Quim Torra

Puigdemont marca a Sánchez

La primera reunión de la «mesa» confirma que el Gobierno tiene maduro su pacto con ERC, pero no con Torra-Puigdemont.

Carles Puigdemont y Quim Torra son recibidos por el alcalde de Perpignan, Jean-Marc Pujol
Carles Puigdemont y Quim Torra son recibidos por el alcalde de Perpiñán, Jean-Marc Pujol, a 29 de febrero de 2020.David ZorrakinoEuropa Press

Los portavoces de la delegación independentista, que visitó Moncloa el pasado miércoles, no han perdido oportunidad mediática para explicar a todos los españoles que ante la delegación del Gobierno, presidida por Pedro Sánchez, preguntaron por lo suyo, por la única solución que les vale para el conflicto político, una «agenda» para la autodeterminación y la amnistía de sus «presos políticos», que ya gozan de plena semilibertad. También han explicado a todos los españoles que «siguen» esperando una respuesta a su propuesta, porque, según ellos, no se la dieron en la reunión. Cuando la única respuesta posible, y que debía haber quedado clara en Moncloa, es un «No» categórico a esas exigencias porque ni con las soluciones «imaginativas» sugeridas por la portavoz del Gobierno es posible encontrarles cobijo en el marco constitucional.

Al margen de hasta dónde esté dispuesta a estirar el engaño la parte gubernamental, y a hacer que se deja engañar la parte independentista, sobre estas dos exigencias no hay posibilidad de acercamiento de posturas. Ni máximo ni mínimo. Por lo que de lo poco que ha contado la parte soberanista de la cumbre en Palacio, y de la nada que ha explicado la parte gubernamental, la pregunta es cuánto tiempo los soberanistas están dispuestos a mantenerse sentados haciendo como que no se enteran de que lo que piden no se lo puede dar ningún Gobierno de la Nación. Mientras, entretanto, eso sí, siguen llenando el cesto de más privilegios y cesiones a su favor. Porque éste es el camino por el que transitan.

La primera reunión de la «mesa» bilateral, y la decisión de ERC de abrir la puerta a los Presupuestos con su ayuda para que el Gobierno sacara adelante el techo de gasto, han confirmado que Sánchez tiene muchas cosas «maduras» con ERC, pero continúa sin tener nada con Torra-Puigdemont. En Moncloa cantan triunfo sólo con que la «mesa» haya echado a andar de manera tan incierta y se felicitan de que en determinados ámbitos se airee el mensaje de que la Legislatura está encarrilada porque, supuestamente, Sánchez tiene ya en la mano la solución para sostenerse en Moncloa dos o tres años con la colaboración de ERC. Pero el control de mandos lo siguen teniendo Puigdemont-Torra, por mucho que en Moncloa estén confiados en que esta pareja no puede asumir el coste de romper el diálogo cuando son los mismos que han liderado la pancarta del «Sit and Talk». Tanpoco les protege de ese control de mandos por parte de Puigdemont la conjetura de que tienen igualmente «agarrados» a los de ERC porque si Sánchez cae, la alternativa sería un Gobierno de derechas del que el partido de Oriol Junqueras «sabe que no puede esperar nada».

Torra puede estar preso de un diálogo que quiere desacreditar, pero continúa siendo el máximo responsable del Gobierno catalán, con la facultad que de ello se deriva de convocar elecciones cuando lo considere oportuno. Y el futuro depende de si el Supremo sigue a la Fiscalía o no, que le ha pedido que desestime el recurso contra la inhabilitación. Si no aceptan el recurso interpuesto por Torra, Cataluña irá de nuevo a elecciones en mayo. Si lo aceptan, entonces los comicios serán en octubre.

Hasta entonces el Gobierno tiene que seguir dando pelotazos hacia adelante a una «mesa» que le desgasta fuera de Cataluña por los cuatro costados. Para Sánchez, es la tabla de salvación de los Presupuestos. Para el PSC, la puerta de ascenso en las elecciones catalanas. Los dos objetivos está por ver si se cumplen, aunque a la espera del final feliz del «cuento», elecciones-tripartito-defunción de la «mesa», la política del Gobierno ya está dejando ver todo lo que tiene «atado» con ERC.

Hay un blanqueamiento del «golpe» independentista con la nueva retórica del Gobierno y sus guiños, no tanto a Cataluña, como a la parte de Cataluña que defienden las fuerzas secesionistas. Hay libertad para los presos, aunque sea con condiciones, y aunque haya que señalar que en esto la responsabilidad principal está en el juez Manuel Marchena, presidente del tribunal del «procés», por negarse a establecer el periodo de seguridad que pidió la Fiscalía.

El Gobierno también tiene negociado con los de Junqueras el intercambio de favores en Madrid y en Cataluña, Presupuestos en España y Presupuestos en Cataluña, con la previsión de que sirva a Sánchez para garantizarse tres años de Legislatura. Siempre que cuadre la fórmula del tripartito con ERC y Podemos.

La lectura que el Gobierno difunde de puertas hacia afuera, respecto a que la Legislatura está encarrilada, no concilia tampoco con la incertidumbre que se percibe de puertas hacia adentro. Es una partida llena de obstáculos y que puede descarrilar en cualquier momento porque así lo decida quien controla los mandos, que ayer se dio esa sobreactuación de baño de masas en Perpiñán. En su interlocución con ERC, con Oriol Junqueras, el Gobierno está decidido a satisfacer la exigencia republicana de que el diálogo sea la base de la precampaña y de la campaña de las elecciones catalanas. Bandeja de plata, explican fuentes socialistas, para que el diálogo confirme la victoria de ERC, y los de Junqueras, a cambio, les devuelvan el favor de dejar que se ponga en barbecho la «mesa», para avanzar en «cámara lenta» hacia el objetivo de la autodeterminación. Pero mientras esto se aclara es casi política de ciencia ficción que ERC pueda regalarle unos Presupuestos a Sánchez y dar estabilidad sin que en su campaña exhiban un trofeo a la parroquia soberanista.

Además, no está solo el problema catalán. El Gobierno tiene abiertos muchos frentes, y uno que amenaza con ahondarse es el enfrentamiento con sus socios de Podemos. La teatralización de la armonía ha estallado ya por la inmigración, por la despenalización de los «piquetes» y por las pancartas de igualdad, que patrimonializa la ministra Irene Montero y que tienen en pie de guerra al veterano feminismo socialista. Tampoco está resultando fácil aunar las ideas de las dos partes para afrontar la desaceleración económica. Con el calendario echándosele encima, a Sánchez le llegan voces que le aconsejan que deje los Presupuestos de 2020 y pase a los del 21. El problema de fondo es el lío catalán, pero puede justificarlo en que para cuando estén aprobados no tendrá tiempo de desarrollarlos. Salvo que la clave esté en que se piense que serán los únicos de la Legislatura. La teoría de la solución de mínimos la tienen elaborada en el sector crítico socialista, agazapado, salvo excepciones como la de Emiliano García-Page. «Para que pudiera pensarse que puede salir algo de esto, por poco que sea, que sirva de verdad de solución al problema catalán, es imprescindible que hubiera un mínimo acuerdo en el soberanismo, que no hay, y un mínimo acuerdo en el constitucionalismo, que anda a la gresca. Podemos engañarnos todo lo que queramos, pero Puigdemont tiene los mandos catalanes y de la política española».