Gobierno de España

«Antes o después habrá Gobierno del PP»

Rajoy asiste «perplejo» a la crisis de los socialistas y mantiene su estrategia de resistir bajo la bandera de la estabilidad

Rajoy ha recibido, tras el 26 de junio, por distintas vías el mensaje de que los socialistas acabarían absteniéndose
Rajoy ha recibido, tras el 26 de junio, por distintas vías el mensaje de que los socialistas acabarían absteniéndoselarazon

Mariano Rajoy asiste «perplejo» a lo que está ocurriendo en el PSOE. Así describe un alto cargo del Gobierno en funciones cuál es la impresión del jefe del Ejecutivo sobre la crisis socialista. Rajoy apostó desde el primer momento por que su posición debía ser la de resistir y dejar que el líder del PSOE «se cociese» en su propia salsa. Como ha hecho con todos los adversarios sobre los que al final ha ido imponiéndose. Rajoy les deja que se desgasten, que acaben equivocándose y cometiendo los errores que «les llevan a la fosa». Son sus más cercanos los que describen en estos términos su estrategia. «Sin que él tenga que hacer poco más que esperar a ver pasar el entierro», añade un alto cargo de Moncloa. Y así ha ocurrido también con el ya dimitido secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. Aunque la gravedad de la situación interna en el PSOE ha empezado a activar alarmas en Génova.

Después de las elecciones de diciembre, Rajoy lo vio ya claro, a diferencia de muchos en su partido e incluso de bastantes de sus colaboradores más próximos. En almuerzos y conversaciones privadas, el presidente en funciones lleva nueve meses trasladando a sus interlocutores la sensación de que estaba tranquilo y seguro de que no había posibilidad de un Gobierno alternativo de izquierdas. «Es cuestión de tiempo. Antes o después habrá un Gobierno del PP», es la frase que coinciden en atribuirle algunos de esos interlocutores. Y desde esta seguridad en que la fruta madura caería de su lado, la estrategia del líder popular ha pasado por centrar todos sus recursos en mantener prietas las filas de su partido y en hacerse valer ante su militancia y, sobre todo, ante su electorado. Convencido, a diferencia de otros compañeros de formación, de que resistir bajo la bandera de la estabilidad le iba a permitir seguir mejorando sus resultados electorales si el PSOE se empeñaba en mantener el «no es no». Y así ha sido.

Y así cree que sucederá si vuelve a haber elecciones. Después de diciembre, Rajoy estaba seguro de que iba a haber nuevos comicios. Absolutamente. Y por eso no entró en la rueda de las negociaciones ni tampoco «se manchó» tomando la iniciativa «hacia la nada». Aunque incluso dentro de su partido hubo quien dudó y cuestionó su postura. En privado su mensaje siempre había que leerlo en clave de ese carácter gallego que le sirve para sostener su lema de acción: no hacer nada hasta que todas las piezas del tablero han terminado de recolocarse y él tiene la baza de manejar más información que sus contrarios. Rajoy no se movió de la hipótesis de que no había margen para que la izquierda pactase nada porque la dinámica les llevaba al choque. Pero nunca pensó que esa dinámica colocaría al PSOE ante el escenario de «volarse internamente». Después de junio, Rajoy recibió por distintas vías el mensaje de que el PSOE acabaría absteniéndose. No fue un mensaje directo del secretario general socialista, pero sí de satélites de ese partido. Una idea que fue desvaneciéndose según Sánchez se aferraba con más fuerza al «no es no» a Rajoy. Hasta que antes de las elecciones vascas y gallegas la información que llegó a Moncloa fue que esta vez sí iba a haber movimiento en Andalucía. Que Susana Díaz estaba actuando en distintos niveles, y que había movimientos también de empresarios y de otros «referentes» sociales con el objetivo de concertar la estrategia para «pararle los pies» a Sánchez y facilitar que la Legislatura se pusiera en marcha. Y esto hizo que Moncloa y la dirección popular se dispusieran a afrontar esos comicios como una meta volante decisiva en la gobernabilidad. La información que les había llegado de Andalucía y de otros anclajes económicos llevó a la cúpula popular a abrir más espacio a la idea de que, finalmente, podría haber Gobierno sin necesidad de ir a unas nuevas elecciones. El estallido del PSOE tumbó cualquier previsión.

Si bien, en lo que afecta a sus intereses, la cúpula popular tiene claro que la mejor salida, a estas alturas, sería ir de nuevo a las urnas. A medida que avanzaba esta segunda Legislatura sin acuerdo de investidura, en el PP han ido viendo con más claridad que unas terceras elecciones iban a servir para reforzar aún más su mayoría y romper el bloqueo que arrastramos desde diciembre. El hastío y el cansancio ciudadano están sirviendo como palanca para sacar de la abstención a más votantes desencantados de sus siglas, y que en junio siguieron sin responder a «la presión», y también para recuperar votantes que se les habían ido a Ciudadanos. Éstos son los datos demoscópicos con los que trabajan en Génova. A Rajoy le convienen las elecciones, dice la conclusión interna mayoritaria. Pero por encima de esos intereses «colocará necesariamente el sentido de Estado» y si el PSOE le ofreciese negociar una investidura, el líder popular se sentaría a negociar. Sin aceptar exigencias maximalistas desde el punto de vista programático ni tampoco que esa negociación pudiese estar condicionada a que diese un paso atrás, precisan en su entorno, «aunque dispuesto a cerrar un acuerdo que evite unos nuevos comicios». Pero la crisis socialista ha roto la capacidad de llegar a ninguna conclusión sobre sus consecuencias en la gobernabilidad. La única tesis es que Rajoy se ha impuesto a Sánchez. «El “no es no” se ha llevado por delante al PSOE y son más votos para el PP”, comenta en privado un miembro del Comité de Dirección del PP.