Pedro Sánchez

El funeral de Sánchez (III)

Spanish PM Sanchez visits Portugal
Pedro Sánchez con Antonio CostaANTONIO COTRIMAgencia EFE

El acontecimiento que requería de la presencia de Sánchez en Lisboa junto a su colega luso, debía ser tan importante, urgente y sobrevenido, que no podía ni esperar ni acometerse mediante conversación telefónica o telemática, por lo demás tan frecuentes en estos tiempos.

Decía Tarradellas desde su elevada experiencia, dignidad y estatura física, que «en política puede hacerse de todo, menos el ridículo». Es muy posible que al Molt Honorable President no le faltara razón, pero quizás hubiera añadido alguna otra cualidad, de haber conocido las que adornan a nuestro actual Presidente.

El espectáculo proporcionado por Sánchez para intentar «justificar lo injustificable», negándose a asistir al solemne funeral en memoria de los más de 40.000 muertos por el coronavirus, con presencia de los Reyes, es algo inimaginable en una persona con un mínimo de sentido común y conocimiento de la responsabilidad que asumió con la Jefatura de Gobierno. Poco respeto puede esperarse de quien mientras suena el himno nacional en un acto oficial, es incapaz de adoptar la posición de decoro que exige el protocolo, o desconoce el lugar que le corresponde en un besamanos; pero ahora se ha superado a sí mismo. Ser ateo no es incompatible con expresar condolencia a los muertos, solidaridad a sus familias, y respeto a las creencias y costumbres de tus compatriotas. Tarradellas hubiera dicho que en política «no podía hacerse el ridículo», hasta que Sánchez llegó al Gobierno… y rompió el molde.