Inmigración

Del «Aquarius» al «Open Arms», cuestión de imagen

14 meses de bandazos. Ante un posible 10-N, Pedro Sánchez vuelve a hacer bandera de la errática política migratoria con la que se estrenó en 2018

Unos 300 inmigrantes a bordo del «Aquarius» llegaron en junio de 2018 al puerto de Valencia / Efe
Unos 300 inmigrantes a bordo del «Aquarius» llegaron en junio de 2018 al puerto de Valencia / Efelarazon

14 meses de bandazos. Ante un posible 10-N, Pedro Sánchez vuelve a hacer bandera de la errática política migratoria con la que se estrenó en 2018.

Justo hace catorce meses, Pedro Sánchez rompió las reglas y llegó a liderar la política migratoria europea. Lo hizo nada más aterrizar en La Moncloa tras la moción de censura a Mariano Rajoy. Primera gran medida política del nuevo presidente del Gobierno para enterrar la era popular. Sin precampaña previa –y quizá por ello– se aseguraba la buena acogida popular. Ésta sería la primera de sus políticas estrella a la que después seguiría la retirada de las concertinas en Melilla, que de momento todavía no se ha ejecutado.

En junio de 2018, el Gobierno socialista abrió los puertos españoles a los barcos de salvamento que rescataban inmigrantes en alta mar para paliar la crisis migratoria que asolaba a Europa ante el cierre a cal y canto de los puertos italianos. España inauguraba un nuevo capítulo dentro de la Unión Europea simulando dar ejemplo de lo que al parecer debían emular el resto de países europeos. En aquel entonces el buque «Aquarius» atracaba en el puerto de Valencia con 600 inmigrantes a bordo. Una política de gesticulación, al fin y al cabo, con la que a parte de diferenciarse de su predecesor, buscaba solución a una cuestión europea que se enconaba en el tiempo y desencadenaba las críticas –dentro del país– por la oposición del PP, que tachaba la decisión de «oportunista».

Días después quedó demostrado que la estela que iniciaba Pedro Sánchez no sería un ejemplo a secundar en otras ocasiones. Apenas diez días después del desembarco del «Aquarius», el propio Gobierno lo confirmaba. El buque del «Open Arms» solicitó a finales de junio y a principios de agosto un puerto español y, entonces, éste argumentaría que «no somos el puerto más seguro». El navío acabó atracando en Malta y llegaron unos 60 inmigrantes de acuerdo al reparto acordado. Cinco meses después, el presidente del Gobierno se retrataría de nuevo y demostraría que el «efecto Sánchez», la primera de sus decisiones, no tendría más recorrido. Comenzaban los bandazos de opiniones y decisiones en inmigración. En enero aún restarían tres meses para la convocatoria de elecciones generales, y el Gobierno no se acogió a la política migratoria como ya lo hiciera en junio para exhibir músculo. Entonces bloqueó la entrada del «Open Arms» en el puerto de Barcelona bajo el argumento de que la embarcación incumplía los convenios internacionales. En ese momento se conoció un indicador social que reflejaba la política errante de Sánchez. Era el Centro de Investigaciones Sociológicas que situaba la cuestión migratoria como uno de los principales problemas de España ( así lo marcaba el 11,11% de los encuestados), mientras que en el mes de junio, la problemática la señalaba el 3,5%.

A principios de este mes, la oenegé española volvía a socorrer a 55 inmigrantes, que después se convertirían en 140, y reclamaría la acción de nuestro país para pedir a la UE una política de desembarco en Italia, consensuada con el resto de países. Entonces Sánchez se negó tajantemente a asumir dicho compromiso y a abrir los puertos españoles. Tendrían que pasar 17 días para que el Gobierno rectificara y se mostrara a favor de recibirlos. Primero, en Algeciras y, tras la negativa del capitán al verlo «inviable», cualquier otro. Un hecho que se produce cuando resta solo un mes para que se convoquen elecciones automáticamente si antes el PSOE no llega a un acuerdo con Podemos. Con este ofrecimiento, también rectificado en horas, Sánchez arranca la precampaña al constatar un escenario político incierto. Desde el PP, el vicesecretario general de política territorial, Antonio González Terol, criticó al presidente por «despachar» la crisis migratoria con «un tuit desde Doñana», le acusó de «estar dando bandazos» y reclamó «una respuesta consensuada» con distintas administraciones y el PP.

La decisión inicial de abrir el puerto fue reprobada por parte de la Asociación Unificada de Guardia Civil de Algeciras, al tratarse de una «sobrecarga» de trabajo sin un aumento de recursos materiales y humanos. Su secretario provincial, José Encinas, reclamó una dotación superior para hacer frente al flujo migratorio, recordando que todos los efectivos desplegados en Algeciras y Gibraltar son necesarios en la lucha contra el narcotráfico.