Editorial
Sánchez aguantará con Díaz; España, no
Se ha abrazado al populismo irresponsable como a un salvavidas, que solo agudizará las dificultades, mientras España languidece
El presidente del Gobierno tiene ambiciosos planes que pasan por un único propósito como es agotar la legislatura. Entiende que esa circunstancia le garantiza el margen de maniobra necesario para enfrentar las elecciones generales con garantías de revalidar su plaza en el Palacio de La Moncloa. La verdad es que Sánchez ha hablado en todo momento de celebrar las elecciones generales cuando corresponden, en plazo, en diciembre de 2023, pero no ha pronunciado una palabra sobre sus intenciones de futuro, si será o no el candidato socialista. Las especulaciones están disparadas y proseguirán hasta las postrimerías de esas fechas decisivas. Por sus más recientes maniobras, y su ánimo reincidente, el presidente no se plantea ni medio segundo adelantar los comicios para que su gestión sea sometida a la fiscalización del pueblo soberano. En este momento, no toca, entre otras cosas, porque la suerte estaría más que echada y la izquierda no quiere regalar nada a la oposición por más que los españoles se hayan pronunciado de manera contumaz y mayoritaria por la censura al Ejecutivo y a favor de la alternativa urgente. Socialistas y comunistas, como es su costumbre, no se cansan de arrogarse la representación de la gente, de hablar sobre su voluntad, pero someterse al escrutinio del voto es muy distinto. Así que Sánchez no anticipará una cita que hoy no ganaría, pese a que la narrativa oficial se desliza por una pendiente de autobombo y glorificación de un gobernanza extraordinaria en todos los órdenes, que, sin embargo, el pueblo no gratifica ni pondera. En este punto, Sánchez, su macrogobierno y los aliados Frankenstein no reconocen la realidad que padecen los españoles, cada día más desamparados y empobrecidos, aturdidos por la propaganda oficial que los avasalla con decenas de medidas sociales y reformas excepcionales, convertidas en artificios ineficaces e incapaces de socorrer el país y frenar la devaluación de la calidad de vida en los hogares. Al presidente tampoco le afecta el ruido en la coalición. Está decidido a que el dueto con Unidas Podemos cierre legislatura, pese a los severos encontronazos y la abierta hostilidad entre algunos ministros. Sobre todo considera clave para frenar el ascenso de Núñez Feijóo que Yolanda Díaz sea capaz de imponerse en la batalla a la izquierda del PSOE. Que «Sumar» madure, tome cuerpo y sea una realidad en las elecciones generales, entiende Sánchez, es una variable positiva. Subestima la discordia creciente en esos círculos con los podemitas con pocos o ningún deseo de sumarse a un proyecto en el que serán peones. Sea como fuere, el presidente no ha dado pruebas de flaqueza personal, incluso huérfano de buenas noticias. La factura se le está pasando a cobro a la gente y ese detalle es crucial para entender su descrédito. Haberse creado acerbos enemigos, la banca, las eléctricas, y otros «poderes oscuros», ha sido el último embeleco de un ilusionista que ha desilusionado a demasiada gente, Es un hecho que ni los comicios ni las encuestas han hecho mella en su determinación por perpetuarse en el poder. Se ha abrazado al populismo irresponsable como a un salvavidas, que solo agudizará las dificultades, mientras España languidece.
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