Editorial

Fin a la barra libre de gasto para Sánchez

Bruselas parece consciente de los riesgos de no poner coto a políticas sin rigor como las de la izquierda española y lo ha hecho constar en el llamado Paquete de Primavera

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante un acto público en el Club Nazaret de Jerez de la Frontera, a 23 de mayo de 2023 en Cádiz (Andalucía, España). El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, participa en un acto público junto al secretario general del PSOE-A, Juan Espadas, y la alcaldesa y candidata del PSOE a la reelección, Mamen Sánchez. 23 MAYO 2023 Nacho Frade / Europa Press 23/05/2023
Pedro Sánchez participa en un acto público en Jerez de la Frontera (Cádiz)Nacho FradeEuropa Press

Pedro Sánchez ha cubierto una campaña electoral cimentada en una tómbola millonaria dirigida a nichos concretos de votantes en un ejercicio de política clientelar que ni siquiera se ha molestado en maquillar. Ha comprometido partidas de gasto como recurso desesperado. Es cierto que la experiencia demuestra que las promesas electorales de la izquierda gobernante tienen las patas cortas como las mentiras y que buena parte de las ofertas sanchistas eran platos recalentados servidos por la propaganda cuya ejecución real y práctica ha sido una ensoñación rayana en el espejismo. Cualquiera podría concluir que las alegrías económicas del presidente reflejaban un óptimo y saneado estado de la hacienda y la tesorería del Estado. Lo contrario sería la conducta de un irresponsable en una huida hacia delante o, peor aún, hacia ninguna parte. Sánchez ha vestido su narrativa social con un discurso triunfalista y eufórico sobre el balance de su política económica, con el milagroso saldo de haber logrado el equilibrio perfecto con una suerte de cuadratura del círculo sin cabos sueltos.

La realidad, por supuesto, nunca le ha estropeado el titular. Pero está ahí. España es una economía en dificultades serias sostenida estos años por un enorme impulso monetario, tipos negativos y el maná de los fondos europeos, además de haber registrado unos ingresos récord por el aumento masivo de los tributos y el lucrativo pelotazo a cuenta de la inflación al negarse a deflactar la fiscalidad a la subida del IPC. Esas decisiones no han sido inocuas, sino que nos han convertido en el Estado con mayor aumento de la deuda pública en el periodo 2019-2022, así como uno de los cinco con peor déficit público de la Unión Europea. Hay quienes relativizan el alcance de este alocado desenfreno de números rojos –sus autores en la izquierda y otros cómplices–, pero siempre la deuda desbocada es una losa contra la prosperidad y el bienestar y un yugo asfixiante para familias y empresas.

Mientras Sánchez mira hacia otro lado y no se apea de su particular kermés de las facturas que pagarán otros, Bruselas parece consciente de los riesgos de no poner coto a políticas sin rigor como las de la izquierda española y lo ha hecho constar en el llamado Paquete de Primavera que ha evaluado el plan de reformas del Gobierno. De momento, ha demandado a Sánchez un ajuste de 9.400 millones en 2024 y ha cuestionado que el déficit del año que viene baje del 3% como Moncloa ha vaticinado. Toca cerrar el grifo de las ayudas de la pandemia y la crisis energética y se avecina austeridad y ortodoxia porque el riesgo de un colapso no es menor. Líderes en paro y afectados de un endeudamiento colosal, cuyo coste es ya de casi el 7% del Presupuesto, se nos antoja imposible que la mano ejecutora de este caos pueda ser el que lo enmiende. Sánchez y Podemos han empobrecido a los españoles un 16%. Es el dramático resumen de su hoja de servicios.