Editorial

Vía libre para unas Cuentas insensatas

La razón que vertebra los Presupuestos no es económica, sino política, electoral

Como era de prever, pues lo contrario habría sido una sorpresa mayúscula, por insólita en una legislatura en la que el bloque Frankenstein se ha conducido de forma pétrea en los embates cruciales, los socios de Pedro Sánchez han cerrado filas en torno al proyecto de Presupuestos Generales del Estado. ERC, Bildu y PNV no presentarán enmienda a la totalidad, por lo que las cuentas comenzarán su tramitación parlamentaria sin contratiempos ni sobresaltos, y casi se certifica un recorrido expedito hasta la luz verde definitiva. Por el camino, habrá que dar por seguro y lamentar de nuevo el cotidiano mercadeo por los votos separatistas y bilduetarras, al que no debemos acostumbrarnos ni relativizar. La oposición, que defenderá la devolución del texto, se ha quedado sin opciones de abatirlo, ni tampoco la perspectiva de rascar alguna mejora o de que alguien entre en razón es realista. Que los Presupuestos hayan sumado los votos suficientes es una malísima noticia fundamentalmente porque el producto de la factoría de Moncloa es igualmente pésimo, y altamente pernicioso para la nación en un coyuntura económica tan adversa que casi se puede dar ya por descontado que caeremos en una recesión técnica en el arranque de 2023. En el mejor de los casos, y lo que describe la adversa evolución de la actividad nacional, habrá estancamiento o crecimiento nulo, con lo que una administración cautelosa y prudente debería reflexionar y prever la onda expansiva de tal frenazo y los daños colaterales correspondientes. Todos los indicadores adelantados convergen en ese escenario alarmante, como las previsiones más solventes y prestigiosas de entidades nacionales e internacionales. Cualquier estimación que no parta ni contemple ese lastre resulta un ensoñación inexplicable y, desde luego, torticera e irresponsable. Es precisamente lo que caracteriza y emana en todo el proyecto presupuestario de Sánchez que debe vertebrar la singladura económica de un año crucial, en un entorno hostil, de invierno financiero, para el que en absoluto estamos preparados con las fortalezas y los equilibrios estructurales adecuados. Ayer mismo, y solo es un ejemplo, conocimos que España es el país europeo donde más ha aumentado la deuda pública desde la pandemia, junto con Italia y Francia. Líderes en desempleo, inflación puntera en la UE, déficit estructural sin freno y hogares en pobreza relativa en alza, se requerirían unas Cuentas como un mínimo de contención fiscal en favor de un reequilibrio y saneamiento públicos que blindaran los recursos allí donde se precisan. Sánchez ha optado por la directriz contraria. Ha fabulado presupuestariamente sobre magnitudes irreales de crecimiento e ingresos, con una opacidad inaceptable. Rebatido por el Banco de España y la AIReF, y sin un solo organismo independiente que los refrende, una administración seria habría retirado sus cálculos. La razón que los vertebra no es económica, sino política, electoral. Este desmán del gasto clientelar y su sinrazón no robustecen el estado del bienestar, sino que lo amenazan.