OTAN
Cazas españoles contra el desafío ruso
115 militares y cuatro Eurofighter vigilan desde Estonia el espacio aéreo báltico
El gélido clima de Estonia no hace mella en los cazas españoles. De hecho, los aviones a reacción funcionan mejor con el frío. O, al menos, es lo que dice el teniente Joaquín Ducay, piloto de caza y uno de los miembros del contingente español que desde el 1 de enero patrulla el cielo báltico como parte de la misión de Policía Aérea de la OTAN. Hasta el 4 de mayo, 115 militares y cuatro aviones Eurofighter vigilarán para que ninguna aeronave no autorizada penetre en el espacio aéreo de soberanía de la OTAN. Países como Letonia, Estonia o Lituania carecen de capacidad de defensa aérea, por lo que el resto de aliados contribuye a garantizar su seguridad.
Al mando se encuentra el teniente coronel Enrique Fernández Ambel, jefe del «Destacamento Ambar», cuyo centro de operaciones está en la base aérea de la localidad de Amari. Allí esperan los cuatro cazas del Ala 11 a que, en cualquier momento, suene una sirena que da comienzo a lo que se denomina «scramble», esto es, una misión de alerta de reacción rápida para interceptar una aeronave sin identificar. En menos de 30 minutos, dos Eurofighter habrán despegado y en apenas 6 habrán alcanzado al avión sospechoso, que en la gran mayoría de ocasiones pertenece a la Fuerza Aérea rusa, que realiza constantes vuelos por el mar Báltico, desde Kaliningrado a San Petersburgo. Hasta 144 incidentes se registraron en 2014.
Pueden hacerlo, sí, pero carecen de plan de vuelo y transpondedores, por lo que en los radares de la OTAN se muestra una «traza», un aparato sin identificar o una posible amenaza. Y, como es obvio, van armados: 6 misiles aire-aire («Iris-T» y «Amraan») y un cañón «Mauser» de 27 mm. Pese a que todas las interceptaciones en las que han participado han sido tranquilas, no saben qué van a encontrar y si la cadena de mando de la OTAN cree que han de usarlo, lo harán.
El bautismo en una misión real llegó el día 19, cuando a las 17:00 sonó la alarma en el barracón de alerta, donde en las semanas de guardia viven dos pilotos y 8 mecánicos y armeros. El teniente Ducay se subió a su avión y se dirigió hacia aguas internacionales. Tras identificarla en pleno vuelo como una aeronave rusa, la acompañó hasta el límite de la zona de responsabilidad. «Ni actitud hostil ni nada raro». Es la tónica en sus salidas, comenta. Pero, ¿cómo funciona esta Policía Aérea de la OTAN?
Todo comienza con los cuatro radares que, en este caso, hay repartidos por Estonia. En el momento en que se visualiza un aparato sin identificar y sin plan de vuelo, se pone en conocimiento del Centro de Operaciones Aéreas Combinadas (CAOC) de Uedem, en Alemania, que da la orden de «scramble». La alarma suena entonces en los hangares de Amari.
En ese momento, los dos pilotos, con la mitad del equipo ya puesto, acaban de vestirse mientras los mecánicos van preparando los aviones. En pocos minutos, cada uno recibe en la misma cabina los datos de la misión y, tras las últimas instrucciones, los Eurofighter enfilan la pista para despegar en busca de la posible amenaza. Cuando la alcanzan, «evitamos presionar. Nos ponemos cerca para que nos vea, le avisamos y le acompañamos a cierta distancia hasta los límites», cuenta el teniente coronel Fernández Ambel. Su compañero, el piloto Joaquín Ducay, explica que, una vez junto a la aeronave, «con nuestra presencia ya saben qué pasa. No hace falta comunicarte directamente, aunque puedes llamar por frecuencias de guardia, pero hay una serie de señales visuales internacionales. Por ejemplo, si quiero que me siga le hago una señal, que sería ponerme al lado y mover las alas».
A la vez, en otra zona de la base hay dos pilotos que hacen de relevo «por si pasa cualquier cosa que implique incrementar inmediatamente la Fuerza», explica el comandante Eladio Daniel Leal, jefe de operaciones y del Escuadrón, y otro de los pilotos. Si todo se desarrolla con normalidad, en poco más de una hora estarán de vuelta y los aviones serán chequeados.
Sus semanas se dividen en «calientes» y «frías». Las primeras son las de guardia, donde el equipo de reacción rápida vive junto a los hangares. Cada 24 horas se relevan las tripulaciones, aunque si en una jornada han tenido dos salidas se cambia ese día. El relevo es a las 6:00, momento en que se repasan la información o la meteorología.
Durante estas semanas realizan dos misiones diarias de entrenamiento («tango scramble») en las que simulan una salida real. Y si, como ya ha ocurrido, en ese momento entra una alerta, se produce un «retaskeo» o reasignación de misión, enviándose a los cazas los nuevos datos y coordenadas.
En cuanto a las segundas, las frías, son aquellas en las que otros destacamentos se encuentran en alerta (Italia y Polonia, en Lituania, o Bélgica, en Polonia, también participan en la misión). Entonces, los aviones españoles se encuentran desarmados y lo que se hace durante las jornadas son dos salidas de entrenamiento.
«Es muy importante estar siempre preparados», afirma el comandante jefe de operaciones. «Los rusos están preparados y tienen buenos aviones, pero nosotros estamos más preparados», sentencia el jefe del Destacamento.
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