Gobierno de España

Dolosa inhibición del Gobierno

Es un drama afrontar una tercera ola con un presidente ausente y un medio ministro

Pedro Sánchez con el exministro de Sanidad, Salvador Illa (d), bajo cuyo mandato se hicieron algunas de las contrataciones a investigar
Pedro Sánchez con el exministro de Sanidad, Salvador Illa (d), bajo cuyo mandato se hicieron algunas de las contrataciones a investigarFERNANDO VILLARAgencia EFE

Cuesta encontrar un episodio de esta tragedia llamada covid en el que el Gobierno haya estado a la altura. Esa mala gestión no ha sido el fruto de una taimada oposición ni un bulo vertido gota a gota por las redes sociales. En absoluto. Se trata de una foto fija compartida por una ciudadanía angustiada, atemorizada y decepcionada. En estos meses no se ha publicado una encuesta que aprobara al Ejecutivo. Una media de dos tercios de los españoles han considerado ineficaz la respuesta del gabinete socialista-comunista a la crisis sanitaria y económica. Incluso se ha hecho acreedor a la peor valoración en su aplicación frente al contagio de todos los países homologables del mundo. Y en esas sigue con el agravante de haber adoptado en la práctica el rol de convidado de piedra al calor de una cogobernanza en la que ha traspasado la competencia absoluta a las autonomías. En estos meses se han cometido gravosos errores, pero desde Sánchez a Iglesias pasando por Illa y Simón han optado por negar la evidencia y armar una historia de éxito en medio de la tragedia gracias a la propaganda y al descaro. El Gobierno adoleció de liderazgo en la primera ola y luego directamente se desentendió del que era su deber. Sin ese mando y coordinación, ha emergido un vacío que las autoridades regionales han paliado como han podido. El peso de la improvisación es hoy evidente y el virus lo aprovecha. La campaña de vacunación es la pauta que ha marcado la calamitosa aportación del Gobierno. Recordar ahora cómo Sánchez vendía con pomposidad a su Ejecutivo en noviembre como el primero junto con el alemán en disponer de una estrategia «única» de vacunación para todo el país, con aquellos 13.000 centros de atención primaria, retrata la conducta oprobiosa que ha definido su ejecutoria. La última desdicha del repertorio monclovita ha sido convertir al ministro responsable de la salud pública en candidato, otra señal más de cuál es el orden de prioridades de la coalición. En esas, Illa anunció ayer «semanas duras» por la evolución del contagio, pero descartó adoptar medidas adicionales. En realidad, ni siquiera planteó abrir una reflexión urgente con las comunidades o abordar cómo otros países están afrontando esta tercera ola, sino que refrendó que se mantendrá al margen, que no moverá un dedo que pueda erosionar sus aspiraciones mientras los sondeos no digan lo contrario. Es un hecho que el contagio parece incontrolado y que los gobiernos regionales están solos. La cogobernanza era un timo cuando no una artimaña para controlar daños en quien debería liderar el país. Ahora, toca acelerar la administración de las dosis, porque salvan vidas, con todos los medios disponibles, públicos y privados, y cualquier entidad que sea operativa. La interacción social y la movilidad propia de la Navidad causarán estragos, pero el presidente ha hecho mutis y el ministro seguirá a media jornada. Con 80.000 muertos, dos millones de contagios y más de cinco millones en práctico desempleo, cabe esperar que a este Gobierno no le salga gratis tanto desafuero.