Coronavirus

Batallón de costura: 10.000 mascarillas al día

Un centenar de mujeres cose de sol a sol para producir de manera altruista miles de unidades. «Tejemos esperanzas», dicen ilusionadas

La máquina de coser de Cruz echa humo. Lleva desde las siete de la mañana en marcha y no parará hasta pasadas las once. En su casa de Tizneros, un pueblo de Segovia, se fabrican mascarillas como churros. «Mi reto es que el grupo de costureras en el que estoy metida, cada una desde su casa, por supuesto, hagamos 900 este fin de semana», nos dice con una voz llena de entusiasmo. Ella forma parte de un «batallón» de mujeres de esta provincia castellana que se ha puesto manos a la obra para, de manera solidaria, fabricar estas prendas de protección para hospitales y centros sanitarios, ya que gran parte de ellos están trabajando sin estos elementos de protección por falta de abastecimiento. «Todas tenemos algún conocido médico o enfermero y sabemos lo mal que lo están pasando, así que si podemos poner un minúsculo grano de arena en esta lucha contra el coronavirus, lo haremos sin dudarlo», dice esta mujer de 48 años que trabaja en una escuela.

Su marido, pintor, está ahora sin faena y sus hijos, sin escuela, así que también se han prestado voluntarios por si ella necesita descansar un rato «porque quieras o no la vista se cana, no te das cuenta hasta que apagas la máquina», dice. Ella se sumó a este reto gracias a una llamada de la alcaldesa que buscaba mujeres (u hombres) que supieran de costura para formar «exprés». Ella se apuntó sin necesidad de más explicaciones.

«Somos gente humilde que lo único que queremos ayudar. En el grupo del pueblo estamos ahora unas nueve mujeres en esta labor, pero hay muchas más en otras localidades. Hay señoras de más de ochenta años, incluso algunas que ya están muy mayores que no pueden coser pero han donado sus máquinas para que lo hagan otras. También hay pequeñas de 12 años que están ayudando a sus madres, es algo muy bonito», apunta.

Toñi cose en un su casa, a un ritmo de 100 mascarillas al día
Toñi cose en un su casa, a un ritmo de 100 mascarillas al díaLa Razon

La idea de formar este «ejército de hilanderas» partió de María y Jorge. Él trabaja en una empresa de suministro de ropa profesional, Mundo Laboral, y ella trabaja para asociaciones relacionadas con enfermedades raras (Aspace y Neurofuturo). «Como los padres de niños con este tipo de afecciones estamos acostumbrados a coser la ropa de nuestros hijos, a hacer fundas para las sillas de ruedas y este tipo de cosas no dudé en aceptar la propuesta de Jorge, me parecía la mejor manera de ayudar», dice María.

Fue el domingo pasado, a las once de la noche, cuando recibió la llamada de su amigo. «Toda la producción de nuestra empresa había quedado paralizada, así que como conocemos proveedores de todo tipo de materiales preguntamos si podríamos recibir el específico de las mascarillas, que es un tejido llamado ‘‘nowoven’’. Nos dijeron que sí, pero querían asegurarse que no lo hacíamos para sacar provecho de la situación, así que hablamos con la Junta de Castilla y León para contarles nuestra propuesta y nos hicieron una recomendación. El proveedor aceptó y telefoneé a María para ver si se apuntaba», relata Jorge. Él tiene un equipo de costureras en plantilla, pero necesitaba más manos («yo solo no podía fabricar más de 1.000 al día, es necesario un número mayor», añade) y además, mucho de su personal está en casa, incluso si alguno cae enfermo hay que tener a otras personas para sustituirlos.

