Editorial

Una gestión política que crea desconfianza

No se trata de caer en el maniqueísmo tan al uso en estos tiempos, puesto que el frenazo que experimenta el proceso de recuperación de la economía española responde a diversos factores, algunos de los cuales escapan a las posibilidades de actuación del Gobierno, pero lo cierto es que, como se nos advierte desde el Banco de España, es en la caída del consumo de los hogares donde hay que buscar la causa determinante de que nuestro país se esté quedando claramente atrás en el ritmo de crecimiento del conjunto de la UE.

No es sólo que las optimistas previsiones gubernamentales se vean una y otra vez desmentidas por todos los organismos de control y evaluación nacionales e internacionales, es que son los propios ciudadanos quienes experimentan en su día a día las crecientes dificultades para llegar a fin de mes, con una inflación que se contiene a duras penas a base de no repercutir las alzas del IPC a los salarios. Son los mismos ciudadanos a quienes desde La Moncloa se pretende convencer de que van a pagar la misma factura de la luz que en 2018, cuando la realidad de sus facturas les dice otra cosa. Y son, por fin, los mismos que han asistido a una negociación presupuestaria que, más allá del desfase en la previsión de ingresos y gastos –que el Banco de España cifra en más de 24.000 millones de euros– y de las subidas de impuestos, transmite la imagen de que el dinero público es el comodín que utiliza el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para comprar los apoyos parlamentarios de unos socios con agendas políticas propias y necesidades de gasto identitario que poco tienen que ver con el mantenimiento de los servicios básicos del estado de bienestar.

Cierto, lo decíamos al comienzo, que el recrudecimiento de la pandemia de coronavirus, con su inevitable rosario de restricciones, ha sido uno de esos factores imprevistos que, desde el rigor, no se pueden imputar al Ejecutivo, pero, en cualquier caso, sólo actúa como freno sobrevenido a la recuperación. Porque, a nuestro juicio, es la gestión política del Gabinete sobre la que debe recaer el clima de desconfianza en el futuro que refleja la opinión pública española, que si en algún momento pudo verse anestesiada por las fanfarrias de los anuncios de los Fondos Europeos, observa que nada fundamental ha cambiado en la situación general del país. Las tasas de desempleo son las mayores de la Unión Europea, con el paro juvenil más alto de la historia; los salarios pierden poder adquisitivo, sube la conflictividad laboral en sectores clave como la agricultura o el transporte, pero desde el Ministerio de Economía se mantienen esas previsiones optimistas que, al parecer, sólo ve Nadia Calviño. Mucho nos tememos que los hogares, desde el principio de precaución, guardarán sus ahorros hasta que lleguen tiempos mejores, que no será pronto.