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«Es hora de cerrar las heridas abiertas»
Abogó por valores como el respeto mutuo y la lealtad recíproca
La puesta en escena era premonitoria de las palabras que Don Juan Carlos dirigiría a la nación española. Sobre la mesa, un ejemplar de la Constitución y, a su lado, un Rey convertido en réplica de la Carta Magna. Porque el jefe de Estado se erigió anoche en garante de la integridad institucional y en símbolo de la unidad de España. «No creo exagerar si digo que vivimos uno de los momentos más difíciles de la reciente historia de España», apostilló directo, flanqueado por la bandera española y de la Unión Europea. De pie, no sentado, Don Juan Carlos dividió en tres asuntos su mensaje: la coyuntura económica, la fortaleza de España como nación europea e iberoamericana y la necesidad de reivindicar la política como instrumento necesario para «unir las fuerzas de todos» y superar la crisis no sólo financiera, sino también institucional que amenaza al país.
Con el desafío de Artur Mas de convertir a Cataluña en el Estado número 28 de la UE y la clase política más desprestigiada que nunca por la opinión pública, el Rey reclamó la «política grande» y, sin preámbulos, dentro de su llamamiento general, se puede encontrar un claro destinatario, aunque no lleve nombre. «La que, lejos de provocar el enfrentamiento y desde el respeto a la diversidad, integra lo común para sumar fuerzas, no para dividirlas. La que sabe renunciar a una porción de lo suyo para ganar algo mayor y mejor para todos». Don Juan Carlos quiso rescatar valores como la «lealtad recíproca y el respeto mutuo» y, con las pretensiones inconstitucionales del líder de CiU sobre el tablero del país tras su alianza con ERC, advirtió de que «es hora de que todos miremos hacia adelante y hagamos lo posible por cerrar las heridas abiertas».
En 1975, en su «debut» en el que fue su primer mensaje de Navidad, dos conceptos fueron clave: que el egoísmo de algunos podría perjudicar a muchos y la necesidad de permanecer unidos y con voluntad para que el «futuro sea nuestro». Es precisamente el rescate del espíritu de la Transición el que el Rey ve más urgente. Una política por la que Don Juan Carlos apostó como la única capaz de recuperar la confianza y la aspiración por la superación que demanda la sociedad.
El Monarca no sólo se dirigió al espíritu de la clase política. También pidió que éste regrese a los ciudadanos. Sí destacó la consciencia por parte de la Corona respecto a su esfuerzo y sacrificio, pidió terminar con el pesimismo, el conformismo y el desapego a las instituciones, en el año más difícil que ha vivido la Monarquía. Al igual que ya ha ocurrido en otras ocasiones, el Rey se volcó en la juventud, a la que aseguró dedicar sus pensamientos a los que «se levantan cada día con la sensación de inseguridad y desánimo» por las pocas garantías de futuro.
También aportó sus recetas económicas. Como paso prioritario: ordenar las cuentas y acentuó la compatibilidad entre austeridad y crecimiento. Recordó que en su reinado coyunturas financieras no han faltado, y que ha sido la confianza en un proyecto común lo que ha aumentado la capacidad de un país para salir adelante. Sólo así, junto con el talento y la consolidación del sistema productivo, será posible para el Monarca generar confianza en los mercados internacionales, donde Don Juan Carlos reclamó un mayor «empaque» español. «Debe ser protagonista de la toma de decisiones en los grandes foros internacionales». Teniendo en cuenta los estrictos dictados de Bruselas a los países más perjudicados por la crisis económica, su demanda por reforzar la «solidaridad entre los estados miembros» adquirió un especial significado.
Otro foco prioritario para nuestro país en estos momentos es Iberoamérica, donde, tanto el Rey como el Príncipe juegan un papel fundamental en las relaciones internacionales de nuestro país y proyección de nuestras empresas. En esta apuesta al exterior, crucial para que España salga de la crisis, también entran las personas. El Rey se refirió a aquellos que están abandonando el país para mejorar su situación y la de sus familias, ya que su preparación «dinamizará» la economía.
Un mensaje a la nación que buscó la renuncia del egoísmo y el interés propio en beneficio del bien común, y que estableció en la generosidad, solidaridad y el compromiso los valores necesarios para conseguirlo. Valores que a los que seguramente algunas personas conferirán un resultado intangible. El Rey quiso darles una respuesta: «Ningún esfuerzo será baldío».
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