Toni Bolaño

Las cosas de la izquierda

Con la idea de cerrar cuanto antes la carpeta de Andalucía ha actuado como un hombre sin tacto

El viernes y el sábado, el presidente del Gobierno demostró su falta de cintura. Estaba enfrascado en sacar pecho por el Consejo de Ministros que aprobó medidas para contener la inflación y dar un respiro a las familias. Sacó tanto pecho que se autoproclamó adalid de los oprimidos y los vulnerables frente a los poderosos que quieren tumbar a su Gobierno porque les planta cara. Lo dijo mientras daba cuenta de las medidas aplicadas por el ejecutivo que difieren bien poco de otros gobiernos como el de Draghi en Italia o Macron en Francia, que poco tienen de izquierda.

Y añadió una guinda. «Este es un Gobierno molesto para determinados poderes que tienen sus terminales políticas y mediáticas», nos dijo sacando músculo de su Gobierno de izquierdas aunque no matizó cuáles son las terminales políticos de esos «determinados poderes» ni tampoco quienes forman «sus terminales mediáticas». Seguramente la Cadena SER no es una de esas terminales al «servicio del poder» porque todas las entrevistas radiofónicas del presidente del Gobierno se conceden a la Cadena SER. A ninguna cadena más, ni siquiera a RNE la cadena pública.

Ufano estaba el presidente marcando gestión y distancias con Feijóo, con la idea de cerrar cuánto antes la carpeta de Andalucía, que no reaccionó como un hombre de izquierdas, ni siquiera como un hombre con tacto, ante lo acaecido en Nador. Tres días tardó en mostrar una cara humana cuando dijo en La Vanguardia «lamentamos la pérdida de vidas humanas, en este caso de personas desesperadas que buscaban una vida mejor y que son víctimas e instrumentos de mafias y delincuentes que organizan acciones violentas contra nuestra frontera». El presidente ni el viernes ni el sábado se acordó de los primeros artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos que hablan de la libertad, la igualdad y la vida. Solo ensalzó la «cooperación extraordinaria» con Marruecos en el ámbito de la «lucha contra la inmigración irregular». Error, grave error.

La metedura de pata ha sido tan mayúscula que la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, dejó ayer en evidencia al propio presidente cuando dijo «estas imágenes nos conmueven a todos. Habríamos dejado de ser humanos si ante imágenes de estas características no nos conmoviéramos, no se nos encogiera el corazón, al ver cómo seres humanos como nosotros sufren en otras partes del mundo». Al presidente no se le encogió ni el alma ni el corazón. Se limitó a dar su sentencia «los mayores responsables de la tragedia ocurrida y de la lamentable pérdida de vidas humanas son las mafias internacionales que organizan los ataques violentos».

Se entiende que Sánchez quiera preservar las relaciones con Marruecos. Muchos de los cínicos que hoy ponen el grito en el cielo por la matanza de Nador, hubieran puesto el grito en el cielo se esos miles de migrantes hubieran asaltado la valla. La cuestión, sin embargo, no es poner en cuestión las relaciones con Marruecos, sino qué relaciones queremos con Marruecos. Culpar a las mafias está bien. Hay que hacerlo y actuar contra ellas, pero no hacer ni una sola crítica a la actuación de la policía marroquí no es de recibo. Nuestra compañera Anabel Díez en El País publicaba ayer una brillante crónica titulada «la tragedia de Nador estremece a la izquierda», a esa izquierda que Sánchez dice representar. Yo iría más allá, la tragedia de Nador nos estremece como país.

No es de extrañar que las ONG, la Unión Europea y la Unión Africana quieran una investigación de lo sucedido. Espero que España también pida esa investigación, aunque soy escéptico porque Marruecos ayer se apresuraba a enterrar a los muertos, para enterrar las pruebas. El presidente ha perdido una oportunidad de oro y ha dejado perplejos a millones de electores «de izquierdas», a esos que dice representar. Es necesario fortalecer la colaboración con Marruecos: sí; proteger la integridad de Ceuta y Melilla: sí; pero estos loables objetivos no son superiores al cumplimiento del derecho internacional, el derecho de asilo y los derechos humanos. Eso es lo que piensa la izquierda porque son cosas de la izquierda.