Plan de supervivencia
Sánchez silencia a Díaz, pero no aplaca a ERC
El presidente arrebata a la vicepresidenta sus banderas y obliga a Podemos a cerrar filas. Sustituye a Vox y a la extrema derecha por una ofensiva contra energéticas y banca sin medir sus costes
El presidente Sánchez certificó ayer su decisión de dejar de hablar de Vox y de la extrema derecha para apuntar al poder económico. Ninguna de las medidas que presentó impactan directamente en la inflación, pero los dos nuevos impuestos que anunció para los «poderosos», energéticas y banca, fueron el escudo que utilizó para asegurarse su supervivencia política y anteponer su necesidad de remontada y de buscar elementos que cohesionen a la coalición por encima de las consecuencias derivadas de sus anuncios. Sin llegar a ponerle letra al segundo «hachazo» a las energéticas, el del otoño pasado tuvo que rectificarlo, ni tampoco a la banca, el Ibex se desplomó, y la reacción de los dos sectores afectados no se hizo esperar.
La estrategia resulta efectiva a corto plazo porque se mueve a favor de corriente y su popularidad en la calle está garantizada, pero no tiene asegurada su eficiencia real para afrontar los problemas económicos que se agravarán tras el verano. De llegar a concretarse, las medidas anunciadas por Sánchez aumentarán la recaudación del Estado, que tendrá así más recursos para distribuir, pero no tienen efecto directo sobre la inflación desbocada.
Sánchez hizo trampas a la vicepresidenta, Yolanda Díaz, para adelantarla por la izquierda y evitar que le siga «comiendo la merienda» en la batalla por ver quién se cuelga las medallas más sociales. Se apropió de sus principales propuestas -transportes, impuesto a las energéticas- con la intención, además, de utilizarlas como principal atractivo electoral del PSOE para movilizar a los suyos y afrontar las elecciones autonómicas y municipales.
Por este camino anuló a los morados, a los que no les quedó más salida que hacer de tripas corazón y aplaudir los anuncios hechos a traición por el presidente. No a ERC, que salió al ataque con el gasto militar, la inmigración, la política social y el referéndum de autodeterminación. Sus medidas son «muy racanas», le echó en cara a Sánchez.
La escenificación de esta vuelta de tuerca social por parte del jefe del Ejecutivo deja muchas dudas en el terreno económico, que es donde verdaderamente se jugará en otoño el desenlace de la batalla política.
El Gobierno tendrá que hacer jurídicamente un buen trabajo con estos nuevos impuestos. ¿No están pagando ya las empresas sus correspondientes impuestos? ¿Pueden verlo como una doble imposición, y considerar que es ilegal? Si al final se concretan, ¿cómo va a evitar el Gobierno que se trasladen al consumidor como un coste mas de las empresas? ¿Es un buen mensaje para los inversores internacionales? Y poner un adjetivo a los beneficios plantea también otras dudas: ¿cómo se cuantifican? ¿existen realmente? y si existen, ¿sólo los tienen la banca y las energéticas?
La banca se levantó de inmediato en pie de guerra: la normalización de los tipos de interés es una decisión de los bancos centrales, no de los bancos, con el objetivo de controlar la inflación y, en última instancia, proteger a los ciudadanos. «Durante años hemos vivido una situación de tipos negativos y no se ha compensado fiscalmente. La banca sigue teniendo un papel clave en el momento actual y es muy perjudicial que se adopten medidas populistas que pongan en peligro o mermen la capacidad de dar crédito». Los accionistas de la banca española, muchos de ellos ahorradores, sufrieron ya ayer un castigo en Bolsa por el anuncio.
Pero el líder socialista consiguió su objetivo de tapar los malos resultados electorales del PSOE, y el desgaste que apuntan las encuestas, con este giro social que incluye, además, abonos de Renfe gratis y complementos a las becas. Más gasto en un contexto en el que las previsiones para 2023 son ya desmesuradas en sí, y más si se atiende a la necesidad de enviar un mensaje de tranquilidad a los inversores ante la nueva política monetaria del Banco Central Europeo (BCE), que despoja a la deuda soberana de sus principales escudos protectores.
El debate parlamentario sirvió al PP para probar que puede disputarle el balón a Sánchez jugando con el banquillo. La intervención de la portavoz del PP, Cuca Gamarra, fue sólida, y en su grupo le dieron tanto valor por su capacidad de encararse a Sánchez como por su superioridad sobre el discurso del líder de Vox, Santiago Abascal.
Por cierto, Sánchez se empeñó obsesivamente en traer a colación el nombre de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. «Cada vez que la Comunidad de Madrid da un paso a la modernidad y a la libertad, el socialismo y el comunismo antiguo y rancio se ponen en armas», respondieron desde el Gobierno regional.
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