Política
El miedo a la crisis atenaza a las familias
Los españoles miran a su alrededor y se previenen contra peores tiempos. Al menos, los que pueden.
La tasa de ahorro de los hogares españoles, según los últimos estudios del Banco de España, se ha incrementado un 9,4 por ciento en el último trimestre de 2021, hasta los 1,92 billones de euros. De esa cifra, más de 60.000 millones corresponden a dinero en efectivo, enorme cantidad que nos retrotrae al paisaje de la crisis financiera internacional, marcada por el miedo de las familias a verse arrastradas por el colapso general de la economía. El mismo supervisor bancario advierte de la contracción del crédito y las estadísticas de la OCDE sitúan a España como el país con mayores tasas de desempleo de entre todos sus miembros. No parece, pues, que los ciudadanos estén siendo muy receptivos a los optimistas mensajes del Gobierno, que insisten en las bondades de sus iniciativas económicas para superar la crisis sobrevenida por la guerra de Ucrania, y que, además, contaba en sus previsiones con el presunto desembalse del ahorro acumulado por las familias durante los años de pandemia, como uno de los instrumentos más eficaces, junto con los fondos de reconstrucción europeos, para relanzar la actividad económica. La realidad, sin embargo, es otra y nos habla del retraimiento del consumo interno como inmediata consecuencia de la desconfianza de los españoles en el futuro. Las razones están a la vista de todos y no es necesario profundizar en lo obvio, pero sí creemos pertinente preguntarnos qué lleva al Ejecutivo a despreciar sistemáticamente las advertencias que llegan desde las más diversas instituciones financieras y sociales sobre el deterioro de la economía nacional y, sobre todo, el porqué de su insistencia en unas políticas que, simplemente, no están dando resultados. Que, en España, por ejemplo, repunten las ventas de vehículos diésel de segunda mano, algunos con más de quince años de antigüedad, mientras se hunden las nuevas matriculaciones, debería interpelar a nuestros actuales gobernantes sobre la escasa credibilidad de sus discursos en el seno de una opinión pública que tiene experiencia directa del proceso inflacionario y, en consecuencia, de la pérdida del poder adquisitivo de la gran mayoría de los trabajadores. Del escepticismo sobre la eficacia de la gestión gubernamental de unos pequeños y medianos empresarios que cargan sobre sus cuentas de resultados y sobre los salarios de sus trabajadores las alzas desorbitadas de la electricidad, los combustibles de automoción y de las materias primas, claves en la producción industrial, en la construcción y en las producciones agropecuarias. Precisamente, en aquellos ámbitos que están sujetos a las mayores regulaciones por parte de la Administración y, por lo tanto, sometidos a una fiscalidad excepcional y arbitraria, ajena a los mecanismos del mercado. Sí. Los españoles miran a su alrededor y se previenen contra peores tiempos. Al menos, los que pueden.
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