Coronavirus

El independentismo envuelve el coronavirus en la estelada

Sindicatos y patronales catalanas rechazan el plan de confinamiento propuesto por la Generalitat. El president promovió una reunión con los agentes económicos y sociales para buscar su apoyo

La política española ha dado un vuelco. De la crispación al cierre de filas ante la crisis del coronavirus. Las criticas son duras pero se dejan en diferido, como se vio en el pleno de prolongación del confinamiento. Con una excepción, el gobierno de la Generalitat de Cataluña, mejor dicho por su presidente Joaquim Torra, con el apoyo del irredento Carles Puigdemont, y Junts per Catalunya. En los prolegómenos de la crisis, Torra acusó a Pedro Sánchez de usar el coronavirus para no volver a convocar la Mesa de Diálogo. El 11 de marzo, el presidente catalán exigía la convocatoria de la Mesa «ahora hemos descubierto que muchas reuniones y decisiones las podemos tomar por videoconferencia». Puigdemont desde Waterloo elogiaba las videoconferencias y las reivindicaba como «arma de trabajo», una forma velada para defender su investidura como president de la Generalitat de forma telemática.

Fue el primer encontronazo entre ambos gobiernos. Días después, Torra pactó con Sánchez el aplazamiento de la Mesa hasta que finalizara la alerta del coronavirus. Pero, el independentismo más radical compró el coronavirus como un nuevo acicate en su lucha «contra el estado fallido». Para el independentismo, España no ha hecho las cosas bien y, lo peor, ha dejado expuesta a Cataluña y no hace nada en defensa de los catalanes porque prioriza a los madrileños. Los más hiperventilados encuentran en las redes sociales su fango para retozar «es el momento de hacer la DUI» -Declaración Unilateral de Independencia-, agitados por los mensajes apocalípticos que llegaban desde Bruselas de la mano de Puigdemont y el «top ten» de la bajeza moral con Clara Ponsatí, ahora eurodiputada de Junts per Catalunya, que desde Escocia decía «de Madrid al cielo», burlándose de la afectación en la capital. Corría el 15 de marzo.

Este día, Sánchez convocaba una conferencia de presidentes. Asistieron todos y Torra dio la nota. Se negó a suscribir el comunicado conjunto y se quejó de que Cataluña no tuviera sus propias competencias para luchar contra la pandemia. Es más, afirmó que el Real Decreto usurpaba competencias y era una vía simulada de aplicar el 155. Ni Iñigo Urkullu, el lendakari vasco, le secundó, pero a Torra le sirvió para seguir echando leña al fuego amparado por los tuits de Puigdemont y las ruedas de prensa de sus consellers que acusaban de intervención de la Generalitat por el Gobierno de España.

Un día después, en una nueva alocución, el presidente catalán proponía el cierre de Cataluña «la evolución de los contagios nos exige ser más drásticos. Creemos que nos tenemos que anticipar a una evolución demasiado rápida de la enfermedad en nuestro país y por eso creemos que hay que confinar toda Cataluña». El anuncio se realizó sin tener las competencias y sin avisar al ministerio de Sanidad. Torra redoblaba su pulso con el Estado, fijando una foto «España no hace nada para evitar el contagio en Cataluña». Incluso, el conseller de Interior, Miquel Buch, puso a los Mossos a realizar controles en autopistas y carreteras limítrofes con Aragón o Comunidad Valenciana. Los medios de comunicación públicos y los privados se hacían eco de ese –supuesto– simulacro de cierre de fronteras catalán. Ese mismo día, el 16, Torra anunció que estaba contagiado de coronavirus.

En el mismo decreto, la Generalitat utilizó sus competencias para cerrar pistas de esquí, centros comerciales no alimentarios, restaurantes, bares, cines, centros de ocio y, la guinda, el confinamiento de Igualada, capital de la comarca del Anoia, y cinco poblaciones. Igualada se convirtió en el epicentro de la lucha de la Generalitat contra el coronavirus, el confinamiento como lucha contra la propagación dejando entrever que era justo lo contrario que hacía Sánchez en Madrid. Cuatro días después, Igualada se ha revelado un total fiasco. El coronavirus ha llegado a poblaciones limítrofes y ha provocado seis muertes en un centro sociosanitario de Capellades. El confinamiento de Torra se ha convertido en la foto de un completo fracaso. Pero ahí sigue erre que erre. El consejero de Interior ha vuelto con la idea de confinar Igualada, después de acusar de la propagación a una enfermera. Acusación falsa. El origen habría que buscarlo en la asistencia de empresarios a una feria en Milán, hecho que ocultó durante más de una semana.

Sánchez no dio pábulo a las aspiraciones de Torra y no confinó a Catalunya porque el virus «no entiende de territorios ni de fronteras». Mientras los medios de comunicación, públicos o regados con dinero público, lanzaban soflamas contra Sánchez y España, Torra envió al vicepresidente, Pere Aragonés, también infectado, y a la consellera de Empresa, Àngels Chacón, a convencer a los empresarios y sindicatos. No lo consiguieron. Las patronales, Foment del Treball -Josep Sánchez Llibre- y PIMEC -Josep González-, dijeron no a las veleidades de Torra. También CCCO -Javier Pacheco- e incluso UGT -Camil Ros-, aunque este último fue el menos contundente porque «la situación es difícil». El fracaso llevó a la Generalitat a no dar visibilidad al encuentro. El martes 17, después de enviar mensajes presionando a sus interlocutores según ha podido saber LA RAZÓN, Torra presidió una nueva conferencia y presenció en primera persona el NO de los agentes sociales y económicos al cierre de Cataluña «no sabemos que pasará, pero cerrar Cataluña nos aboca a la recesión», apunta uno de los presentes.

El fracaso de Igualada sumado al fracaso de cerrar Cataluña y al colapso de los hospitales públicos, que respiran gracias a la colaboración de los hospitales privados catalanes, lleva al Govern de la Generalitat a levantar un nuevo frente: la confiscación de mascarillas por la Guardia Civil «para llevárselas a Madrid». La denuncia fue recogida por la consejera de Sanidad, Alba Vergès -ERC- y la portavoz del Gobierno que exigieron explicaciones al Gobierno, y que cada día desempolvan alguna acusación que dibuja un gobierno desalmado que abandona a los catalanes bajo la consigna «difama que algo queda». Torra confinado en la Casa dels Canonges sigue arremetiendo contra España. Su última ocurrencia ha sido desempolvar un informe que alerta del apocalipsis - auspiciado por científicos que le dan la razón y que nunca auguraron la pandemia ni pidieron que la Generalitat se pertrechara con materiales para hacerle frente- para justificar su posición de «cierre total», sólo secundado por los hiperventilados y por una ERC a la que le tiemblan las piernas y no se atreve a desmarcarse de Torra. Su abstención en el Congreso es la prueba del algodón. El independentismo agita el odio contra España y se visualizó el miércoles en un tuit del actor Toni Albà que acusó al gobierno de ser el nuevo Milosevic mientras los calificaba de asesinos de palabra, obra u omisión. Todo sea por envolver al coronavirus en la estelada.