Trabajo en cadena

Jorge ha pagado de su bolsillo, de manera totalmente altruista, varios rollos de este material que ahora se reparte por varias localidades para que costureras solidarias lo preparen. «Jorge nos ha enviado un vídeo de muestra y una plantilla, es sencillo, no requiere un patronaje, pero la verdad que nos lo han puesto muy sencillo», apunta Cruz. «Esto es algo muy emocionante, y la mejor manera de ayudar», asegura fany mientras repasa su enésima mascarilla. Bárbara, por su parte, dice que la experiencia de formar parte de este equipo «es una pasada, lo que estamos haciendo es alucinante y el modo en el que responde la gente me deja sin palabras». Ella trabaja mano a mano con Jorge, se encarga de cortar los rollos con las medidas de las mascarillas, empaquetarlas, etiquetarlas y mandarlas al resto del «batallón»

El empresario segoviano ha pedido, en principio, seis rollos de tela, lo que dará para unas 25.000 mascarillas, pero si todo funciona bien pedirá más. «Nuestra intención es fabricar unas 10.000 mascarillas al día y creo que lo estamos consiguiendo, gracias a la generosidad y apoyo de la sociedad. Hay personas que me está diciendo que les de un número de cuenta para que yo compre más material, pero yo quiero que todo sea transparente, que no haya ningún problema y de momento prefiero ser yo quien pague los materiales. Lo hago con mucho gusto, con afán de ayudar», insiste.

Cruz comienza a coser a las siete de la mañana y no termina hasta las once de la noche
Cruz comienza a coser a las siete de la mañana y no termina hasta las once de la nochelarazon

Desde que se pusieron el lunes manos a la obra han desarrollado una logística admirable. Voluntarios de protección civil también están ayudando en el transporte de las mercancías desde la fabrica de Jorge, donde se recepciona el material, hasta el domicilio de las costureras. «Todo lo hacemos con las medidas de higiene establecidas. Guantes, mascarillas... Lo primero es garantizar que todos estemos bien», apunta Jorge. Luego, cuando las hilanderas suman un volumen importante de mascarillas tejidas, las empaquetan y esperan a que vengan a recogerlas.

«Nosotros, una vez terminado el proceso, las pondremos a disposición de la Junta para que ellos las repartan en los lugares donde son más necesarios, por supuesto tras el proceso de esterilización oportuno», asevera María, que acaba de llegar de recoger varios metros de tela ya cortada para llevarlas a varias amigas y conocidas. «La acogida ha sido brutal, de hecho estoy desbordada, no paran de llamarme personas para sumarse a la iniciativa y no damos a basto, queremos hacerlo lo mejor posible. Luego también hay quien llama para decirnos que nos las compran. Un hombre me telefoneó y me aseguró que me pagaría 2.000 euros si le envía 1.000 mascarillas. Le dije que no, que nosotros no estábamos haciendo esto para hacer dinero sino para ayudar, y que todas las que fabricáramos irían a hospitales y residencias de ancianos. No le sentó muy bien», lamenta.

Ella fue quien creó el grupo de WhatsApp que ahora suma más de 80 mujeres y, de hecho, el nombre que se han puesto a sí misas es el de «batallón de costura», porque, según analiza, María, ahora nos encontramos en una guerra, «es vírica, no hay bombas, pero es una guerra y, nosotras, desde nuestras trincheras, desde nuestras casas estamos luchando contra este virus».

A su iniciativa no dejan de sumarse personas, «fíjate hasta donde lleva el buen corazón de la gente, que hace unos minutos me han llamado dos taxistas de la zona para decirme que ellos se pueden encargar de la distribución. Me emociona este espíritu solidario», dice con la voz entrecortada.

Jorge se suma a las experiencias de María, pues desde el domingo que empezó a mover todo, su teléfono no ha dejado de sonar: «Ayer me llamó una anciana de Valseca, otro pueblo de Segovia. Me decía que ella no sabía coser, pero que quería aportar dinero a la causa. Le dije que yo correré a cargo de los gastos hasta que pueda, luego ya se verá. He recibido llamadas de diferentes puntos de España de gente que había escuchado que estábamos con esta labor y que querían colaborar».

Cruz, por su parte, se despide de nosotros diciendo: «Bueno, chicos, un placer hablar con vosotros, pero debo de seguir cosiendo». Ellas no solo dan buenas puntadas sino que también tejen las esperanzas de todos aquellos que esperan con los brazos abiertos sus ansiadas mascarillas para seguir trabajando.