Análisis
Trump juega al póker con la economía mundial
Cuando se cumplen 100 días del nuevo gobierno americano, se duda si tiene un as bajo la manga o, por el contrario, va de farol
Cuando se han cumplido 100 días de Gobierno de Donald Trump, los aranceles protagonizan la política económica de la nueva administración americana. El inquilino de la Casa Blanca está inmerso en una vorágine que ha generado una profunda inestabilidad mundial y que, claro está, afecta sobremanera a Estados Unidos. Hasta tal punto llega el caos generado que se está empezando a poner en entredicho uno de los pilares fundamentales del sistema financiero global: el estatus del dólar y del bono americano como activos refugio indiscutibles.
Ante este panorama, cabe preguntarse si Donald Trump está jugando una partida de póker, en la que tiene escondido un as bajo la manga o va de farol. Y es que no hay que olvidar que el presidente americano ha tenido una relación muy estrecha con el negocio del juego, ya que fue propietario de varios casinos en Atlantic City.
En el mundo del póker en línea, es común desear suerte al inicio de una partida con la expresión «Good Luck, Good Luck» (GLGL). Sin embargo, el juego no es solo cuestión de azar; la habilidad para gestionar el riesgo es clave para salir victorioso. Este mismo principio rige a un grupo de personas que han aprendido a controlar la incertidumbre y han convertido el riesgo en su forma de vida. Son los apostadores profesionales, inversores de capital riesgo o los criptoinversores que, según el estadístico Nate Silver, conforman un ecosistema que él denomina «El Río».
En su nuevo libro, «On the Edge» («Al Límite», Debate, 2025), Silver analiza cómo este grupo de individuos –desde jugadores de póker hasta magnates tecnológicos– asumen niveles de incertidumbre que la mayoría consideraría inaceptables. Para ellos, vivir al límite no es una cuestión de dinero, sino una filosofía de vida.
Silver, reconocido por su precisión en la predicción electoral en EE UU y su trabajo en FiveThirtyEight, sabe de lo que habla. Antes de dedicarse al análisis político, fue jugador de póker profesional, un juego que, como la inversión y la innovación tecnológica, requiere cálculo probabilístico, intuición y adaptación. Los miembros del Río no solo toman riesgos, sino que lo hacen de manera estructurada. Para los habitantes del Río, la presión no es un problema. Son valerosos, tienen empatía estratégica (se ponen en el lugar del adversario); están orientados al proceso, no a los resultados (juegan a largo plazo); son conscientes de manera explícita de los riesgos que asumen y se sienten cómodos con el fracaso; saben cuándo abandonar; toman buenas decisiones intuitivas porque están bien preparados y entrenados; prestan un gran atención a los detalles; aprovechan las nuevas oportunidades y responde a las nuevas amenazas, y son buenos haciendo estimaciones. Muchos de ellos lideran el avance de la tecnología y la economía global, desde Silicon Valley hasta Wall Street.
Silver introduce el concepto del «riveriano», aquel individuo que personifica la mentalidad del Río. Un riveriano es alguien que no teme jugarse todo en una sola mano si los cálculos le indican que la recompensa lo justifica.Estos personajes aparecen en múltiples ámbitos, desde el póker hasta la inteligencia artificial y las inversiones financieras. Los habitantes del Río aplican modelos económicos avanzados para gestionar la incertidumbre y maximizar sus probabilidades de éxito. Entre estos modelos se encuentran el bayesiano, que permite actualizar creencias a medida que se obtiene nueva información, y la teoría de los juegos, que analiza la toma de decisiones en entornos de interacción estratégica. Uno de los ejemplos clásicos de la teoría de los juegos es el dilema del prisionero, donde dos jugadores deben decidir entre cooperar o traicionar al otro sin conocer la decisión del adversario. Esta dinámica es clave en la inversión y los negocios, donde los actores deben tomar decisiones bajo incertidumbre y evaluar si la cooperación o la competencia les dará mejores resultados a largo plazo.
Regiones
El Río se divide en varias subregiones que agrupan a comunidades con características e intereses similares. En la zona de Río Arriba, se encuentran enclaves como Silicon Valley y las grandes universidades del norte de California, donde se concentran innovadores, científicos de datos y emprendedores tecnológicos. Más adelante, en el Mediorrío, se ubica Wall Street, el epicentro financiero de Estados Unidos, donde operan traders, inversores y analistas que buscan maximizar sus retornos en un entorno de alta competencia. Finalmente, en Río Abajo, se sitúan los casinos de Las Vegas, un espacio donde el cálculo de probabilidades y la gestión del riesgo forman parte del día a día.
