía o Israel están logrando ser jugadores claves en factores económicos y políticos de Oriente Medio, mientras que los países árabes están perdiendo poder», asegura Montiel. Estas nuevas dinámicas repercuten a su vez de forma directa en la creación de empleo o el crecimiento del PIB que, según datos del Banco Mundial se estima que crezca entre un 3,1% y un 4% este año. Aún así, «el crecimiento del PIB de la región para 2017 se espera sea uno de los más bajos desde la crisis financiera del 2009», puntualiza Montiel.
Los conflictos regionales, aumentan la presión sobre los gobiernos, que han incrementado el gasto en seguridad, bien sea para acoger refugiados, comprar armamento o aumentar las herramientas de empoderamiento de la sociedad: educación y sanidad. En consecuencia, «el énfasis económico se está centrando en iniciativas a medio y largo plazo que impulsan el gasto en desarrollo, donde el papel del sector privado es cada vez más importante, pese a que el sistema financiero no es sólido debido, entre otros factores, a los altos riesgos que ofrece la región», explica Tarek Dajani, CEO de Jordan National Shipping Lines P.L.C.
Algunos analistas temen que la carrera bélica de Estados Unidos en Siria empeore además la situación. El pasado 6 de abril el Ejército estadounidense atacó una base militar siria después de que se confirmara un ataque químico sobre la provincia de Idlib y cuya autoría no ha sido aún confirmada. Este tipo de acciones, comentan los expertos, afectan de manera determinante a los países de la región, sobre todo a los productores de petróleo como Irán. Tras el ataque norteamericano, se estima que el precio del crudo caiga por debajo de los 50 dólares (47 euros).
Los desplazados
Pero, ¿existe negocio más allá de los pozos de petróleo? «Si neutralizamos los factores no económicos, es evidente que las potencias regionales son aquellas que controlan los recursos naturales, y las que instruyen a la región mediante la innovación e infraestructuras económicas. Por lo tanto, Arabia Saudí, Irán y Egipto son los poderes económicos más relevantes si excluimos a Israel», asegura Dajani. Pero además, el periodo de agitación que vive Oriente Próximo no colabora a un desarrollo de la economía. Siria, Yemen, Irak y Libia son actualmente protagonistas de conflictos armados devastadores y que dejan ya más de 15 millones de personas desplazadas de sus hogares. Estos acontecimientos bélicos han llevado a que millones de familias busquen refugio en economías vecinas y frágiles como la de Jordania, Djibouti o Túnez. «Jordania acoge a más de 1,3 millones de refugiados sirios. Esto afecta a la inflación y a los recursos. Nuestra población es extremadamente generosa, pero sinceramente, ya es suficiente. Es hora de que la comunidad internacional asuma sus responsabilidades», asevera la portavoz del Ministerio de Exteriores jordano. El mundo está siendo testigo de la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Además, la amenaza del terrorismo impide que países en transición como Egipto, Túnez o Marruecos evolucionen económicamente ya que han tenido que abordar de manera inmediata inquietudes relacionadas con la seguridad. Las perspectivas de poner fin a las guerras en la región no son alentadoras. Debido a este factor, muchos inversores y empresas extranjeras han decidido frenar su actividad en la zona y sectores como el del turismo han experimentado una desaceleración. El Banco Mundial prevé para 2017 un crecimiento del número de turistas del 2,7% frente al 3,5% del año pasado.
La difícil situación por la que atraviesa el sector ha obligado a países como Egipto, a iniciar una serie de reformas económicas para mantener su equilibrio presupuestario e intentar rozar los 5.000 millones de dólares (unos 4.600 millones de euros) de inversión extranjera en el presente año. No obstante, Hafez Ghanem, vicepresidente del Banco Mundial para la región, puntualiza que, «todo esfuerzo por impulsar cualquier sector económico será vano si no se frena el desempleo juvenil», el talón de Aquiles de la región. El 30% de los graduados universitarios de Oriente Próximo están desempleados, según datos del Banco Mundial. Por lo tanto, la falta de diversificación económica y la alta tasa de desempleo juvenil azota los mercados y amenaza la estabilidad social.
Por su parte, los países exportadores de petróleo como Argelia, Irán o los integrantes del Consejo de Cooperación del Golfo mantienen una disputa abierta por los bajos precios del crudo. Esto ha provocado que sus economías no ahonden en otros mercados.
Por lo tanto, ¿cuál será el futuro para la región? La recuperación económica de Oriente Próximo será lenta. La combinación de guerras civiles e internacionales, la llegada de refugiados, los ataques terroristas que golpean el corazón de la región, el desplome de los precios del petróleo, etc. son elementos suficientemente potentes para frenar el desarrollo económico del conjunto de los países que, en 2016, crecieron un 3% y que se espera que, en 2018, rocen el 4%.
Es decir, si no se continúa con una trayectoria ascendente sobre los precios del petróleo, la escalada de conflictos que asola la región obligará a incrementar el gasto público y socavar las rutas fiscales, todo ello acciones derivadas de la volatilidad de los precios del crudo. El aumento de más riesgos relacionados con el terrorismo internacional, la incertidumbre económica y las lentas inversiones podrían provocar efectos negativos sobre la economía de estos países que pierden, año tras año, inversión extranjera y puntos porcentuales de crecimiento. Según Dajani, «la región seguirá siendo dependiente de la exportación e importación de recursos naturales y otros productos industriales de alta tecnología. A medio plazo, habrá una reconfiguración del mapa de Oriente Próximo, lo que no beneficiará a las economías regionales en absoluto, ya que otros países como Estados Unidos, o países europeos y asiáticos ocuparán su propio rol en la región».
Por su parte, Montiel augura una desaceleración económica: «Todas las predicciones revelan una contracción de los indicadores y de la actividad económica en la zona en los próximos años. Las políticas de austeridad han supuesto una reducción considerable de las inversiones en sectores de gran importancia para el desarrollo de los países, como el de la industria o la construcción. Por otra parte, la inestabilidad política causa desconfianza a la hora de invertir».
Arabia Saudí, ¿un reino en decadencia económica?
En los últimos años, Arabia Saudí ha sido el poder económico dominante en la región. Si embargo, la bajada de precios del petróleo y la apertura de Irán al exterior han cambiado las piezas sobre el tablero del ajedrez de Oriente Próximo. «Se espera que Irán tenga una de las mayores tasas de crecimiento económico de la región –un 5,2%– durante el año 2017, junto con Israel, Turquía y Qatar, mientras que Arabia Saudí tendrá una de las menores –1,6%–. Por su parte, Egipto y Emiratos Árabes Unidos están llevando a cabo varias reformas económicas y diversificando sus mercados por lo que se espera que tengan una alta tasa de crecimiento en los próximos años», afirma Montiel. Mientras, Irán ganó terreno durante la primera y segunda legislatura del ex-presidente Barack Obama, Arabia Saudí perdió peso como interlocutor regional. Países como Turquía e Israel supieron aprovechar esta situación y se convirtieron en elementos clave en el terreno político y económico de Oriente Próximo. Sin embargo, Dajani recuerda que, «Arabia Saudí se ha comprometido con la iniciativa estratégica “Visión 2030”, que trata sobre el fortalecimiento de los fundamentos de la economía y la reducción de la dependencia de las exportaciones de petróleo». Esto supone que el reino adquirirá necesariamente en los próximos años un peso aún mayor dentro de las dinámicas de las políticas árabes y su relación con China, Estados Unidos y Europa.
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