La Crónica

Feijóo «calla» al PP más próximo a Vox sin seguir su guion

Génova se consolida en el centro sin acuerdo con Sánchez ni revisar las líneas rojas anteriores

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, interviene en el XIII Congreso Regional del Partido Popular (PP) Extremadura, en la Institución Ferial de Badajoz (IFEBA), en Badajoz, Extremadura (España)
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, interviene en el XIII Congreso Regional del Partido Popular (PP) Extremadura, en la Institución Ferial de Badajoz (IFEBA), en Badajoz, Extremadura (España)Andrés RodríguezEuropa Press

«¿Dónde está el viejo PP? ¿Ha dejado de interesaros o es que ya no existe?». Un insigne dirigente popular de la etapa del expresidente Pablo Casado se hacía esta pregunta la pasada semana, durante el debate del estado de la nación, en el que, para sorpresa del partido, ETA y las víctimas del terrorismo tuvieron más importancia de la que ellos mismos esperaban en el discurso oficial.

La dirección del PP sabe que su oposición tiene que estar monopolizada por la economía. Pero el último pacto con Bildu del Gobierno y los equilibrios internos dentro del PP obligaron a hacer esa pirueta que distrajo de la crisis la atención principal de los populares. «Hay situaciones excepcionales que no se pueden pasar por alto, pero nuestra oposición estará centrada a partir de septiembre en la economía», puntualizaban desde el equipo de Feijóo. En clave interna fue una maniobra hábil. El líder gallego conoce mejor que nadie a la organización popular, sabe dónde están sus puntos sensibles y qué teclas tiene que tocar para mantener tranquilas a las voces menos afines a su estrategia de oposición, pero que no han encontrado hasta ahora ningún resquicio para insinuar el desmarque de la misma.

El viejo PP no está extinguido ni tampoco los críticos que hasta afeaban a Pablo Casado que no estuviese más cerca de Vox de lo que parecía. Pero ese PP duro, o PP de Aznar, como también se le reconoce internamente, se ha visto obligado a invernar porque, aunque Feijóo ocupe cada vez más el centro, no les deja vía para sacar la mano y hacerse oír.

Feijóo ha tapado la boca, sin aspavientos ni imposiciones autoritarias, a ese PP que se sintió cómodo con Casado hasta que acabó también por sublevarse contra aquella dirección por no ser todo lo obediente que debía a sus consignas. Y la ventaja que tiene el equipo que dirige ahora Génova es que el viento ha cambiado tan radicalmente de dirección que sólo amagar con cuestionar mínimamente cualquier decisión del líder tendría más contestación que seguidores. No hay voces de ese PP de Aznar que se muevan, y la reunión con las víctimas y los gestos de Feijóo de estos días hacia esa sensibilidad confirman que este equipo sabe que tiene que respetar los equilibrios, aunque estén en las antípodas en cuanto a estrategia de oposición de lo que representa ese alma del PP. De hecho, en el País Vasco habrá cambio de liderazgo, para buscar un perfil más ajustado a este PP. Se busca un referente menos «aznarista» y más ajustado a la nueva realidad política y social del País Vasco.

La expansión por el centro de Feijóo, y su habilidad para consolidar posiciones sin tener que rectificar las líneas rojas marcadas por Casado, por paradójico que resulte, también se confirmó en el debate del estado de la nación con el giro que ha dado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Su enemigo, y el de la España que él quiere presidir, ya no es la extrema derecha ni Vox, sino los poderosos del «puro» que, supuestamente, trabajan para la oposición.

Desde que Feijóo aterrizó en Génova ha habido muchos llamamientos al diálogo, ofertas de pacto, presentación de alternativas, pero ningún acuerdo importante con el Ejecutivo de coalición. Ni en materia económica ni tampoco en el ámbito judicial. De hecho, en este último, la posición del PP sigue ajustándose a la exigencia de una reforma judicial que garantice la independencia, como también pedía el «casadismo». Solo que la diferencia es que Feijóo maneja la comunicación de tal manera que parece que sí hay un cambio de posición, en las formas y en el fondo, para desconcierto de Moncloa.

Sánchez ha conseguido en el debate de esta semana lo que pretendía: proteger su liderazgo y reanimar a la coalición, pero la impresión en Génova es que se trata de una cura de poco recorrido porque en cuanto empiece a complicarse aún más la economía, en otoño, los aliados volverán a marcar diferencias con Sánchez y más cuando en meses deberán competir por las alcaldías de toda España. El pulso entre ERC y Podemos, y ese ansia de los independentistas por resaltar su ala más izquierdista, tiene mucho que ver con esa competición electoral que ya se les ha echado encima.

El equipo que ha llegado a Génova con Feijóo también ha dado la vuelta a la comunicación del partido. De reactivos han pasado a ser proactivos. Multiplican la presencia del líder y, al mismo tiempo, diversifican, porque la consigna política es que el partido tiene que abrirse y llegar más allá de lo que se puede identificar como satélites más próximos.

Por más que se busque dentro del PP para que en «fuentes» aparezca alguna enmienda a la cúpula que preside Feijóo, no todo puede contar con el apoyo de toda la organización popular, de momento nadie se quiere salir del guion oficial. Ni los más díscolos y que ya demostraron su carácter levantisco con Mariano Rajoy y también con Casado. También es cierto que el optimismo de las encuestas y los buenos resultados electorales unen más a un partido que el carisma del «número uno».