Medidas económicas
¿Por qué los «youtubers» están huyendo del infierno fiscal español?
Tal vez nunca haya escuchado hablar de Lolito Fernández, ni tampoco de Fortnite, el juego online que lo lanzó a la fama dentro de la comunidad de Youtube, pero este joven malagueño de 27 años se ha convertido en uno de los últimos símbolos de las pauperizadoras consecuencias de los muy elevados impuestos que padece nuestra economía. Y es que Lolito Fernández anunció esta semana, a bombo y platillo, que trasladaba su residencia fiscal desde España a Andorra debido a la insoportable voracidad tributaria del Fisco patrio.
Tras su declaración, han sido muchos quienes lo han criticado con dureza. A su juicio, Lolito no es consciente de los muchos servicios que está recibiendo del Estado español y merced a los cuales ha disfrutado de una buena vida en nuestro país. Sin embargo, más bien parece suceder que los críticos de Lolito –y de otros muchos «youtubers» que ya se han marchado previamente de España– no son conscientes de lo elevadísima que es la carga tributaria en nuestro país para los perceptores de ingresos medios-altos.
Así, para una renta de 100.000 euros anuales (los que aproximadamente puede estar cosechando un «youtuber» famoso como el que nos ocupa), la carga fiscal por impuestos directos e indirectos asciende a unos 30.000 euros (en torno al 30% de esos ingresos), de acuerdo con el reciente informe de Fedea sobre el «reparto de los impuestos y las prestaciones monetarias entre los hogares españoles». A esta estimación, faltaría añadirle las cotizaciones sociales, que en el caso de un trabajador autónomo pueden suponer otros 3.300 euros anuales, pero que para un asalariado con tal remuneración ascenderían a más de 16.000 euros anuales (y si Sánchez termina destopando las cotizaciones sociales, a unos 37.000 euros).
En definitiva, un autónomo que ingrese 100.000 euros anuales termina pagando casi 35.000 euros en figuras fiscal tan diversas como IRPF, IVA, Seguridad Social o impuestos Especiales, mientras que un asalariado en su misma situación soportaría una presión fiscal de casi 50.000 euros anuales. A buen seguro los habrá que juzguen que se trata de sumas muy razonables y necesarias para el sostenimiento del Estado de Bienestar, pero, en todo caso, habrá que reconocer que ese autónomo está pagando impuestos muchísimo más cuantiosos que el valor de aquellos servicios que le proporciona el Estado.
Esto último resulta, además, especialmente grave para aquellos ciudadanos que obtienen esas rentas medias-altas con carácter extraordinario. Es bien posible que el tal Lolito Fernández –o cualquier otro «youtuber» famoso a día de hoy– sólo consiga tan altos ingresos durante unos pocos años: cuando ellos o sus juegos pasen de moda, no es en absoluto descabellado pensar que pueden regresar a la parte baja de la tabla salarial. Ahora bien, si durante sus buenos años se han comportado inteligentemente –esto es, si ahorran y reinvierten la mayor parte de sus altos ingresos–, el pinchazo de su actividad profesional no les resultará dramático: habrán acumulado un colchón financiero del que podrán seguir viviendo decentemente durante muchos lustros. ¿Problema? La altísima fiscalidad de España impide que uno pueda amasar un patrimonio decente apenas con unos pocos años de ingresos extraordinarios. Por eso, muchos profesionales huyen de España: para que no les parasiten sobreproporcionalmente durante su etapa laboral dorada.
Ciertamente, el caso de Lolito Fernández es del todo anecdótico, pero aun así ilustra un problema del que pocas veces los políticos son conscientes: los impuestos tienen consecuencias negativas sobre la economía; en particular, expulsan del país a aquellos trabajadores más valorados dentro de sus sectores. Más impuestos no sólo es más rapiña sino también más pobreza.
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