Energía

Qué pagamos en nuestra factura de la luz

El coste de generación varía según la tecnología empleada. Las renovables, las más baratas; las de gas y carbón, las más caras

La energía solar, una de las más baratas
La energía solar, una de las más barataslarazon

En la factura, el 39% corresponde al suministro. El resto incluye costes de política energética e impuestos.

Todos sabemos el precio que pagamos por la luz. Mensualmente, las compañías eléctricas nos hacen llegar nuestro correspondiente recibo eléctrico. Sin embargo, lo que desconocemos es cuánto cuesta producir esa energía. Lógicamente, los costes varían según la tecnología empleada para generar electricidad. Y es que en el caso del viento o el sol, el coste es cero (aunque depende de las condiciones meteorológicas), frente a otros tipos de generación que deben pagar por el combustible que emplean (carbón, gas, petróleo...). Por ejemplo, el coste aproximado de generación de la fotovoltaica se sitúa, a día de hoy, en España 33-40 euros€/MWh, según datos de la Asociación Nacional del Productores de Energía Fotovoltaica (Anpier). Se trata de una tecnología que, en los últimos años, se ha abaratado paulatinamente. Igual ocurre con la termosolar. De hecho, en las últimas subastas que se han realizado en Marruecos, el precio del kilovatio hora se ha situado en 13 céntimos de euro, según datos de la Asociación Española de la Industria Solar Termoeléctrica (Protermosolar). En el caso de otra renovable, como es la eólica, el coste de operación y mantenimiento de las instalaciones en marcha (23.000 MW) oscilan entre 10 y 30 euros/MWh, según cifras de la CNMC. No obstante, hay que tener en cuenta que este rango de precios no incluye el coste de inversión. Además, las renovables tiene un efecto reductor sobre los precios del mercado eléctrico y es que, tal y como apuntan desde la Asociación Empresarial Eólica, «cuando sopla el viento, la factura de la luz es más barata». Sus cálculos estiman que si no hubiese existido la tecnología eólica, el precio medio anual del mercado eléctrico hubiera sido en 2015 de 62,32 euros/MWh, un 23,8% más alto.

¿Pero cómo se forma el precio de la energía? El coste de la energía se fija en un mercado competitivo («pool») donde las diferentes fuentes de energía ofertan la electricidad para satisfacer la demanda prevista con un día de antelación. Los primeros megavatios que entran en el «mix energético» son los de origen hidráulico, nuclear y eólico, es decir, los más baratos. A medida que la demanda aumenta, se incorporan los generados por carbón y gas natural, las tecnologías más caras. Son, precisamente, estas últimas las que determinan el precio final de la electricidad a través del algoritmo de integración del mercado eléctrico híbrido de Europa (Euphemia), que unifica el mercado eléctrico europeo, y que tienen como objetivo garantizar la eficiencia energética Por tanto, a mayor demanda, mayor coste.

Eficiencia

Desde Unesa indican que, aunque las renovables son tecnología muy baratas de operar, su instalación tiene unos costes elevados, por lo que necesitan de pagos adicionales fuera del mercado (prima) para que así puedan ser rentables y que nuestro país cumpla con los compromisos en materia medioambiental de reduccción de emisiones de CO2. «Tenemos un mercado eléctrico integrado, un mercado marginalista, que siempre busca los recursos más baratos para generar energía. Se ha demostrado que el mercado es más eficientes, ya que, desde que se puso en marcha, la energía ha bajado de precio», afirman fuentes de Unesa.

Este mecanismo provoca, en opinión de Jorge Fabra, un aumento considerable de los ingresos de las centrales cuyos costes de generación es más barato. El ex presidente de REE asegura en sus informe «Ausencia de diagnóstico, alternativas no analizadas, arbitrariedad y discriminación en la nueva regulación del Sector Eléctrico» que «los precios percibidos por las centrales nucleares se sitúan entre un 180% y un 227% por encima de sus costes remanentes, y entre un 480% y un 600% en el caso de centrales hidroeléctricas. Además, estás retribuciones se generan en la explotación de bienes públicos –la fuerza hidráulica de las cuencas hidrográficas española– mediante concesiones administrativas que nunca fueron adjudicadas en concursos públicos competitivos». Anpier considera que se podrían contener las tendencias alcistas que se producen cíclicamente en el mercado eléctrico español cuando no entran las renovables –que son las que colocan los precios por debajo de los 40 euros/MW– si el Gobierno ajustara el sistema de formación de precios de la energía, que retribuye todo el suministro al precio de la última unidad necesaria para cubrir la demanda estimada para cada día.

España es un país con una electricidad relativamente barata. No se puede decir los mismo del recibo de la «luz». Y es que, según Eurostat, los ciudadanos españoles pagan la quinta factura más cara de toda la UE. Tan sólo nos superan Dinamarca, Alemania, Italia e Irlanda. Mientras que el precio medio en la UE es de 21,1 euros por cada 100 kilovatios por hora, en España esta tarifa asciende a 23,7 euros. Pero, ¿a qué se debe este elevado precio? Según Unesa, de la factura eléctrica tan sólo el 39% corresponde al coste del suministro, siendo el resto debido a los costes de la política energética y los impuestos (la «luz» está gravada con un IVA del 21%, al que se une otro 5% en concepto de tributo específico). En los últimos años, los costes ajenos al suministro se han visto notablemente incrementados, pasando del 27% de 2005 al 55% en 2014. Así, en estos costes ajenos se incluyen tanto los impuestos como los llamados peajes de acceso, que incluyen la prima para el fomento de las energías renovables, la moratoria nuclear, los costes extraordinario de las islas y de Ceuta y Melilla y el déficit de tarifa. Una «mochila» con la que carga el consumidor cada mes independientemente de las veces que le dé al interruptor.

Externalidades

Pero el coste va más allá de lo que se paga en el recibo de la luz. En este sentido Anpier, está desarrollando en colaboración con Greenpeace, «El Proyecto transición energética», en el que, otras cosas, trata de cuantificar el impacto que las energías de origen fósil tienen para la sociedad, las denominadas «externalidades negativas». Y es que, por ejemplo, el coste sanitaria derivado de enfermedades provocadas por la emisiones de CO2 es creciente. El trabajo aglutina a profesionales de la medicina, la economía, del derecho, del medio ambiente, de la agricultura, de la Ingeniería, del Periodismo y del Asociacionismo medioambiental para la elaboración de una pericia que aporte una perspectiva global del problema.