Coronavirus

Tomás Gómez: ¿Cómo no voy a tener miedo?

El Gobierno restringirá el movimiento de personas salvo fuerza mayor
Algunas personas se protegen con mascarillasChema MoyaEFE

Dos investigadores de la Universidad Erasmo de Róterdam realizaron un estudio psicológico sobre la percepción del miedo y llegaron a la conclusión de que después de ver la cara a una persona asustada se activa en nuestro cerebro algo que se llama la sensibilidad al contraste de imágenes.

Dejamos de percibir los detalles sobre el sujeto, por ejemplo, si tiene más o menos pelo, para centrar nuestra atención en sus movimientos, por si nos puede hacer daño. Sin duda es instinto de supervivencia.

En una semana han cambiado nuestras vidas, ya no son solo chinos los que llevan mascarillas y guantes de látex, las personas tienen miedo y eso se respira en el ambiente. Cuando alguien en el supermercado se aproxima, le observas, en modo alerta y cuando alguien tose, estornuda o saca un pañuelo, te alejas conteniendo la respiración.

El miedo saca también lo peor de nosotros, el yo más egoísta, el que se antepone al nosotros. Eso tiene un nombre, insolidaridad.

Hemos escuchado, durante la semana, los insistentes mensajes de la autoridad sanitaria, se ha decretado el estado de alarma y después de estar bombardeados por los medios de comunicación, algunos de ellos, en un claro exceso sensacionalista, dicho sea de paso, ha quedado claro que estamos en situación de riesgo.

Pues bien, aun nos llegan vídeos de La Pedriza madrileña llena de coches, de gente que ha salido a hacer vida social el fin de semana o imágenes de la interminable fila que se ha formado en la puerta de un estanco en un municipio cualquiera del sur madrileño. Entonces es, cuando al analizar la reacción de personas que tienen miedo, cobra todo el sentido del mundo.

La imprudencia de muchos genera miedo a los otros y el miedo se contagia más que el coronavirus. Una vez superado el temor a la epidemia, llegarán más dosis de terror, pero por otros motivos.

Las empresas han empezado con sus ERTES, reducciones forzosas de jornada, despidos y se avecina una nueva crisis cuando aún estamos convalecientes de la última. Entonces la mirada de miedo no será hacia el que se acerca demasiado en la cola de la caja del super.

Miraremos al gobierno y a la oposición y sentiremos pánico porque no nos da ninguna seguridad y, para entonces, se habrá discutido demasiado sobre las consecuencias del 8M, sobre la utilización política de algunos presidentes autonómicos, de las ridículas comparecencias de la oposición y de porqué nuestro sistema nunca está preparado para el ébola, la gripe A o el coronavirus.

La gente debería confiar más en los demás, pero para eso los demás deberían ser prudentes y no irse a la Pedriza. Para confiar más en las administraciones deberíamos saber que quienes dirigen o quieren dirigirlas no convocan actos en las calles o en Vistalegre y ponen en riesgo a miles de personas. Además, daría mucha tranquilidad saber que hay un plan B para las empresas y los trabajadores que perderán su empleo.