Opinión
Siete años de deuda, déficit y gasto
El gasto no financiero, sin contar los fondos europeos, habrá crecido en 75.519 millones desde que Sánchez llegó al poder
Tras la publicación de los datos de deuda del pasado mes de mayo, se completa un período de siete años desde que Pedro Sánchez fue nombrado presidente del Gobierno. Sin duda, su política económica, aparte de por la subida de impuestos, está marcada por el gasto público, el déficit y el terrible endeudamiento en el que todo ello desemboca.
Si el gasto es creciente, como vimos en el último techo de gasto no financiero, el de 2025, aunque sin aplicación al no haber Presupuestos Generales del Estado (PGE) en vigor, sino prorrogados los de 2023, la deuda es exponencial.
Así, el techo de gasto, sigue por la senda de los desembolsos tremendamente expansivos, con un incremento del gasto no financiero –sin fondos europeos– de un 3,2%, que equivalen a 6.138 millones de euros más, para dejarlo, sin fondos europeos, en 195.353 millones.
Aun sin contar los fondos europeos, el gasto no financiero habrá crecido en 75.519 millones desde que Sánchez llegó al Gobierno. Con los fondos europeos es un incremento del gasto no financiero desde 2018 de 79.337 millones de euros.
Si se suman los fondos europeos, el techo de gasto no financiero se eleva hasta 199.171 millones, es decir, 51 millones de euros sobre el actual que incluye fondos europeos.
En cuanto a la deuda, pese a que algunos meses pueda descender debido a un mero efecto de decalaje entre amortizaciones y refinanciaciones, no por un descenso real de deuda, su senda sigue siendo ascendente, pues el déficit público continúa incrementándose.
Así, Sánchez sigue incrementando la deuda igual que lo ha hecho durante los siete años de su mandato, ascendiendo camino de los 1,7 billones de euros.
Este grave problema puede poner en peligro a la economía española, tanto por su capacidad para financiarla si el Banco Central Europeo (BCE) deja de comprar deuda, como por la repercusión de sus intereses en el presupuesto, que mermará recursos para servicios esenciales y que, a su vez, incrementará el gasto.
De esa forma, el incremento del gasto es un problema importante, con el déficit estructural, construido sobre un gasto desmedido, que se ha ido consolidando en el tiempo, como principal problema.
Así, sobre la base de unos ingresos coyunturales, se ha ido asumiendo un incremento del gasto anual en el sector público, especialmente en el Gobierno de la nación, que nos lleva a una situación de insostenibilidad.
Recordemos que en 2022, por ejemplo, con una recaudación adicional de más de 30.000 millones, el déficit sólo se redujo dos décimas sobre el objetivo, que denota el importante incremento del gasto que se está produciendo, pues con ese aumento adicional de ingresos el déficit debería haberse reducido más de dos puntos sobre el PIB.
Esto significa que se está gastando la totalidad de ingresos que se generan, cosa preocupante, porque se gasta de manera estructural sobre ingresos coyunturales.
Este endeudamiento se agravará, por mayor crecimiento de gasto, que incrementará los desembolsos y el déficit estructural.
De esa manera, el déficit estructural español se sitúa alrededor de cuatro puntos porcentuales sobre el PIB, elemento que señala un grave desequilibrio de la economía española. Déficit estructural que es la gran preocupación de la Comisión Europea.
La propia AIReF ha advertido sobre la aceleración del gasto y ha pedido que se tomen medidas para corregirlo, pues considera que debería gastar alrededor de 5.000 millones de euros menos, lo que sería un incumplimiento de la regla de gasto.
De esa forma, seguimos con un incremento exponencial del gasto, manteniéndonos en el furgón de cola de la recuperación de la UE, pese a la revisión extraordinaria al alza que ha realizado el INE, en un entorno económico complicado, con repunte de los precios desde hace cinco meses, y con un optimismo imprudente por parte del Gobierno.
El Gobierno se equivoca: los ciudadanos necesitan que el Gobierno les aligere de cargas, como, por ejemplo, la deflactación del IRPF, y la bajada de impuestos, no que los endeuden más, y la economía necesita de una serie de reformas estructurales para crecer de manera sana y sostenible.
Es imprescindible, por tanto, reducir el gasto ineficiente, porque es el origen del problema y vuelve insostenible el mantenimiento de la estructura económica con semejante endeudamiento.
El gasto es preocupante, pero nadie parece incidir suficientemente en la necesidad de reducirlo, al ser impopular, pero no podemos permitirnos este nivel de gasto. Si no se reduce, entonces los recortes, cuando estalle el problema, tendrán que ser mucho más fuertes que si se ajustase a tiempo. Esa es la realidad.