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Estreno

«El consejero»: Más ridículo que sublime

Dirección: Ridley Scott. Guión: Cormac McCarthy. Intérpretes: Michael Fassbender, Cameron Diaz, Brad Pitt, Javier Bardem, Penélope Cruz. EE.UU, 2013. Duración: 117 minutos. «Triller».

La Razón
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En «The Sunset Limited», la segunda obra de teatro de Cormac McCarthy, Blanco y Negro (sí, así se llaman sus protagonistas, aunque cueste creerlo) debaten sobre el sentido de la existencia después de que el segundo haya salvado del suicidio al primero. Su diálogo, en forma de aforismo oblicuo y elusivo, parece una parodia del peor Harold Pinter. McCarthy parece mucho más cómodo en la novela-río –la «Trilogía de la Frontera» y su obra maestra, «Meridiano de sangre»– que en el minimalismo metafísico. Por desgracia, y aunque su apariencia sea la de un «neonoir» convencional, «El consejero», que es su primer guión original para el cine, está estructurada a base de largas secuencias que representan lo que aquel texto había sido para el teatro: duetos tan cortantes como grotescos que intentan demostrar que el infierno somos todos, que la diferencia entre el bien y el mal no existe, que el hombre es el único animal capaz de cortarle la cabeza al prójimo y violar su cadáver.

«El consejero» es, sin duda, una película de autor, McCarthy cien por cien. Lo que habría necesitado tanta abstracción –como en «El sueño eterno», la coherencia de la trama, que mezcla narcos, jaguares, diamantes y varios Mefistófeles, es lo de menos– es un director más atrevido, menos pendiente de revisar la hortera tradición del «thriller» de los noventa. Scott no entiende a McCarthy, y sólo cuando éste pone los pies en el suelo –las preciosas escenas de Fassbender, el consejero sin nombre que no se deja aconsejar por nadie, y su amada Cruz, un prodigio de intimidad; o las impagables explosiones de violencia bizarra– la película alza el vuelo.

La disociación entre la convencional puesta en escena de Scott y la extravagante pedantería psico-mística de McCarthy dan como resultado un filme bipolar, más ridículo que sublime, con una encarnación del mal (Cameron Diaz) que suelta perlas como «la verdad no tiene temperatura», un puñado de actores eficaces y una actriz (Rosie Pérez) que urge recuperar.