Coronavirus
Sánchez se la juega
Hoy resultaría estúpido aquel debate sobre si debía celebrarse o no el Mobile Word Congress de Barcelona, si había que prohibir los partidos de fútbol, el acto de Vox en Vistalegre o la manifestación del 8M, porque sabemos muchas más cosas.
Antes de llegar la pandemia a Occidente, a la mayoría le parecía una cosa circunscrita a Asia y estaban convencidos de que Europa lo viviría como una gripe, más o menos agresiva.
Todos los gobiernos cometieron el mismo error, quizá de forma más grave los de EEUU y Reino Unido, que pensaron que podían controlar la economía y la crisis sanitaria a la vez.
Todos se negaron, en principio, a generar, lo que denomina Paul Krugman, un coma inducido en la economía porque no terminaban de creerse que la epidemia iba a ser masiva.
Sin embargo, la experiencia ha demostrado que hay que elegir entre economía y salud. Cada día se descubren cosas nuevas sobre el Covid19, ahora sabemos que afecta a los pulmones, también a los riñones y al corazón de algunas personas, conocemos su capacidad de propagación y que, a falta de vacuna, la única manera efectiva de controlarlo es el distanciamiento social junto al resto de medidas de precaución que hemos aprendido.
El análisis estadístico de los datos en los últimos días de nuevos infectados y fallecidos por el Covid19 nos da un tono agridulce. Por un lado, la tendencia es de disminución, pero mucho más lenta que lo deseable. Cientos de personas mueren todos los días y la caída del número de decesos diarios es muy poca, además, siguen declarándose más de 4.000 nuevos casos diarios.
En este contexto, el presidente del gobierno ha decidido relajar las medidas de confinamiento y ordenar la vuelta al trabajo de algunos sectores. Sin tener controlada la pandemia, la decisión de Pedro Sánchez, de rebajar la dureza del confinamiento, es muy controvertida.
Si retrocediésemos en el tiempo, se hubiesen cancelado antes las clases en las escuelas y universidades y se hubiesen anulado algunos eventos públicos, cuando la OMS alertaba sobre la epidemia.
El 24 de febrero llegó el primer caso de Covid 19 a la península. Si, en ese momento, el gobierno hubiese comprado respiradores, mascarillas y demás equipos de protección para los sanitarios, algunos lo habrían cuestionado. Si se hubiese paralizado la actividad económica, la oposición y la opinión pública lo habría censurado, pero hubiese sido lo mejor para la salud y para la economía.
Ahora las cosas son distintas. Sabemos lo vulnerables que somos, cómo se colapsan nuestras UCIs, cómo las residencias han sido una trampa mortal para miles de personas mayores y que si no hubiésemos parado, las muertes se multiplicarían por 8 o por 10.
Hay un refrán castellano que dice “vísteme despacio, que tengo prisa”. En la gestión de la vuelta a la normalidad, Sánchez se juega mucho más que la presidencia del gobierno, si se precipita, nadie se lo perdonará.
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