Opinión

El ministro Illa nada en la confusión

Mientras el número de infectados por el coronavirus crece a un ritmo del 20 por ciento diario, desde instancias gubernamentales se alienta a participar en actos multitudinarios, como la manifestación feminista.

Nada sería más letal para la credibilidad de este Gobierno que se instalara en la opinión pública el convencimiento de que se ha retrasado la adopción de las medidas adecuadas para la contención del brote de coronavirus por miedo a la previsible reacción de los movimientos feministas radicales, abanderados por Unidas Podemos, ante una suspensión de las manifestaciones del 8 de marzo. Si hacemos esta consideración es por la perplejidad que provocan intervenciones como la del ministro de Sanidad, Salvador Illa, cuando, preguntado por la conveniencia de suspender o no la convocatoria madrileña, que se presumía la más numerosa y con mayor afluencia de gentes provenientes de distintos puntos geográficos, reclamó que las personas que tuvieran alguno de los síntomas reconocibles del Covid-19 se abstuvieran de acudir a la marcha y permanecieran en sus domicilios.

Si tenemos en cuenta que, según las mismas autoridades sanitarias, el virus es altamente infeccioso porque puede contagiarse durante todo el período de incubación, es decir, que es transmisible por enfermos todavía asintomáticos, la respuesta ministerial sólo puede llevar a extender la confusión entre una ciudadanía a la que se bombardea continuamente con datos del incremento del número de pacientes positivos y de fallecimientos, y que ve cómo se aconsejan cuarentenas en unos lugares mientras se alienta desde posiciones gubernamentales actos multitudinarios.

Y, aquí, aunque no sólo es responsable el Ejecutivo, puesto que otras formaciones políticas, como VOX, también han mantenido sus convocatorias de partido, es donde cabe exigir a nuestras autoridades sanitarias una unificación de la doctrina de prevención y una exposición clara de la información disponible. Ciertamente, nada se gana con caer en el alarmismo, pero las llamadas a la tranquilidad por sí mismas acabarán por causar el efecto contrario si la epidemia sigue extendiéndose por el territorio nacional y los ciudadanos, que están en perfecto conocimiento de las medidas que están tomando otros países de nuestro entorno, comienzan a preguntarse por qué en España se no se adoptan mayores precauciones.

Por supuesto, no es que exijamos el bloqueo de regiones enteras, como en Italia, o la prohibición de concentraciones de más de mil personas, como en Alemania, o las restricciones fronterizas que ha impuesto Austria, pero sí que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, o, en su defecto, el ministro Savador Illa expliquen cuál es la estrategia a adoptar, si es que hay alguna. De cualquier forma, los españoles son plenamente conscientes de la anomalía sanitaria que supone el coronavirus, aunque desconozcan, porque nadie en la comunidad científica posee todavía certezas absolutas sobre la enfermedad, cuál es el alcance de la amenaza que pesa sobre la cotidianeidad de sus vidas.

Pero es que, además, los hechos parecen desmentir las primeras aseveraciones optimistas sobre la etiología del Covid-19. En España, con más de seiscientos casos detectados hasta ayer, con la comunidad de Madrid como mayor foco, el incremento de contagios supone un 20 por ciento diario. En Italia, donde la epidemia comenzó a tomar amplitud una semana antes que en el resto de Europa, se han registrado más de 5.000 contagios y, sólo en la jornada del sábado, hubo que lamentar 133 fallecimientos, elevando el total de muertes por el coronavirus a 366 víctimas. Son cifras que, por el momento, y pese al doloroso impacto emocional sobre las familias afectadas, pueden considerarse contenidas dentro de la gravedad de la situación. Así lo entiende la mayoría de los ciudadanos que, al menos en España, mantienen la calma y la serenidad. Hay que esperar que nuestro Gobierno esté a la misma altura.