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Brown contra Cameron

La Razón
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Tras la convocatoria oficial de las elecciones británicas para el próximo 6 de mayo, los partidos políticos se han lanzado a una frenética campaña electoral que en la práctica había comenzado hace meses.

Contra todo pronóstico, el primer ministro, el laborista Gordon Brown, que hace apenas unos meses era un auténtico cadáver político para sus propios correligionarios, ha resucitado en los sondeos y podría dar la sorpresa. En cambio, el líder "tory", David Cameron, al que daban como caballo ganador todas las encuestas desde enero de 2008, pierde fuelle ostensiblemente. Son muchos los británicos que aún desconfían de un líder joven rodeado por dinosaurios de la era Thatcher.

Este panorama convierte los comicios en los más reñidos desde 1992, cuando un impopular John Major, que había sucedido a la "Dama de Hierro"en el otoño de 1990, ganó al laborista Neil Kinnock, al que todas las encuestas daban como vencedor. Los británicos al final decidieron quedarse con el gris Major otros cinco años más para evitar las subidas de impuestos defendidas por los laboristas.

En Reino Unido impera el sistema electoral mayoritario que concede el escaño de cada circunscripición al candidato más votado. Esta fórmula es mucho menos representativa o plural, pero suele garantizar Gobiernos estables. Al menos eso ha ocurrido desde 1974. Así, en los comicios de 2005, los laboristas tuvieron una amplia mayoría en Westminster a pesar de en porcentaje de votos que sólo superaba en tres puntos a los conservadores de Michael Howard.

Haciendo cálculos, Cameron necesitaría unos nueve puntos de ventaja sobre Brown para disfrutar de una cómoda mayoría parlamentaria. Ahora las encuestas le conceden entre cuatro y diez, frente a los veinte puntos de diferencia que llegó a tener hace dos años. No distanciarse de los laboristas en el escrutinio puede convertirse en una auténtica pesadilla para los conservadores, que pueden ver cómo el Labour obtiene más escaños pese a tener un menor número de votos.

En ese escenario, que podría ser protagonizado tanto por Brown como por Cameron, el "tercer hombre", Nick Clegg, líder de los liberal-demócratas, tendría la llave del futuro Gobierno británico. Los liberales, a los que las encuestas conceden alrededor del 20% de los votos, son tradicionalmente la tercera fuerza política de Reino Unido. Han experimentado un constante crecimiento desde que en 1997 los laboristas llegaron a Downing Street de la mano de Tony Blair. Han sabido captar el voto de muchos antiguos votantes laboristas frustrados con el Nuevo Laborismo y la Guerra de Irak, a la que los "libdem"se opusieron desde el principio.

Aunque Clegg no ha desojado aún la margarita de a quién apoyará si nadie consigue la mayoría absoluta, su europeísmo y sus valores progresistas parecen casar mejor con los laborista que con los conservadores. Sin embargo, sus electores pueden no entender por qué da oxígeno al desgastado laborismo.

En cualquier caso, la batalla seguirá siendo una cosa de dos. Brown pretende presentarse como el hombre que ha logrado que se recupere la economía y como el defensor de los servicios públicos, amenazados, según él, por los recortes presupuestarios que planean sin decirlo los "tories".

Mientras, Cameron desea encarnar un dirigente joven, reformista y defensor del medio ambiente que va a traer el cambio a Reino Unido. Un especie de Tony Blair "tory".

Los electores tendrán la oportunidad por primera vez de ver cómo se enfrentan estas distintas formas de encarar el futuro del país en tres debates televisivos.

Pero esta cita con las urnas va a servir también para comprobar el grado de cansancio de los británicos con su clase política tras el escándalo de los exorbitados gastos de los diputados. En este sentido, habrá que observar con atención el nivel de abstención y si el partido ultraderechista BNP y el antieuropeo UKIP aglutinan el voto de castigo contra los partidos tradicionales, tal y como ha ocurrido en recientes elecciones europeas y municipales. En un mes saldremos de dudas...