Editorial
El Prat, demagogia contra Cataluña
El asombro de los empresarios retrata esta política de la confusión y el absurdo
Cuando Josep Sánchez Llibre, presidente de la patronal catalana Foment del Traball, expresaba su perplejidad e indignación por la cancelación de una inversión aeroportuaria que sólo podía beneficiar a Cataluña y, por ende, al resto de España, daba voz, con toda seguridad, a una ciudadanía a la que se le está agotando la capacidad para el asombro. Que, además, una vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, presumiera de haber trabajado en la sombra, calladamente, para hacer fracasar un proyecto destinado a relanzar la economía del Principado, con la creación de 80.000 puestos de trabajo directos, ante el entusiasmo indisimulado del la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, demuestra una grave falta de propósito común en el Ejecutivo central, que no augura nada bueno para el desafío de la reconstrucción post pandémica al que se enfrenta la nación.
Por último, pero no menos significativo, que se aduzca como argumento de autoridad la posible afectación a un paraje natural causada por la ampliación del aeropuerto supone el desconocimiento, doloso, de que todas las grandes obras públicas se someten al obligatorio informe medio ambiental y a la supervisión de las autoridades comunitarias europeas.
En este asunto, todo deviene en una sarta de despropósitos, rematada por la nada sutil amenaza gubernamental de no volver a plantear el proyecto hasta que no pasen cinco años. Incluso la demagogia debe tener un límite en los intereses generales de una sociedad, que no puede estar cautiva ni de las inclinaciones populistas de algunos de sus gobernantes ni de las políticas oportunistas de unos actores que sólo parecen preocupados en descargar las responsabilidades sobre otras espaldas. Porque, es preciso decirlo, esta ceremonia de la confusión abona la especie de que el Gobierno que preside Pedro Sánchez utiliza las inversiones públicas, no en función de su utilidad y necesidad, sino como contrapartida instrumental para mantenerse en el poder.
Y, al menos, en el caso de El Prat no es así. Se trata de ampliar una infraestructura que debe situar a Cataluña entre los centros neurálgicos del transporte aéreo y de la logística internacionales, complementando, que no compitiendo, el gran «hub» de Madrid-Barajas. Hablamos de un desarrollo industrial y comercial que, en su conjunto, llevaría asociados más de 300.000 puestos de trabajo. Que la ministra del ramo presuma de su labor «en la sombra», carece de explicación.
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