Editorial

Chile se blinda frente a la izquierda radical

Chile ha dicho claro que no quiere una Ley de Leyes sectaria, dominada por una visión ideológica que era trasunto de los postulados de la izquierda bolivariana.

José Antonio Kast, leader of the Republican Party, raises his arm while celebrating obtaining the largest number of representatives after the election for the Constitutional Council, which will draft a new constitution proposal in Santiago, Chile, Sunday, May 7, 2023. A first attempt to replace the current charter bequeathed by the military 42 years ago was rejected by voters during a referendum in 2022. (AP Photo/Esteban Felix)
Chile Election ConstitutionASSOCIATED PRESSAgencia AP

La sociedad chilena ha expresado en la urnas su rechazo al modelo político del «kirchnerismo», que tantos estragos ha causado en la vecina Argentina. A partir de ahora, la redacción de la próxima Carta Magna sólo podrá llevarse a cabo bajo la aquiescencia de la derecha conservadora, agrupada en el Partido Republicano, que fundó hace sólo cinco años José Antonio Kast, porque el resultado de las elecciones al Consejo Constitucional no sólo le ha otorgado una amplia victoria, sino que le ha dado el número de consejeros necesarios, 22, para vetar cualquier propuesta con la que no estén de acuerdo.

Si a los votos de Kast, señalado desde el oficialismo gobernante como líder de la extrema derecha, se suman los obtenidos por la coalición de Chile Vamos, en la órbita del centro derecha tradicional, hablamos de una derrota abrumadora de las formaciones de la izquierda radical que sostienen al gobierno de Gabriel Boric, en un vuelco político de los chilenos, que ya se vislumbraba tras el contundente rechazo en referéndum al proyecto constitucional progresista, producido en septiembre de 2022.

Nada más conocerse los resultados, el presidente Boric instó a los ganadores a «no cometer los mismos errores que nosotros cometimos», es decir, a no aplicar el rodillo de las urnas en la redacción del texto que debe conformar las instituciones y el sistema de derechos y libertades de la democracia chilena, que fue, exactamente, lo que hizo la anterior Asamblea Constituyente, surgida al calor de las graves protestas sociales de 2019, que lanzaron al poder a los movimientos de la izquierda populista.

En cualquier caso, la última palabra sobre el nuevo modelo constitucional la seguirá teniendo el conjunto del pueblo soberano de Chile, que tendrá que ser consultado de nuevo, pero que ya ha dicho alto y claro que no quiere una Ley de Leyes sectaria, dominada por una visión ideológica que era trasunto de los postulados de la izquierda bolivariana y que, incluso, ponía en cuestión la integridad territorial del país.

Por parte de los vencedores, que no eran, precisamente, entusiastas partidarios de derogar la actual Constitución, que data de 1991, no hay demasiadas precisiones, tan sólo, que el nuevo texto será corto y alejado de ingenierías sociales. Por supuesto, surge otra reflexión sobre los resultados en las urnas del pasado domingo, por cuanto una amplia mayoría de los chilenos, el 35,4 por ciento, ha votado a un partido que la mayor parte del establishment político había convertido en epítome de un nuevo fascismo, en una estrategia de deslegitimación que no ha tenido demasiado éxito. Que en medio de la oleada de populismo izquierdista que registra Iberoamérica, Chile haya optado por confiar su texto fundamental a un dirigente como Kast, poco dado a concesiones a la galería, nos habla de un cambio de tendencia, pero, también, del fracaso de la nueva izquierda.