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El Tratado de Lisboa sigue vivo

La Razón
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La realidad parece contradecir los negativos augurios que el presidente checo, el euroescéptico Vaclav Klaus, hizo en junio pasado tras el "no"de los irlandeses al Tratado de Lisboa. Según Klaus, cuyo país ostentará a partir del 1 de enero la Presidencia de turno de la UE, Lisboa era "un tratado muerto"que había que tirar a la basura.

Todo lo contrario. En la última semana, Suecia, República Checa e Irlanda han dado pasos decisivos para que el texto comunitario sea una realidad en 2010. Por vía parlamentaria, Suecia ratificó Lisboa el pasado 20 de noviembre. En Praga, se ha retomado la ratificación parlamentaria una vez que el Tribunal Constitucional dictaminara el pasado miércoles que el texto no contradice la legislación checa. Y en Irlanda un comité parlamentario dio ayer "luz verde"para que el Gobierno convoque un segundo referéndum sobre el mismo texto.

El pasado 12 de junio, los irlandeses rechazaron con un 53,4% de votos el Tratado de la UE ante el temor -injustificado si uno se molesta en leer el texto- de que pondría en peligro su generosa política fiscal, su neutralidad o su restrictiva legislación sobre el aborto.Según una reciente encuesta del diario "The Irish Times", un 43% de lo irlandeses apoya ahora el Tratado, frente a un 39% que lo rechaza. La población ha percibido que la pertenencia a la UE y al euro han protegido a la isla de la crisis financiera internacional que tanto se ha cebado con países que no forman parte de la Unión Económica y Monetaria, como Islandia o Hungría.

El Gobierno irlandés quiere aprovechar el viento favorable y se prepara para convocar una nueva consulta en otoño de 2009. A cambio, pide que se garantice a Dublín que no perderá a su representante en la Comisión Europea, tal y como prevé el tratado para adaptar las instituciones comunitarias a las recientes ampliaciones.

Así las cosas, resulta realista pensar que a lo largo de 2009 los veintisiete Estados miembros de la UE habrán concluido su proceso de ratificación de un tratado que se viene retrasando desde la primavera de 2005, cuando franceses y holandeses rechazaron en referéndum la Constitución europea. Su heredero, el Tratado de Lisboa no avanza tanto hacia la integración política, pero introduce las reformas imprescindibles para que el proceso de construcción europea no se estanque.