A pesar de sus diferencias, los habitantes de estas subregiones comparten un mismo enfoque mental: están constantemente evaluando probabilidades y buscando maximizar el valor esperado en relación con cada decisión. Esta afinidad intelectual facilita que se entiendan entre sí y colaboren de manera natural, más allá de las particularidades de su entorno inmediato.
En contraposición, Silver presenta a «La Aldea», una comunidad que prefiere la estabilidad y la previsibilidad. En ella predominan las instituciones gubernamentales, los medios de comunicación y el mundo académico. Para los aldeanos, la seguridad y las reglas claras son esenciales, y ven con escepticismo el modelo de los habitantes del Río, quienes desafían el «statu quo» y buscan oportunidades en la incertidumbre. Los aldeanos, según Silver, valoran la jerarquía y los procesos burocráticos para tomar decisiones. Esto puede ser beneficioso en términos de estabilidad, pero también conlleva el riesgo de la inmovilidad. Un riveriano, en cambio, ve una oportunidad en cada crisis y está dispuesto a asumir pérdidas si la expectativa de ganancia es positiva en el largo plazo. Silver identifica múltiples ejemplos de individuos que encarnan la mentalidad del Río. Algunos han tenido éxito, mientras que otros han fracasado espectacularmente.
¿Dónde se ubica Trump?
Entonces, ¿dónde se ubicaría Trump según la clasificación de Silver? El autor, tras su análisis, no le considera, ni mucho menos, un habitante del Río, aunque tampoco de la Aldea. «No sé muy bien dónde encaja. Si Trump es despreciado por la Aldea, pero tampoco es miembro del Río. Puede ser muy competitivo y arriesgado, pero eso por sí solo no lo convierte en riveriano. Ha demostrado poca capacidad para el razonamiento abstracto y analítico, que es lo que distingue a la gente del Río de aquellos que asumen apuestas de alto valor esperado, pero mal gestionadas», recoge Silver en «Al límite». La empresa que gestionaba los casinos de Trump, Trump Entertainment Resorts, se declaró en quiebra en 2004, 2009 y 2014 antes de ser vendida en 2016. Pese a ello, se las arregló para enriquecerse considerablemente en el proceso. Ahora, Trump parece cambia la ruleta por el tablero de la economía global. Una bola que ha comenzado a girar y que, al igual que el azar, el desenlace es incierto.
Pese a que Trump no es riveriano, ha sido está comunidad la que le elevado a los altares políticos. Y es que quedará para siempre en la retina la imagen de Jeff Bezos, Tim Cook o Mark Zuckerberg en la primera fila en la toma de posesión de Trump, incluso por delante de su propio gabinete. Junto a ello, Elon Musk, cuyo paso por el Gobierno como asesor ha sido breve y conflictivo. El fundador de Tesla, SpaceX y Neuralink ha apostado repetidamente su fortuna en proyectos altamente arriesgados. En varias ocasiones, Tesla estuvo al borde de la quiebra, pero Musk, en lugar de retirarse, redobló la apuesta. Su disposición a asumir riesgos extremos lo ha convertido en una de las figuras más influyentes de la tecnología moderna.
Aunque su impulsividad le aleja del Río, según Silver, su asunción del riesgo y la admiración que levanta entre los riverianos hace imposible excluirlo de esta comunidad.
Otro ejemplo es el del jugador de póker profesional Phil Ivey, quien ha dominado el mundo de los naipes con una combinación de estrategia matemática y lectura psicológica de sus oponentes. Para Ivey, el riesgo es una constante, y su éxito se debe a su capacidad para gestionar la varianza y mantener la calma incluso en situaciones adversas.
En el mundo de las finanzas, Silver menciona a Jim Simons, fundador de Renaissance Technologies. Simons revolucionó el trading con modelos matemáticos avanzados y una disposición a confiar en algoritmos en lugar de en intuiciones humanas. Su fondo Medallion ha generado retornos extraordinarios, desafiando las normas tradicionales de Wall Street.
