Rey
Guerra sucia contra la Corona
El futuro debe pasar por reforzar la Monarquía constitucional
El país asiste entre incrédulo, escandalizado y ciertamente ensimismado al ataque organizado, persistente y alevoso de una parte del Gobierno de la nación y algunos de los aliados confesos del presidente a la Jefatura del Estado. En esto, como en tantas otras situaciones y aconteceres inherentes a la magistratura de Pedro Sánchez, España se distingue de prácticamente todos los países homologables y hasta de los que revisten una compleja comparación. Hablamos de los presentes, pero no es arriesgado pronosticar que tampoco hallaremos un caso equiparable en el futuro. Sencillamente, no se da, porque no puede darse que un Ejecutivo, que es un órgano colegiado y solidario, haya orquestado una campaña hostil con toda clase de instrumentos sin reparo moral alguno contra la Corona que encarna la cúspide de nuestro modelo constitucional. Desde Unidas Podemos, y sus corifeos separatistas, han desplegado todos sus medios, que no son pocos desde que se les permitió compartir un poder que no merecían ni por representatividad ni por su naturaleza y propósito, con el objetivo de socavar la institución monárquica con un repertorio inagotable de fake news, difamaciones y calumnias en una guerra sucia absolutamente insólita en una democracia europea en pleno siglo XXI. Para alcanzar su fin de acabar con el Rey y dar paso a una república chavista, se manosea el concepto de justicia y se bastardea el ámbito y las reglas parlamentarias en una torticera labor de acoso y derribo contra quienes no se pueden defender. Comunistas y asociados hablan en nombre del pueblo y de una mayoría que ni existe y ni ha existido para instrumentalizar la figura del rey emérito y su situación presente contra Felipe VI, que es embestir al mismo tiempo contra la Constitución y las libertades que representa. No existe en la ultraizquierda gobernante una vocación de verdad y bien común, sino de ajustar cuentas, enfrentar y generar distracción para que sus responsabilidades en los 70.000 muertos de la pandemia y el cataclismo económico consiguiente pasen inadvertidas. Pero además de acción, hay omisión, o contemplación, que es la encarnada por Pedro Sánchez, y su calculada conducta de no mover un dedo que incomode a su vicepresidente Iglesias, ni siquiera una condena cuando se equipara a la Familia Real con un narcotraficante en un video bochornoso de la factoría podemita. Nos resulta inconcebible e intolerable esta pasividad cuando desde su gobierno se ataca con saña a la Jefatura del Estado, se degrada nuestra democracia ya definitivamente enferma y se nos aboca a una crisis institucional veremos si reversible. Sánchez está a tiempo de poner orden en su gabinete. Fue un error asociarse con los enemigos de la Constitución y de la libertad como prueba el descrédito y la decadencia de un gobierno imposible. El futuro y el bien común exigen un respeto escrupuloso a la legalidad y un refuerzo y blindaje de la monarquía constitucional frente a las ordalías liberticidas.
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