Editorial
El discurso del miedo y los socios de Sánchez
El discurso del miedo es real, pero no en la dirección que el oficialismo apunta, sino en la de los cómplices de Moncloa que son enemigos de la España constitucional
El miedo a la derecha ha sido un arma política tradicional de la izquierda que Pedro Sánchez y sus aliados han elevado a la enésima potencia en un ejercicio de hipérbole y sobreactuación que, sin embargo, ha cosechado lo que buscaban en la reciente campaña electoral, salvar opciones reales de permanecer en el poder fuera cual fuera el precio a pagar. La irrupción de Vox ha sido el medio para alcanzar el fin que es el PP, único partido con capacidad real de desalojar a la izquierda como en parte ha quedado de manifiesto con una victoria electoral cuyas consecuencias aún desconocemos en un escenario político abierto a casi cualquier posibilidad. La factoría de agitación y propaganda ha explotado su capacidad de persuasión y manipulación, con el colaboracionismo de los poderosos medios afines, para orquestar una operación de demonización del centro derecha, en la que se ha retratado a los de Núñez Feijóo y Abascal de profetas y hacedores de un apocalipsis. El trazo grueso de la retórica tremendista, el maniqueísmo más tosco, ha representado el exponente del juego sucio de la izquierda con el Gobierno chapoteando el barro sin miramientos ni pudor. Ha sido el dóberman en una versión aún más pérfida si es que eso era posible, como ha resultado finalmente. Insistimos en que el discurso del miedo es un recurso contra la democracia pues no busca solo el triunfo, sino anular y eliminar al adversario de la esfera pública e institucional y con ello la pluralidad y la libertad de alternativas. En el caso del sanchismo y sus acólitos, resulta más censurable y perverso por asumir el papel del bien mientras cortejan el mal. El auténtico miedo, el terror justificado en la experiencia y en la historia, ha sido el provocado por parte de los socios en la dirección del Estado con una hoja de servicios pavorosa incompatible con el Código Penal. No existe dignidad ni moral alguna en compartir proyecto con EH Bildu y sus candidatos terroristas ni con ERC o Junts, condenados por golpistas y corruptos, y hacerlo con tal naturalidad, sangre fría e la impostura. En democracia no debería valer todo, las reglas que la conducen son el blindaje frente a los que la corrompen en su beneficio. Otegi es un hombre de paz para Sánchez, socio en los últimos cuatro años, que ya ha anunciado su sí a la investidura, y Puigdemont, otro potencial aliado con quien se negocia con EH Bildu como mediador. Ese mismo Otegi que ha señalado en Twitter a la Policía de Estella (Navarra) como fascista y franquista al más puro estilo de los años del plomo por desalojar a una concejal gamberra batasuna que boicoteaba el arranque de las fiestas. El discurso del miedo es real, pero no en la dirección que el oficialismo apunta, sino en la de los cómplices de Moncloa que son enemigos de la España constitucional. Se trata de no cejar en desenmascararlos.
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