Cristina L. Schlichting

Ni contigo, ni sin ti, anhelo de Pablo Iglesias

Él inventó Podemos y Podemos sin él no es nada. Por eso sigue

Si es que no hay color, si es que a Ione Belarra –la sucesora de Pablo Iglesias– ni le ponemos cara. Si es que Irene Montero no es ni sombra de su ex marido. Echenique no está mal, pero no deja de ser un portero de Iglesias, un conserje de segunda fila. Los personajes pintorescos y carismáticos dejan un hueco imborrable con su ausencia. Estoy pensando en Fernando Morán, ministro socialista de Exteriores, protagonista inolvidable del chiste continuo. O Alfonso Guerra, por supuesto, o Pujol. Isabel Tocino, del PP, o hasta Javier Arenas. Para bien o para mal, exceden su cargo y le consiguen imprimir una personalidad propia. Los periodistas echamos de menos a quienes nos dan portadas y buenos artículos y Pablo Iglesias era de los mejores.

Por otro lado, hay aventuras políticas muy identificadas con sus fundadores. Albert Ribera siempre será Ciudadanos, Fraga siempre será Alianza Popular, Carrillo es el comunismo. Podemos siempre será Iglesias. Y eso es una ventaja -la visibilización- pero un gran peso, porque amenaza al partido con su reducción a la irrelevancia cuando el dirigente se jubila.

El «coletas» –y me permito el simpático calificativo, aunque se ha cortado el pelo– sigue siendo noticia cada vez que respira. Son sus titulares contra «los bulos» los que consiguieron salvar un poco al bobo de Garzón, que había aprovechado la campaña castellano leonesa para atacar a la industria cárnica. Son sus posturas pro rusas las que ha definido el actual «no a la guerra» de estos días. Y véase esta semana el eco obtenido cuando anunció en la red social Telegram que conocía los resultados de la encuesta del CIS antes de que fuesen publicados. Escribió que Podemos obtendría «entre 3 y 5 escaños» y un 11% en Valladolid, que tenía además «buenas sensaciones». La noticia corrió como la pólvora y no precisamente porque interese el número de escaños que pueda obtener Podemos en Castilla y León, sino porque, es entrar Iglesias en escena, y se anima la cosa. Que lo sacan hasta en campaña en lugares magros, a los que no gusta de ir ni el atemorizado Pedro Sánchez.

Naturalmente, influye también en la expectación el que no tuviese por qué tener datos del CIS. ¿Se los han pasado las cloacas que él denunciaba? ¿Qué hace un ex parlamentario con información pública privilegiada? Borró el mensaje de Telegram en cuanto pudo, pero ya era tarde. La explicación ha llegado cuando se ha sabido que Iglesias y el jefe del CIS, José Félix Tezanos, habían comido juntos dos días antes. Allí se debió dar la filtración improcedente. La historia le puede costar a Tezanos el puesto, porque es funcionario y no puede disponer a su antojo de datos pagados con el dinero del contribuyente. El delito de revelación de secretos –uno de los tipos penales que se le ajustarían– está penado con multa de entre 12 y 18 meses e inhabilitación especial de empleo público de entre uno y tres años. De momento, PP y Ciudadanos han pedido la dimisión inmediata del jefe de consultas sociológicas.

El escándalo pone de relieve que Iglesias sigue pinchando y cortando. Tezanos viene de la Ejecutiva del PSOE, si come con el ex podemita es porque de algún modo le interesa su punto de vista. O sobre la coalición o sobre las elecciones o sobre lo que sea. No se acaba de ir. A nadie se le oculta que el think tank de Podemos es básicamente Iglesias. ¿Qué sabe Irene Montero de Ucrania? ¿Qué conoce Belarra de la lucha bolchevique contra la casta? Hasta la toma de posición de estos días a favor de Rusia en la crisis del Este es fruto del magín del ex líder. Él se inventó Podemos y Podemos sin él es la nada. Por eso sigue. Por eso y por darnos de qué escribir.