Carmen Calvo

El feminismo necesario de las mujeres de derechas

Aunque Carmen Calvo ha afirmado que los logros en igualdad entre sexos son mérito del PSOE, representantes de PP, Cs y UCD le reivindican que la lucha debería quedar al margen de las ideologías

Andrea Levy, edil en el Ayuntamiento de Madrid
Andrea Levy, edil en el Ayuntamiento de Madridlarazon

LA RAZÓN reúne a cuatro referentes de la política. Aunque Carmen Calvo ha afirmado que los logros en igualdad entre sexos son mérito del PSOE, representantes de PP, Cs y UCD le reivindican que la lucha debería quedar al margen de las ideologías.

Han corrido ríos de tinta sobre el significado del término «feminismo». Más allá del reproche ya obsoleto de los que lo tenían como un movimiento antagónico al machismo (es decir, el feminismo como superioridad de la mujer respecto al hombre), parece que al fin se ha llegado un consenso, aunque relativo: el objetivo final es conseguir la igualdad de género, que engloba desde el ámbito laboral hasta el familiar, pasando por el reconocimiento social y la presencia en los medios de comunicación. Ese sentimiento ha estado presente desde que figuras tan ilustres y autorizadas como Frida Kahlo, Marie Curie o Virginia Woolf fueran la cara visible de la lucha. Sin embargo, en los últimos tiempos ha pasado de ser un tema de conversación en corrillos femeninos a tomar las calles de las principales urbes de todo el mundo. Ya se ha convertido en tradición que cada 8 de marzo los gritos reivindicativos de ellas, y también de ellos, se conviertan en la banda sonora de ciudades y pueblos. Pero, como todo, el feminismo no está exento de polémica. La última la protagonizó hace tan solo unos días la vicepresidenta del Gobierno en funciones, Carmen Calvo: «El feminismo es de todas... no bonita. Nos lo hemos currado en la genealogía del pensamiento progresista, del pensamiento socialista», respondió la también ministra de Igualdad en funciones a la pregunta de una periodista.

Las críticas no se hicieron esperar y llegaron incluso desde el seno del Partido Socialista. Porque, ¿puede un partido político apropiarse de los logros de miles de mujeres en todo el mundo y a lo largo de toda la historia? Más aún cuando muchas de ellas lucharon por sus derechos y por los del resto en sus respectivos terrenos profesionales, sin situarse en una ideología determinada. Por eso, LA RAZÓN reúne a cuatro mujeres referentes del centro derecha para visibilizar que, a diferencia de lo que opina Calvo, el feminismo sí es de todas. Son Mercedes Moll de Miguel, diputada por UCD en la I Legislatura y una de las pocas mujeres constituyentes; Ana Pastor, actual vicepresidenta tercera del Congreso de los Diputados; Begoña Villacís, vicealcaldesa de Madrid; y Andrea Levy, concejala del Ayuntamiento de la capital. Cuatro generaciones unidas por la lucha constante desde el difícil mundo de la política.

La más veterana de ellas habla con la experiencia y la autoridad que le ha dado una vida marcada por los obstáculos y por la necesidad de «sacarse las castañas del fuego» ella sola. La primera afirmación de la que Mercedes Moll quiere dejar constancia en la conversación es que, para ella, hacer política «es hacer un servicio a los demás». Y ella lo hizo por apenas 45.000 pesetas de la época. Enviudó de forma inesperada en un momento en que las cosas no le podían ir mejor: tenía 28 años y cuatro hijos a su cargo. Era enfermera y su marido, César de Requesens, médico. Por circunstancias de la vida, se vio en la necesidad de dejar atrás a su familia y trasladarse con los pequeños a Granada, una ciudad «muy amable y asequible». Como ella relata, por aquel entonces «las mujeres no trabajaban y si lo hacían se veía mal». Pero a Mercedes no le quedó otra opción. Se hizo cargo de un estanco, un establecimiento que, aunque ella por aquel entonces no lo llegase a sospechar, le acabaría abriendo las puertas del Congreso, al que entró de la mano del mismísimo Adolfo Suárez.