Capital riesgo
Uno de los grupos más influyentes del Río es el de los «venture capitalists», inversores que financian startups con el objetivo de encontrar el próximo unicornio tecnológico. A diferencia de los criptoinversores o traders de corto plazo, estos empresarios buscan ideas disruptivas con el potencial de revolucionar industrias en el largo plazo. Entre ellos se encuentran figuras como Peter Thiel, Marc Andreessen y Vinod Khosla, quienes han apostado por proyectos que cambiaron el mundo. Silver destaca que estos inversores no toman riesgos de manera impulsiva. Diversifican sus inversiones y operan con estrategias estructuradas. Aplican así un concepto fundamental, que es la curva en J, que describe cómo los retornos de las inversiones en startups suelen ser negativos en los primeros años, pero pueden dispararse en el futuro si una de las inversiones tiene éxito. Los «venture capitalists» aceptan que muchas de sus apuestas fracasarán, pero confían en que unas pocas generarán retornos extraordinarios, compensando las pérdidas iniciales. Este enfoque es la esencia del pensamiento riveriano: asumir riesgos controlados con la expectativa de grandes beneficios a largo plazo.
El Archipiélago
En el extremo del Río se encuentra el Archipiélago, un territorio sin regulación donde la incertidumbre se vuelve peligrosa. A diferencia del Río, donde el riesgo se asume de manera calculada, en este entorno el azar y la especulación dominan, llevando a escenarios de colapsos y burbujas financieras. Ahí se ubican los criptoinversores, quienes, impulsados por la creencia de que los mercados tradicionales están manipulados, han apostado fortunas en activos digitales volátiles. Uno de los casos más emblemáticos es el de Sam Bankman-Fried (SBF), fundador de FTX, al que Silver, no le considera solo un habitante del Río, sino que podría haber llegado a convertirse en presidente de esta comunidad al reunir sin ambivalencia alguna todas las características de este perfil. Experto en modelos cuantitativos y también exjugador de póker, SBF aplicó estrategias de alto riesgo en el mundo de las criptomonedas. Sin embargo, su modelo de negocio era defectuoso: utilizó los depósitos de los clientes de FTX para financiar Alameda Research, su firma de inversión, sin reservas suficientes para respaldar las retiradas de los usuarios. Cuando la confianza se desmoronó, su imperio colapsó. Silver advierte así de que la sobreconfianza en la capacidad de controlar el riesgo puede ser fatal, como demuestra el caso de Bankman-Fried.
IA, doble o nada
La mentalidad del Río no se limita a las finanzas. También se extiende a la tecnología, donde el riesgo es una herramienta para la disrupción. Sam Altman, CEO de OpenAI, encarna esta filosofía. Al igual que otros líderes de Silicon Valley, Altman ha apostado por una innovación que, si bien promete enormes beneficios, también conlleva riesgos existenciales. En 2022, Altman le confesó a Silver: «Nos sentimos irresistiblemente atraídos hacia el camino del riesgo y la recompensa. La IA va a transformar radicalmente las cosas. Tenemos que encontrar la forma de afrontar sus riesgos. Su postura refleja la tensión inherente entre progreso y peligro, donde la misma disposición a asumir riesgos que lleva a avances también puede desencadenar catástrofes». Una postura que encarna la tensión entre el progreso y el peligro: avanzar implica riesgos, pero ignorarlos puede ser aún más costoso.
Más allá del mundo del juego y las inversiones, Silver plantea cuestiones más amplias sobre cómo la sociedad maneja el riesgo. El autor sugiere que gobiernos, empresas e individuos deberían adoptar un enfoque más pragmático y basado en datos para la toma de decisiones. En lugar de depender de modelos rígidos, propone que las políticas económicas y financieras se diseñen con un margen para la incertidumbre, permitiendo ajustes dinámicos en función de la evolución de los acontecimientos.
En definitiva, en un mundo donde la incertidumbre es cada vez mayor aprender a gestionar el riesgo se ha vuelto una habilidad esencial. Sin embargo, en el tablero geopolítico, Trump no actúa como un estratega del Río ni como un previsible aldeano. Su estilo recuerda más bien a jugador impulsivo que apuesta todo a un solo número en la ruleta, confiando más en su instinto que en un cálculo estructurado de probabilidades. La bola ya está girando en el casino de la economía mundial. ¡Hagan juego, señores!