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Italia camina hacia el presidencialismo

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A los 87, todo hombre o mujer desea pasar los últimos años de su vida disfrutando de las pequeñas cosas que le hacen feliz y disponer del sosiego necesario para recordar el largo camino recorrido. Sin embargo, éste no es el caso del presidente italiano, Giorgio Napolitano, obligado a permanecer al pie del cañón para evitar la parálisis institucional del país. Ya tuvo que arremangarse en noviembre de 2011 y diseñar una operación de ingeniería política que sustituyó en el Gobierno al desprestigiado Silvio Berlusconi por el tecnócrata Mario Monti, el hombre de Merkel y los mercados financieros.

Tras el precipitado final del experimento Monti en diciembre pasado y la celebración de las elecciones anticipadas del 24/25 de febrero, el viejo ex comunista que en su juventud luchó contra el régimen fascista de Benito Mussolini, aguardaba a dar el testigo a su sustituto el próximo 15 de mayo. Sin embargo, de nuevo la innata capacidad de la política italiana para hacer posible lo más improbable le obligó el pasado viernes a renunciar a su ansiado retiro. Los partidos políticos, ciegos al mensaje de cambio expresado por los italianos en las urnas, no sólo fueron incapaces de formar gobierno, sino que tampoco pactaron el nombre de su sucesor. La capacidad de inmolación de la izquierda, por añadidura, quemó a los "presindenciables"Rafael Marini y Romano Prodi.

Como ya ocurrió en 2011, de nuevo el presidente de la República se vio obligado a estirar las competencias que le concede la Constitución italiana para pilotar una salida al "impasse"político que sufre el país transalpino desde la caída del Gobierno técnico en diciembre pasado. "Era necesario ofrecer al país y al mundo una señal de cohesión", justifica el undécimo presidente de la República y el único que ha sido reelegido. Pero esta vez Napolitano no se quedará de brazos cruzados y dimitirá si los partidos, a los que culpa de llevar veinte años retrasando las reformas urgentes que necesita Italia, vuelven a ser "insensibles"al bloqueo institucional. Su discurso de investidura ante ambas Cámaras, se convirtió ayer en una dura crítica de la "casta"política italiana, pero también del movimiento antipolítica de Beppe Grilli, que no ha entendido que tras ser elegidos en las urnas tienen la obligación de trabajar a favor del país, pues la democracia no reside en Internet, sino en el Parlamento.

La actual situación política marca un punto de inflexión en el papel tradicional del jefe de Estado, visto en Italia más como un padre de la nación que como un árbitro político. El discreto Napolitano es el político más valorado por los italianos porque ha sabido colocarse por encima de los interese espurios de los partidos para lograr un bien mayor: la estabilidad del país. Fue Napolitano quien moderó los excesos legislativos de "Il Cavaliere"para otorgarse impunidad judicial, o quien trató por todos los medios de apuntalar la débil coalición de diecinueve partidos que encabezó Romano Prodi entre 2006 y 2008. Como en el pasado, es de nuevo este ex dirigente comunista que era despreciado por sus camaradas por su moderación quien logrará la proeza de dotar a Italia de un Gobierno.

pgarcia@larazon.es