Coronavirus
Lema de Podemos: “Más hibernación y mas tasas”
Se cumple el mes de clausura y ya todos somos monjas. Hasta los empresarios opinan del negro futuro que nos augura el FMI como carmelitas descalzas cantando gregoriano: «Toca arrimar el hombro dejando atrás ideologías», «Es momento de gestión, no de política», «Escuchar a todos sin culpar a nadie», etc. ¿Las ideologías? En este país, si juntas a tres españoles en una habitación formarán cuatro partidos políticos. Y escuchar sin culpar no está en la regla de nuestra orden monástica. Cuentan que sor Nadia Calviño sugirió dulcemente a los dirigentes empresariales que hablaran mejor del Gobierno. Eso es como pedir al hermano Pablo Iglesias que hable bien del hermano Amancio Ortega, pero quizá los empresarios han seguido el consejo de San Ignacio: en tiempos de tribulación, no hacer mudanza, o sea, no sumar olas a la tormenta. Por cierto, parece que a Iglesias no le gusta nada ver al Rey con uniforme militar, aunque sea de campaña y sin medallitas. No es como aquellas chicas/chicos que se derretían viendo a Richard Gere de impoluto uniforme blanco de la Armada en «Oficial y caballero».
Pero como Yolanda Díaz va a ser recibida en Zarzuela e Irene Montero no está para lanzar Borbones a los tiburones después de su recaída, los de Podemos no han celebrado el aniversario de la II República con el grito de sus primos de IU («Ni Corona ni virus»), sino con otro más adecuado a las circunstancias: «Más hibernación y más tasas». No les gusta nada la salida de la hibernación, como al oso Yogui, y se corren pidiendo más impuestos. Por si no le sale bien al final su renta mínima puente por culpa de Escrivá, lanza al Gobierno la idea de la «tasa coronavirus» para los grandes patrimonios, o sea, que el hermano Iglesias va otra vez a por ti, hermano Amancio. Es su carácter. A falta de test, tasas. O sea, si no querías más tasas, ahí tienes tasa y media. Rascarán hasta de los puestos de castañas porque el Estado está canino. Mil test diarios se realizan en laboratorios privados, leo. Cuestan unos 150 euros por persona. Y digo yo, hermano Illa, que como me tiene viviendo sin vivir en mí la duda de si soy asintomático o sintómatico inconsciente, si acabo haciéndome el test y me da positivo, ¿le puedo gritar al televisor que su Ministerio ayuno de test para todos me devuelva los 150 pavos antes de que me ingresen? Ya sé que es inútil. Solo desahogo. Es que sigo sin mascarillas, ¿sabe? Dicen que las caseras son tan eficaces o más que las higiénicas, o sea, que voy a rescatar los bonitos pañuelos de mi fallecida esposa para salir a la calle como un bandido un poco mariposón, dicho sea sin faltar a los mariposones bandidos y a la LGTBIQ en general. Si los padres superiores de Interior le piden explicaciones a Mariano Rajoy por saltarse la clausura para hacer deporte, el ex hermano mayor del convento de la Moncloa lo tiene fácil: «Siempre he estado absolutamente convencido -podrá decir-de que ponerse el chándal es lo más correcto y necesario para ir a comprar el Marca”. Sor Christine Lagarde, jefa del Banco Central Europeo, dice que «el mundo está superpoblado de personas mayores, lo que representa un peligro para las economías». Pronto dirán que la crisis de 2008 no se produjo por la quiebra de Lehman Brothers, sino por el desmadre (champán y mujeres) en las residencias de ancianos. Hagamos confesión pública en el balcón, hermanos.
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