Editorial
Gobierno fracturado contra el bien común
Dos ejecutivos en uno, células autónomas con liderazgos propios, ya son y lo serán más un serio problema para el país
Pedro Sánchez hizo de su necesidad virtud cuando se encontró con uno de los peores resultados electorales de la historia del PSOE en noviembre de 2019. En 24 horas apostó por un gobierno de circunstancias y conveniencia con aquellos con los que poco antes cualquier colaboración le arrebataba el sueño. Dos años después, el enésimo encontronazo con su socio Unidas Podemos amenaza con quebrar la resistencia de la alianza. El desgaste de los materiales políticos, pero sobre todo de los factores humanos, ha elevado la crisis entre los socios, que ha podido sobrepasar el límite del no retorno. Hay una fricción manifiesta que ya es imposible de edulcorar, con incontrolados voceros que no mantienen las formas ni siquiera con el presidente del Gobierno, el exvicepresidente Pablo Iglesias entre ellos. El valor absoluto que socialistas y comunistas otorgan a preservar el poder como sea y a costa de lo que sea es aún la argamasa poderosa que salva el colapso, pero el interés general de la nación se desenvuelve en claves y derivadas nítidamente distantes a las ínfulas institucionales de los concernidos. El programa ideologizado y radical de la coalición ya ha supuesto una involución perniciosa para la vida nacional y la prosperidad de los españoles, pero las carencias e incompetencias exhibidas en la gobernanza han multiplicado el alcance de los daños colaterales de una gestión parva. El ataque abrupto del ministro de Consumo al sector cárnico español en un medio extranjero, respondido por el titular de Agricultura, Luis Planas, que oficializó la posición de la bancada socialista del Ejecutivo, en confrontación con la de Unidas Podemos, que cerró filas con el dirigente comunista y blindó su continuidad hasta el final de la legislatura, ha derivado en una exhibición obscena de hasta qué punto la coalición no tiene pudor ni rubor en ensuciarse las manos ni lavar los trapos sucios fuera de casa común como si la opinión de los ciudadanos importara poco o nada. Hay desafíos extraordinarios de presente y de futuro para el país. Millones de españoles sufren los estragos de una pandemia cruel y las secuelas de una crisis económica lacerante. Las incertidumbres nos rodean con la pavorosa impresión de que estamos dirigidos por un equipo que ha probado de forma contumaz no estar a la altura. Comunistas y socialistas han logrado por méritos, o deméritos, mejor dicho, que la primera experiencia de un gabinete de coalición en el gobierno del Reino se haya convertido en un referente para olvidar y no repetir. A los españoles nos ha correspondido en este instante de nuestra peripecia una amarga experiencia de la que debemos aprender sobre el efecto de contar con políticos comprometidos con su supervivencia y el medrar. Dos gobiernos en uno, células autónomas con liderazgos propios, ya son y lo serán más un serio problema para el país. Parafraseando a Pedro Sánchez, nos dirige un Ejecutivo que cuenta con muchas voces y poca palabra.
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