Izquierda abertzale

Carta de la madre del teniente agredido en Alsasua: «Pido, sin odio, justicia»

Inmaculada Fuentes escribe una carta, sin atisbo de odio a los agresores, en la que pide que se haga justicia.

Marcha en Alsasua en noviembre de 2016, tras la detención de ocho agresores a los dos agentes de la Guardia Civil
Marcha en Alsasua en noviembre de 2016, tras la detención de ocho agresores a los dos agentes de la Guardia Civillarazon

Inmaculada Fuentes escribe una carta, sin atisbo de odio a los agresores, en la que pide que se haga justicia.

Desde pequeño lo tuvo claro: «Mamá voy a ser guardia civil» y nunca perdió de vista su meta. Terminó Bachiller y con 18 años entró en la Academia General Militar de Zaragoza donde pasaría los dos primeros años de su formación. Después pasó a la Academia de Oficiales de Guardia Civil los restantes tres años. A los 23 había conseguido su propósito, recibía su despacho de teniente de la Guardia Civil además del título de grado de Ingeniero en Seguridad.

No podía sentirme más orgullosa y contenta.

Después de un breve periodo en comisión de servicio, salió su destino. En casa le aconsejamos que solicitara destino pues tenía un buen número, pero su decisión fue no pedir e ir donde le enviasen. Pensaba que cualquier lugar era bueno, pero no, hay sitios donde no nos quieren y se ocupan de dejarlo claro. Así recaló en Alsasua.

Se cumplía un año de su estancia allí cuando se decidió que era bueno celebrar el día de la Patrona como en cualquier otro cuartel del país. Se preparó una misa en honor a la Virgen del Pilar y de los caídos, así como el vino de honor para los que quisiesen asistir. Hubo ciudadanos que quisieron acompañarnos y también otros que quisieron boicotearlo. La situación fue muy tensa. No me gustó , mi preocupación aumentó y cada día que pasaba me esperaba lo peor...

Un día, cuando aún no había amanecido, sonó el teléfono. Mi reacción fue inmediata: «Ya está, ya está». No podía pensar nada más. Me sentí morir, me bloqueé, pero no me lo podía permitir, tenía que reaccionar. Sentí un dolor inmenso, incertidumbre, angustia, enfado, rabia. Pero lo que no sentí fue odio; eso no, eso me convertiría en lo mismo que ellos y nosotros no somos así. Desprecio y lástima, eso era lo único que obtendrían de mí.

Cuando por fin lo pude ver, buscaba sin querer encontrar. ¿Qué le habían hecho? Una brutal e inhumana paliza por ser guardia civil y estar ganándose la confianza de la gente.

Tenía varias lesiones pero la más importante era un tobillo destrozado a patadas. Le tuvieron que intervenir. Le pusieron una placa metálica con seis tornillos para unir el peroné y dos tornillos más, uno por cada maleolo. Sentía unas ganas enormes de llorar, pero tenía que mantener la serenidad. Ya tendría tiempo más tarde, a solas, ahora no era el momento. El sufrimiento era inmenso, las entrañas se me retorcían.

Fue una larga recuperación. Duras sesiones diarias de rehabilitación y continuas visitas al traumatólogo, con la suerte de contar con extraordinarios profesionales que pusieron todo su interés en que todo saliese perfecto. Mucha paciencia. Más de seis meses de baja.

Todo las personas, tanto conocidas y cercanas como desconocidas, que nos hacían llegar su cariño y apoyo. Infinidad de visitas, todas ellas de agradecer.

Nuestras vidas han cambiado. Las secuelas serán para siempre, pero nuestra fortaleza y determinación son ahora mucho más sólidas.

Hace unos meses se reincorporó al servicio en otro destino. Las ganas y la ilusión son enormes y la gente de este lugar lo ha acogido bien y con cariño. Esto me hace sentir tranquila y contenta. Él está feliz y disfrutando de hacer lo que más le gusta; así pues, yo estoy feliz aunque, con esta profesión que ha elegido, tranquila no estaré jamás.

Me gustaría que nadie tuviese que pasar nunca más por una situación así.

Me da mucha pena esa gente que vive llena de odio y frustración. Debe ser muy triste no poder disfrutar de la vida.

Me siento muy agradecida, aunque la experiencia ha sido muy dura. Hemos tenido la oportunidad de conocer a muchas buenas personas y sentirnos arropados y rodeados de cariño.

Ahora empieza el juicio y todo se remueve otra vez.

Vuelve la tensión, la angustia, la tristeza, pero sé que sólo será cuestión de unos días.

Confío en la Justicia. Pido a Dios que quienes tienen que dictar sentencia gocen de paz, serenidad y puedan tener la mente clara para así poder tomar las decisiones que sean más justas.

Espero y deseo que jamás nadie tenga que pasar por algo similar. Que no se nos olvide ser humanos. En ocasiones, da la sensación de que estamos perdiendo esa condición.