Adelanto electoral
Los «barones» sentencian al «sanchismo»: «Solo piensa en él»
Moncloa se enfrenta en soledad a la tarea de movilizar de nuevo al partido
La lectura que hacen barones y PSOE del movimiento de Pedro Sánchez tiene muy poco que ver con los argumentos que ayer difundieron desde el equipo de comunicación del presidente para explicar la disolución de las Cortes y la convocatoria de elecciones generales el 23 de julio. El 28-M no ha hecho más que ser la argamasa que une la fuerte corriente crítica que se expande dentro del partido contra el «sanchismo» –y ahí meten no solo al jefe del Ejecutivo, sino también a todo su entorno. Es decir, ese núcleo gabinetero en el que se toman las decisiones y se sustituye a los órganos de dirección del PSOE. Internamente, la lectura que hacen los que se sienten víctimas de la estrategia del presidente es que el adelanto electoral es «una huida hacia adelante de quien es consciente de que ya no está en condiciones de mantener la cohesión del partido».
Como en un castillo de naipes, en el que una sola carta hace saltar toda la estructura levantada, las elecciones de este domingo han actuado como un resorte explosivo de las tensiones internas acumuladas.
«Solo piensa en sí mismo». Esta sentencia, que sale del entorno del único barón que ha resistido a la debacle, el manchego Emiliano García-Page, resume la imagen que mayoritariamente tienen dentro del PSOE de su líder nacional. En estas estructuras territoriales, los cargos que han estado «pateándose» el territorio en la campaña autonómica y municipal sostienen que «en Moncloa viven al margen de la realidad y no han sido capaces de ver lo que estaba pasando y lo que se les venía encima».
«Esto no es un problema como el de 2011, en el que la economía nos llevó por delante. Aquí hay un problema estructural, el desgaste de Sánchez y el desgaste de sus socios, y eso no se arregla por adelantar unos meses las elecciones. Este adelanto solo sirve para que Sánchez evite que la salida sea muy dolorosa, que no tenga que ir languideciendo en Moncloa».
Cierto es que en el entorno del presidente siguen sin entender cómo es posible que, «pese a la buena gestión del Gobierno, y las políticas sociales, la sociedad no sepa poner en valor lo que se ha hecho en estos años».
No es un dato menor que Sánchez depende de este poder territorial convaleciente de las elecciones del domingo para movilizar al PSOE de cara a las generales. Después de haberlo perdido prácticamente todo el poder territorial, con centenares de cargos preparando las cajas para abandonar sus despachos, los incentivos de «cuadros» y bases regionales y provinciales rondan el negativo. Y ahora, a los mismos a los que no escuchó en el diseño de la campaña, Moncloa les tiene que reclamar una movilización máxima para contener una mayoría absoluta de la derecha en las urnas.
Los «aparatos» de los partidos tienen inercias muy parecidas, sean de derechas o de izquierdas, y este contexto es el menos adecuado para activar la movilización de las estructuras de campaña territorial.
Tampoco parece fácil dentro del PSOE que Podemos y la vicepresidenta, Yolanda Díaz, arreglen con posibilidades de éxito su guerra. En el mejor de los casos habrá una coalición, pero será una coalición de perdedores que tendrá que agitar un voto de izquierdas que, además de desmovilizado, ha entrado en depresión tras el domingo.
La rapidez en la convocatoria de las urnas retrasa los traspasos de poder autonómicos, condiciona, de hecho, esos pactos, y esto puede tener la ventaja para Moncloa de que les facilite seguir contando, en teoría, con el poder autonómico y los medios institucionales autonómicos, en funciones, al servicio de su campaña. Pero el daño del 28-M es tan grande que tampoco esto sirve de consuelo internamente.
Sánchez se lleva por delante, además, la agenda del semestre español de Presidencia de la UE, que Moncloa confiaba en que sirviera de plataforma para impulsarles en la batalla de las generales de diciembre. En el mes de julio, en plena campaña, Sánchez recibirá al colegio de comisarios europeos en Madrid para inaugurar la Presidencia. Los días 11 y 12 participará en la cumbre de la OTAN en Vilna. El 13, dará el tradicional discurso de arranque del semestre europeo en Estrasburgo. Y los días 17 y 18, a cinco días de la cita con las urnas, participará en la cumbre de la UE con América Latina, una reunión en la que España tendrá una participación destacada. Todos estos encuentros, de interés para la política exterior española, quedarán solapados por la campaña electoral y la perspectiva de un cambio de gobierno, con un cambio de equipos, y, en consecuencia, un relevo en Moncloa y en la interlocución con nuestros socios europeos.
Bruselas calla, pero observa atónita la evolución de estas últimas 48 horas en la política española.
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