Los Ángeles
El lento anochecer de una gran historia de amor
Su romance empezó en un tren en 1995 durante el trayecto que une Budapest con Viena. Seis años después los unió París... Y hasta hoy.
Su romance empezó en un tren en 1995 durante el trayecto que une Budapest con Viena. Seis años después los unió París... Y hasta hoy. Como reconoce Ethan Hawke, ni él ni su querida Julie Delpy han cambiado, si acaso físicamente, pero tampoco mucho: siguen siendo los mismos, pero las circunstancias ya son otras, aunque la esencia de los personajes no se ha transformado con el tiempo transcurrido. Nada menos que dieciocho años en los que su amistad, sus encuentros y desencuentros han dado como resultado tres películas firmadas por Richard Linklater. Céline y Jesse se conocieron en «Antes del amanecer», se reencontraron nueve años después en «Antes del atardecer», cuando ambos coincidieron en la presentación de un libro de él, y ahora su amistad se materializa en una tercera entrega. Con Ethan Hawke (autor del guión junto a Delpy y Linklater) tuvimos oportunidad de hablar en Los Ángeles, donde reconoció que este filme ha sido el más difícil de escribir: la pareja, en los cuarenta y con hijos, trata de articular su relación. Si bien se adoran, entre ellos existen demasiados problemas para que el romance sobreviva. Siempre apasionado y de carácter fuerte, el actor resulta bastante menos fiero que en el pasado, cuando sus ideales marcaban el rumbo de su carrera. Director, guionista y escritor, además de intérprete, considera que un día sin aprender algo son veinticuatro horas perdidas.
-¿Tenía necesidad de regresar a esta historia?
-Se lo debíamos al público, a los personajes, a nosotros mismos también. Nos dimos cuenta de que tanto Jesse como Céline seguían muy vivos y no podíamos dejarles morir. Los conocemos bien y decidimos escribir un guión que fluyera con naturalidad. La escena de «Antes del anochecer» en que se pelean resultó la más complicada, aunque reconozco que fue intensa, bastante más que las entregas anteriores.
-Igual que Delpy,, ha crecido con su personaje. ¿Qué hay de Jesse en usted?
-Todo y nada. No lo escribimos a imagen de o pensando en nosotros. Ten en cuenta que lo escribimos a seis manos, pues Richard (linklater) también participa. Y sí, efectivamente crecimos con ellos porque algo madura en ti cuando ya has cumplido los cuarenta, aunque la esencia no cambie. Jesse no soy yo ni Celine es Julie. Y esto no es tampoco un documental .
-La pregunta es inevitable: ¿es éste el final de la saga?
-Sí, creo que sí. Ha llegado el momento de despedirse de los personajes, aunque en el fondo sea doloroso. Todas las películas tienen algo peculiar: puedes pasarte seis meses trabajando en un filme que consideras cercano a una obra maestra y cuando se estrena no es ni siquiera buena. No hay una fórmula mágica para el cine, puede haber talento, una historia interesante, un director notable, unos intérpretes esforzados, y aun así, terminar por convertirse en un filme mediocre. Nadie puede adivinar por qué ocurre esto con tanta frecuencia, pero, de vez en cuando, como por arte de magia, terminas haciendo un buen trabajo. Y creo que es lo que nos ha sucedido con ésta y las dos anteriores.
-Supongo que trabajar con alguien a quien conoce desde hace años como es el caso de Julie Delpy ayuda a la hora de decidirse a rodar una nueva entrega.
-Sin duda. Además, rodar con actores de talento es importante, pero yo me guío en primer lugar por el guión y después por el director. Cuando era joven me irritaba considerablemente que me asociaran con otros actores de mi generación; sin embargo, después de un concierto en Barcelona, me di cuenta de que formar parte de lo que se denominó como «generación X» era algo alucinante de lo que debía sentirme orgulloso.
-Es escritor, actor y también guionista. ¿Le atrae especialmente esta última faceta?
-Supongo que incluso podría convertirme en el futuro, no lo descarte, en presidente de Estados Unidos (risas) pero ése no es mi camino. La vida ideal es un cliché, una falacia, una mentira; nadie sabe cuál es su destino, y yo quiero hacer aquello que me dé felicidad: deseo enamorarme, disfrutar de mis hijos, y estoy tratando de potenciar mi existencia en ese sentido. Si lo consigo lo veré como un regalo del azar.
-¿Se considera un insatisfecho por naturaleza?
-Soy algo pesimista y tengo un sentimiento de insatisfacción permanente. No importa en la situación en la que te encuentres, no existe la perfección. En ese sentido, admiro una frase de John Lennon que dice que «no puedes aspirar a ella (la perfección) porque cuanto más tratas de tocarla, más la alejas de ti». Es redonda.
-¿Se considera un todoterreno?
-Así es. Siempre he luchado por esa idea. Hay trabajos para los que creo que soy idóneo, y si fuera una estrella lo suficientemente grande estoy seguro de que los conseguiría. Todo el mundo desea tener éxito; saber que el público te refrenda y que recibes toneladas de atención de su parte es un orgullo, pero tienes que pagar un elevado precio por lo que recibes.
-¿Y usted lo ha pagado?
-A veces desearía ser más anónimo de lo que soy, es una lucha interna. Cuando abro una revista y me topo con una entrevista de Brad Pitt no siento por él la menor envidia. ¿Querría de verdad convertirme en él por un día? Ni hablar: la fama es efímera, hoy te agasajan y mañana te lapidan. Me rompe el corazón ver que Lindsay Lohan se ha convertido, por ejemplo, en un hazmerreír. Mira lo que sucedió con Michael Jackson, la celebridad puede llegar a corromper tu alma. Seas una estrella o no, todos batallamos con nuestros egos, y no me excluyo. El de una estrella se alimenta diariamente y se convierte en una bestia muy poderosa que termina comiéndose la vida de cualquiera. Me considero tremendamente ambivalente en ese aspecto: me fascina mi trabajo y compartirlo con artistas llenos de talento, disfruto con este arte que en ocasiones te da poder, pero soy consciente de que si no sabes administrar la fama correctamente puedes acabar olvidado y en la cuneta.
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