En la fiesta del PCE
Iglesias sufre un escrache en su reaparición pública al grito de “¿dónde está el cambio? ¿Dónde está el progreso?”
El ex vicepresidente tilda de “provocadores” al grupo que irrumpe en su primer discurso tras el 4-M y asegura que merecen la “contundencia” de la militancia comunista
El ex vicepresidente había preparado con mesura la escena. Quiso hacer coincidir su reaparición pública, tras apartarse de la política después del batacazo en las urnas el pasado 4-M, con la fiesta del centenario del PCE, con el fin de mostrar la unidad de las fuerzas a la izquierda del PSOE, en plena reconstrucción del espacio político que hasta ahora lideraba. Un camino que Podemos quiere explorar de inmediato, consciente de la necesidad de ensanchar la coalición electoral que preside para tratar de sostenerse en Moncloa tras las próximas elecciones.
Además, se produce a pocos días de que la organización que fundó diera a conocer su decisión de nombrarle presidente de la Fundación 25-M, ligada al partido, donde hará tándem con su director, el también cofundador de Podemos, Juan Carlos Monedero. Un cargo que no ha sentado del todo bien en algunos cuadros políticos del partido, que critican que se trata de “una vuelta encubierta”.
No entraba en sus planes, sin embargo, el recibimiento que le esperaba. Una veintena de jóvenes, ataviados con banderas republicanas y enseñas con la hoz y el martillo, quisieron dejar un mensaje claro al ex líder de Podemos. Una muestra del «jarabe democrático» que en otras ocasiones él mismo ha liderado contra sus contrincantes políticos. Pero está vez, al revés. Militantes del PCE eran los que recriminaban a Iglesias al grito de «¿dónde está el progreso?» o «¿dónde está el cambio? Unas imágenes que el PCE se apresuró a desconectar de inmediato del acto que podía seguirse en directo en las redes sociales. Después de que el dispositivo de seguridad lograra desalojar a este grupo, el ex vicepresidente reaccionaba llamándoles «provocadores» y y pidiendo a los asistentes «toda la contundencia de la militancia popular y comunista» frente a este tipo de actos. Asimismo, censuró a quienes le interpelaron por regalar «titulares y clicks a los medios de ultraderecha». Agradeció también al dispositivo de seguridad por el desalojo. “Quiero dar las gracias a las servicios de orden que mantienen estos espacios”.
Una vez Iglesias pudo continuar con su intervención en el foro de debate «Gobernar o tener poder», junto al secretario de Estado y líder del PCE, Enrique Santiago, en la localidad de Rivas, presumió de poder hablar a las claras. “Lo bueno de no tener responsabilidades políticas es que uno no tiene que modular su discurso, puede decir lo que uno quiera y me voy a aprovechar de esta ventaja”. Toda una declaración de intenciones, para lo que llegaría al final de su discurso. Una advertencia directa al PSOE. Al igual que cuando formaba parte del Gobierno de coalición, Iglesias quiso avisar al PSOE de que no tenía otra opción que entenderse con Unidas Podemos y las fuerzas independentistas como ERC o Bildu. “Si el PSOE quiere seguir formando parte del Gobierno tiene que entenderse con Unidas Podemos y tiene que entenderse con ERC y EH Bildu”, avisó, para desdeñar la opción de Ciudadanos, que a su juicio ya no es “viable” en el tablero político. Sobre estas alianzas, que para su partido debería ser la “dirección de Estado”, Iglesias se recreó presentándose como el artífice de ellas en 2020, cuando, en sus palabras, en el seno de la coalición se produjo en verano un “choque fuerte” en Moncloa sobre los partidarios a pactar los Presupuestos Generales del Estado con Cs, en relación al PSOE, y quienes pujaban por un acuerdo con ERC y Bildu. “Nos pusimos a correr y ganamos esa carrera”, dijo para asumir que ello implicó “que mi cabeza acabaría expuesta en una pica”.
De esta manera Iglesias abonó en su discurso de atacar al bloque de derechas en el Congreso y vinculando al PP con la “ultraderecha”, incluso. A su juicio, un gobierno de derechas conllevaría a un “proceso de involución democrática” que acabaría con la ilegalización de los partidos políticos, como el PCE.
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