Ciudadanos
De cuna del éxito a inicio de la enfermedad
Los primeros síntomas de la enfermedad se dieron en el mismo territorio donde empezó el éxito. La falta de estrategia de Ciudadanos en Cataluña y el «desprecio» de la dirección nacional, retratado por la fuga constante a Madrid de figuras fogeadas en el Parlament, tuvieron consecuencias en los comicios municipales del pasado 26 de mayo.
Los de Albert Rivera no pudieron aguantar el tirón de las autonómicas de 2017 y obtuvieron unos resultados, cuando menos, discretos. Gran parte de la culpa la tuvo el hecho de que Cs se dejó en Cataluña casi un millón de votos respecto al 21-D; en apenas un año y medio perdió la confianza que había ganado tras años de discurso duro contra el independentismo.
De ser la fuerza más votada, no solo en los municipios que lideran los ránkings de población –ganó en las diez ciudades con más habitantes de la región–, sino también en localidades con peso específico por lo que implican ideológicamente –en las regionales, la lista de Arrimadas arrasó en Sant Vicenç dels Horts, donde Oriol Junqueras llegó a ser alcalde–, los naranjas han pasado al ostracismo: a día de hoy no se han hecho con ningún ayuntamiento importante y se han conformado con ser el apoyo de otros partidos (sobre todo del PSOE) para desterrar a las fuerzas independentistas del poder. Ciudadanos ha pasado de aspirar a todo en Cataluña a conformarse con tener en su mano la decisión de quién forma Gobierno. Y es que los números no dejan lugar a dudas.
Aunque la tendencia se mantiene en todo el territorio, hay lugares especialmente significativos. En Badalona, los naranjas se vieron arrastrados por la fuerza de García Albiol y pasaron de ser la opción favorita por los betulenses (en concreto, por el 31,1%) a caer a la sexta posición. Ése 1,78% de los sufragios les dejó sin representación en el Consistorio. Ese mismo panorama se repitió en Mataró (del 30,4 al 6,1 por ciento), Hospitalet (del 33,4 al 11,8 por ciento) o Reus (del 32,4 al 10,6 por ciento), por citar algunos ejemplos. Pero puede que el máximo exponente de esa decadencia se dé en el Ayuntamiento de la Ciudad Condal, y no solo por los resultados electorales. La posterior negociación ha dibujado un panorama aún peor para Cs: su ruptura «obligada» con Manuel Valls –la Ejecutiva había marcado el apoyo a los populistas como línea roja– ha hecho que su ya escasa representación en el Consistorio barcelonés quede reducida a la mitad. Además, esta fragmentación ha dejado las siglas aún más tocadas.
La estrategia hace aguas y no hay visos de que cese la sangría. Ahora, además, los dirigentes naranjas esperan con temor el próximo movimiento de Valls, que ahora además se encuentra en una posición de ventaja: ya con su escaño en el Ayuntamiento de Barcelona y con la baza de que, en parte, la gobernabilidad de Ada Colau está en sus manos.
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