Coronavirus
Ignacio Fernández Cid: “Las residencias somos casas de mayores, no hospitales de ancianos”
El presidente de la Federación Empresarial de la Dependencia carga toda la responsabilidad de las muertes de ancianos en residencia al “Gobierno y a las comunidades autónomas”
Ignacio Fernández-Cid (Barcelona, 1961) es el presidente de la Federación Empresarial de la Dependencia, la patronal de las residencias privadas de ancianos, de las que hay 2.000 en toda España. Muchas de ellas se han convertido en auténticas morgues, con cientos de fallecidos a causa de la pandemia. Fernández-Cid atribuye toda la responsabilidad de esas muertes al Gobierno y a las comunidades autónomas.
– Las cifras de fallecimientos en residencias de ancianos son escalofriantes. ¿A qué las atribuye?
– A que el Gobierno y las autoridades sanitarias nos han abandonado totalmente. Si desde un principio se dijo que la población diana del coronavirus eran las personas mayores y con patologías previas, pues ese es precisamente el perfil de las residencias. Y como quien ejerce el poder nos ha abandonado, pues la pandemia nos ha causado estragos. Ha sido un tsunami que ha barrido con todo.
– ¿Toda la responsabilidad recae sobre el Gobierno?
– Sobre el Gobierno y las comunidades autónomas. Cuando se decretó el estado de alarma, todo el aprovisionamiento de materiales de protección, mascarillas, guantes, batas, calzas y gorros se quedó parado, y empezaron las requisas, que afectaron a quienes consumimos esos materiales, que son los hospitales y las residencias. Entonces salimos al mercado a buscar los materiales, pero ya no estaban disponibles. Nuestros proveedores nos decían: «Nos los han requisado». El Gobierno tardó 10 días en delegar esas funciones en las comunidades. Pero en una pandemia 10 días son esenciales. Y en algunas residencias seguimos utilizando batas hechas con bolsas de basura.
– Usted le dirigió una carta al ministro de Sanidad en la que afirmaba: «Nuestra obligación termina en la prestación de servicios socio-asistenciales». ¿Qué significa eso, que las residencias son poco más que unos establecimientos hoteleros?
– No. Significa que las residencias somos las casas de los mayores, pero no somos los hospitales de los mayores. Somos establecimientos sociales con unos mínimos servicios médicos y de enfermería. Pero si necesitamos unas pruebas para hacer un diagnóstico, pues evidentemente aquí no tenemos aparatología, no tenemos rayos X.
– ¿Y por qué no los tienen? Sus cuentas arrojan beneficios todos los años...
– Porque nunca ha sido ése el papel de las residencias. Nuestro papel es dar cuidados asistenciales, y cuando necesitamos un apoyo sanitario que excede nuestras capacidades, nos apoyamos en el sistema público de salud, como cualquier persona que estuviese en su casa. ¿Qué diferencia hay entre un anciano que está en su casa y otro que está en una residencia?
– Pues que este último paga mensualmente entre 1.800 y 2.300 euros, en función de su grado de dependencia y de si ocupa una habitación doble o individual.
– Mire, el sector de la dependencia cuenta con 385.000 plazas asistenciales en toda España, públicas y privadas, y da servicio todos los días a 1,8 millones de personas. ¿Qué servicios son ésos? Pues teleasistencia, ayuda domiciliaria, centros de día, residencias... El crecimiento de este sector ha sido meteórico, porque había una necesidad que cubrir. Y sí, somos entidades con ánimo de lucro. Yo he llegado a escuchar que no hay derecho a que una empresa se pueda lucrar con la atención a los mayores. ¿Y por qué no? ¿No estamos en una economía de mercado?
–Usted ha dicho recientemente que las residencias están «perfectamente preparadas» para desempeñar su labor, que es la de «cuidar a nuestros mayores». ¿Cómo se les puede cuidar sin prestarles atención médica cuando la necesitan?
– Muchos políticos dicen ahora que las residencias nos tenemos que medicalizar. Pero eso supondría un incremento de costes muy importante, y un notable encarecimiento de las plazas. ¿Qué sentido tendría medicalizar los centros? ¿Por si viene otro tsunami como éste dentro de no sé cuántos años? Tal vez lo que habría que hacer es medicalizar algunas residencias, pero no todas. Y cuando dije que estábamos perfectamente preparados para cuidar a nuestros mayores, quería mandar un mensaje tranquilizador a las familias, porque el 6 de marzo cerramos los centros a cal y canto y se suspendieron todas las visitas. Y teníamos que decir a esos familiares que, dentro del caos en el que estábamos, las cosas funcionaban relativamente bien.
– ¿A pesar de que muchos de los profesionales de estas residencias se han quejado reiteradamente de que trabajan sin los adecuados materiales de protección?
– Es verdad, y tienen toda la razón. Pero es que con el decreto del estado de alarma el mercado se interrumpió. ¿Dónde podíamos nosotros comprar materiales y medicamentos? Por ejemplo: necesitábamos hidroxicloroquina, porque es lo que está funcionando contra el virus. Muy bien, pues nos ponemos en contacto con los dos laboratorios que fabrican hidroxicloroquina. ¿Y qué nos dicen? Lo siento, no os podemos vender porque no nos deja Sanidad; tenemos requisada toda nuestra producción.
– ¿Es cierto, como denunció la ministra de Defensa que el Ejército halló en algunas residencias cadáveres de ancianos abandonados en sus camas junto a ancianos vivos?
– Eso no es verdad, y sus palabras crearon una enorme alarma social. Fue una irresponsable al decir eso. Si fallece alguien en una residencia y llamas a la funeraria, en condiciones normales tarda un par de horas en venir y recoger el cuerpo. ¿Pero qué haces si pasan 48 horas y la funeraria no ha llegado? Pues dejas el cadáver en el dormitorio y lo cierras con llave. Y si es una habitación doble, a la otra persona la pasas a otra habitación. ¿A quién se le ocurre que vas a dejar conviviendo a una persona fallecida con una viva? Pero, ¿qué imagen se traslada a la opinión pública con afirmaciones como las que hizo la ministra? Pues que en las residencias almacenamos muertos y los ponemos a convivir con las personas vivas.
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