Gobierno
Sánchez, el pacificador
No hay nada mejor que la autodestrucción, por eso el presidente deja que Iglesias se hunda en su totalitarismo violento
El Gobierno se romperá cuando a Sánchez le convenga, no cuando interese a España. Ese momento será aquel en el que sus asesores demoscópicos confirmen que puede tener una mayoría suficiente para gobernar en minoría pero en solitario. Esa situación llegará cuando el sanchismo pueda ser el eje de la política y pactar con el PP la renovación del CGPJ, con Ciudadanos leyes menores, con los nacionalistas los PGE, y Podemos quede como un residuo destruido a partes iguales por la corrupción, la soberbia y la necedad. Para que esto último ocurra no hay nada mejor que la autodestrucción, por eso Sánchez deja que Iglesias se hunda en su totalitarismo violento.
El PSOE decidió usar a Podemos, no para dar estabilidad a España tras años de crisis del sistema, sino para resucitar su partido. Sánchez utiliza a Iglesias aprovechando la estrategia leninista del bolivariano. La verborrea del líder podemita sirve al Presidente del Gobierno para construir la imagen del hombre moderado y socialdemócrata que nunca fue, y que usará para justificar cuando le convenga la ruptura de la «coalición progresista». Dirá que un antisistema es un obstáculo para el desarrollo y la convivencia, y que su sitio no es el Gobierno. Hasta ese momento será la cohorte sanchista la que se enfrente a Iglesias, como Carmen Calvo o Ábalos. De esta manera el desgaste lo tendrán otros, no él, que como proyecto de Su Sanchidad no debe mancharse con el polvo del camino al poder absoluto.
Para cuando Sánchez decida romper habrá exprimido a Iglesias como puente con los nacionalistas de todo pelaje, incluyendo a Bildu, y como acicate para el crecimiento de Vox. El resultado de las elecciones en Cataluña es una prueba, y esto se puede repetir en algunas comunidades, incluida la de Madrid. El radicalismo estulto de Unidas Podemos y Más Madrid solo refuerza la sensación entre el electorado de izquierdas de que el PSOE es la fuerza sensata. ¿Quién va a votar a quienes justifican que ardan las calles? Esa violencia lleva al electorado de la derecha hacia opciones más contestatarias y duras, de orden, como aparenta ser Vox.
El papel que juega Unidas Podemos en todo esto es simple: hacer más grande y necesario a Pedro Sánchez. De hecho, la mayoría de las voces piden al Presidente que eche al Vicepresidente. La solución a la crisis de España, de esta manera, parece que está en manos del líder del PSOE, y que sólo él puede arreglar el país. Por supuesto, Iglesias queda como el conflictivo que insulta a la democracia española y llama al guerracivilismo, como un antisistema que quiere destruir el orden constitucional, derribar la Monarquía parlamentaria para erigir una República bolivariana, y proclamar el «derecho de autodeterminación».
Sánchez necesita el caos que Iglesias le proporciona. La frase del Presidente explicando que vivimos en una democracia plena y que cualquier tipo de violencia es inadmisible refuerza su papel de hombre de Estado en simple contraposición al de Pablo Iglesias. No olvidemos que hasta hace muy poco el objetivo de Podemos era sustituir al PSOE como el gran partido de la izquierda, y que se disputan el mismo electorado. Así, el plan de Sánchez es que su votante tenga tanto miedo a Podemos como a Vox.
La violencia que estamos sufriendo en las calles de las principales ciudades españolas es usada por el sanchismo para reforzar este plan. Podemos reacciona de forma natural apoyando a los «antifascistas», y el PSOE lo utiliza. Las declaraciones de Pablo Echenique y Rafael Mayoral parecen redactadas por una mano negra de Moncloa. Refuerzan entre el electorado de izquierdas la idea de que Podemos no sirve para gobernar con «sentido progresista», sino que son unos leninistas de mesa camilla que alientan la destrucción de la convivencia. Y es cierto.
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