Campaña electoral
Análisis: la estrategia marca el discurso, la táctica define el debate
Por primera vez cuatro candidatos a la Presidencia del Gobierno se enfrentan en un plató de televisión y sin corsés de tiempo que limiten sus intervenciones. Se trata de un debate más americano que europeo en el formato, más europeo que americano en el fondo y presumiblemente muy español en las formas. Los candidatos deben tener en cuenta algunas de estas consideraciones:
1) Se gana desde la autenticidad (mensajes sinceros y gestos naturales) y no desde el artificio, que la pantalla muestre y demuestre a un político confiable que sabe responder, replicar, reflexionar y representar una opción determinada. El equilibrio de un debate de percepciones lo marca jugar entre la línea del candidato con magnetismo y capacidad de persuasión o el mitinero gritón y soberbio que habla más que escucha y que pontifica más que debate. Marcar la frontera de inicio es clave.
2) No se trata de contentar a todos, sino de generar certidumbre en el set de creencias que representas. Cada candidato debe exponer qué personaje desea ser y cómo quiere que le vean. Comunicar para interpretar mensajes, emociones y sensaciones. Pero sin sobreactuar para no aparentar una sombra en la que nadie quiere sentirse cobijado.
3) El cerebro del ser humano es binario y por tanto obedece a inputs duales de los cuales extrae conclusiones o decisiones. En un debate, se trata se situar tu eje como parte innegociable frente a otro. Quien dibuje mejor la conveniencia de votar en torno a un eje político resumido en programas, ideas y gestiones futuras, tendrá mucho recorrido ganado.
Respecto a los candidatos, situó aquí algunos pros y contras de cada uno.
Mariano Rajoy: Tiene a su favor la estrategia adversaria. Sabe que todos irán a por él. Uno por táctica, otro por necesidad y el último por coherencia. Si muestra su lado más pausado, tranquilo, centrado y no cae en el ruido de descalificaciones argumentales, podrá imponer mejor la idea de estabilidad que ha jalonado su campaña. Ese "el PP o el caos"da réditos si le visualizan como fiable para encabezar un gobierno de legislatura corta y pactos continuos. Sus votantes esperan al Rajoy parlamentario, que sabe definir y posicionar sus mensajes y no tanto al Mariano mediático, dubitativo y excesivamente enrocado en gráficas, datos y reacciones negativas ante la provocación adversaria.
Pedro Sánchez: Ya nadie se acuerda de aquel debate en diciembre cuyo inicio parecía descubrir a un orador solvente y a un político confiable. Se ha pasado cuatro meses abrazando reactivamente una estrategia que le ha arrebatado la bandera de la izquierda, algo que en el debate deberá recuperar, si tiene claro el foco al que atacar. En su entorno siguen pensando que el mejor Pedro Sánchez aparece cuando abandona la mesura por la agresividad, o cuando frunce el ceño para parecer que acorrala a su adversario. Eso es no entender el fin último de para qué se debate. Hoy, su rival es Rajoy, aunque deberá desmontar con tino y acierto el planteamiento de Iglesias, que venderá a Sánchez como parte del "capital neoliberal que nos ha traído hasta aquí", representado en el 'pacto del abrazo con Rivera'. Si Sánchez entra en ese juego, nadie hablará del PSOE al día siguiente.
Albert Rivera: Es el mejor orador de los cuatro y quien mejor domina los registros del debate, pero debe interiorizar que en un formato como el que se imponen en los platós, tener claro el foco del mensaje y el de tu rival decide las percepciones posteriores. Su rival no es Rajoy, aunque ocupe su nicho sociológico. Su adversario, en forma y fondo es Pablo Iglesias, convertido en alternativa creíble bajo el fantasma de una sonrisa que cambió de bolivariana a socialdemócrata. Albert debe controlar su vehemente gestualidad y su ritmo discursivo, demasiado acelerado cuando explica, excesivamente descontrolado cuando replica. Si no quiere que se le escapen votantes con la excusa de la utilidad, que deje de ser ecléctico y heterogéneo y proyecte bien adversario y núcleo del mensaje principal. Jugar a ser árbitro te hace ser siempre el foco de todas las criticas.
Pablo Iglesias va a tener gran parte de la atención de la noche sobre él. Si en el pasado su estrategia fue arrinconar a Sánchez y contraatacar a Soraya, ahora sabe, encuestas en mano, que su foco dialéctico es Rajoy. Es poderoso colocando mensajes en formato titular de consumo fácil, que al día siguiente se repiten como consignas entre propios y extraños. Fue quien mejor manejó el contexto y espacio en aquel debate, aunque dudo que esta noche el tono indignado y verbo agresivo sean su apuesta. Debe captar a un electorado nuevo, el de la generación de la Transición. Y ahí es donde puede estar su punto débil. No tiene proyecto explicativo propio (le cuesta detallar su programa económico) más allá de poner su punto de mira en los demás.
Agresivos o persuasivos. Directos o explicativos. Proactivos o reactivos. Concurso de oratoria o debate con argumentos. Candidato fiable o político de partido. Alternativa o alternancia. La estrategia marca el discurso. La táctica define el debate. Lo que suceda esta noche, servirá para que muchos opten finalmente entre ir a votar o no el 26J. Un debate para movilizar indecisos, no para confirmar el voto de quienes ya saben qué harán, más que por convicción, por descarte. Ganará quien mejor sepa ajustar las expectativas a las necesidades, deseos y motivaciones del votante. Excitar los sentidos está bien, confirmar percepciones también. Pero ante todo que expliquen, sin grandilocuencias retóricas, ni lenguaje de barra de bar, sin mitines ni reacciones de tertulias. Que expliquen qué harán con un país cansado de hipotecas políticas y fianzas personales.
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