Mercedes Moll encabezó la Asociación Provincial de Viudas durante 29 años y presidió la marca regional de la Federación Granadina de Mujeres Empresarias. «Nos ayudamos muchísmo», recuerda. ¿Puede negarse que se se trate de feminismo una iniciativa de mujeres ayudando a mujeres? Pero ella evita darse méritos de más y recuerda a las que lucharon antes que ella: «Estoy convencida de que somos eslabones de una cadena. Tenemos que estar muy agradecidas a las mujeres que hicieron algo antes que nosotras», dice, y se acuerda, entre otras, de Clara Campoamor y María Zambrano. En paralelo, si hay un punto que Mercedes destaca por encima de todas las cosas, es la democratización en el acceso a la formación: «Al final, lo importante no es ser mujer ni hombre, sino tener acceso a formación. Antes, el 70 por ciento de las mujeres no sabía leer ni escribir. ¿Cómo se iban a poder mover solas?», subraya.

Aunque en un primer vistazo suene impopular, Mercedes aboga por desterrar la palabra «igualdad», a menos que vaya acompañada de la palabra «oportunidades». «Hay que desterrarla. Creo que enriquecen las diferencias siempre que se den las mismas oportunidades y se tenga la capacidad de optar, en eso para mí estriba la libertad», se pregunta. Otro tema espinoso es el de la conciliación familiar. «Yo la hice total», bromea. «Tuve una colaboradora estupenda, Isabel Rodríguez Lozano, y una hija mayor que es una persona extraordinaria. Fueron mis pilares», asegura. Mercedes es el ejemplo de la mujer que llegó a la cumbre gracias al apoyo de otras mujeres.

Una líder en el Congreso

Antes que ella solo hubo otra mujer (Luisa Fernanda Rudi) que se puso al frente de la Cámara Baja. Casualidad o no, ambas formaron parte de las listas del Partido Popular. Ana Pastor ejerció de presidenta del Congreso de los Diputados durante algo menos de tres años. En la actualidad ocupa la Vicepresidencia Tercera. «Para mí, el feminismo es la lucha del día a día en pro de la libertad y la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Y en esa lucha deberíamos estar todas juntas, al margen de las diferencias generacionales, de nuestras distintas ideologías y puntos de vista. En esa labor también deben tener un papel fundamental los hombres, pues debemos ser todos protagonistas de la tarea de transformar la sociedad», sentencia. Además, recuerda que se han producido muchos avances en las últimas cuatro décadas «gracias a millones de mujeres que con su trabajo y su presencia en todos los ámbitos han dado impulso y eficacia a los valores que sustentan nuestro Estado social y democrático de derecho. Ellas han sido nuestros referentes, abriendo el camino a otras muchas mujeres que han podido y pueden seguir su ejemplo». Además, Pastor no se conforma y mira al futuro: «Debemos seguir trabajando para esa igualdad que ahora es legal sea realmente efectiva y plena».

Ese mismo discurso lo hacen suyo las más jóvenes. Andrea Levy es el mejor ejemplo. «El feminismo forma parte de los valores fundamentales de la democracia y de cualquier sociedad y es una lucha general y global. El feminismo no es una cuestión ideológica, tal y como nos quieren imponer», sostiene la edil popular. Por eso contesta sale al paso con dureza a las declaraciones de Carmen Calvo: «El feminismo nunca será patrimonio exclusivo del carnet socialista porque la igualdad, la libertad y la justicia nos las hemos ganado a pulso todos los españoles, todos los hombres y mujeres, juntos, sin ambages. Trabajando día a día por la igualdad, por una igualdad que posibilite, capacite y permita a mujeres y hombres alcanzar las metas que se hayan propuesto con independencia de su género».

Uno de los mejores ejemplos para hablar de esta suerte de «marginación» que sufren las mujeres de partidos de centro derecha es Begoña Villacís, ya que lo ha vivido en sus propias carnes. La actual vicealcaldesa de Madrid fue increpada en la pasada manifestación del 8 de marzo: «Llevo trabajando toda la vida, soy mujer igual que ellas, soy trabajadora, no sé si igual que ellas, pero desde luego tengo todo el derecho del mundo a estar».