Pedro Sánchez
Los estragos de la «desgobernanza»
Como ha sido la tónica en la gestión de la pandemia, los coaligados han llegado tarde, de nuevo al rebufo del mal, y sin capacidad de prevención
Pedro Sánchez se cita hoy con las comunidades en pleno avance desbocado de la variante ómicron. Sin el pico de esta ola siquiera en un horizonte previsible, sino todo lo contrario, la tozuda realidad es que estamos ante un virus de enorme transmisibilidad. Expertos y técnicos de todas las administraciones han propuesto un catálogo de restricciones en presentes y futuros escenarios cuyos enunciados son de sobra conocidos por una población exhausta, y que deben ser evaluados en la cumbre Estado-Comunidades. Desde cerrar el interior de los bares y el ocio nocturno, pasando por limitar los contactos sociales y reducir el número de comensales en las reuniones familiares a fomentar el teletrabajo y en todo caso evaluar la intensidad de las prohibiciones y limitaciones en función de la evolución de los parámetros del contagio y la presión hospitalaria y sobre la atención primaria. La Generalitat de Cataluña no ha querido esperar al encuentro y ha puesto sobre la mesa un retorno al pasado con un catálogo de durísimas medidas, incluido el toque de queda. Con una osadía extraordinaria se ha permitido exigir a Pedro Sánchez que imponga el guion catalán al conjunto de la nación. Es sarcástico que aquellos que atacan la unidad de todos y proclaman su independencia alienten que se pisotee el autogobierno de los demás. Ha sido la respuesta de una administración secesionista desbordada por la infección, que ha puesto de nuevo al Principado y sus estructuras sanitarias en una encrucijada crítica en la que se prefiere mutualizar responsabilidades que dar la cara por sus actos. Que Sánchez haya reaccionado a estas alturas de la «invasión» de ómicron, con estas cifras de infectados y esos niveles de replicación del virus, ha dejado en evidencia por enésima vez en esta lucha la falta de liderazgo y, lejos de la cogobernanza, la «desgobernanza», que ha multiplicado nuestra vulnerabilidad. Como ha sido la tónica en la gestión de la pandemia, los coaligados han llegado tarde, de nuevo al rebufo del mal, y sin capacidad de prevención. No han aprendido de los errores, porque no se han reconocido, sino que se han atribuido el éxito de un contagio que nos ha disparado entre los países con peor respuesta sanitaria y económica. Hay que recordar que desde Presidencia se ha vendido la derrota del virus, que hemos salido más fuertes y que se ha alcanzado la inmunidad de rebaño. La sociedad necesita un gobierno que no mienta, que genere confianza y se gane el crédito y no lo tenemos. La estrategia de Sánchez es ponerse de perfil y limitar su desgaste a costa de la desatención flagrante de sus deberes. Ha abandonado a las regiones y el espectáculo de desorden y desajuste, en el que cada una hace la guerra por su cuenta, es angustioso. Ni siquiera ha sido capaz de coordinar una posición sobre el pasaporte covid. Una mínima coordinación no debería ser misión imposible. Se hace en otros países sin arrollar la Constitución ni los derechos fundamentales, como los socialistas y los comunistas hicieron en las primeras olas.
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